Big Red Mouse Pointer

jueves, 11 de diciembre de 2014

NH2: Capitulo 042 - La divina providencia.




La pareja se encontraba bastante cansada a su vuelta. Nada más llegar, se sentaron a descansar y a comer un poco, siendo aquello lo primero que hicieron al regresar junto con sus compañeros. Ambos se quedaron dormidos por el agotamiento, tras terminar de comer un par de latas de atún. 

Cuando despertaron se quedaron un rato hablando con sus compañeros, mientras se fumaban un cigarrillo y se iban espabilando. Estos los pusieron al corriente de la situación, dejando claro que no se había hecho mucho en su ausencia. Ley se disgustó bastante, al escuchar que todavía no habían ido al museo que ella les había ordenado. Lo único que la consolaba era que por fin tenían los materiales necesarios para hacer pólvora. En ese aspecto los chicos habían sido bastante eficientes, trayendo consigo bastante material como para que no necesitasen más en bastante tiempo.

Johnny seguía sin ver claro eso de ir a un museo a robar armas que el consideraba prehistóricas, pero no veía la manera de convencer a su compañera de lo contrario. Sabía que finalmente se vería como un autentico idiota, intentando aprender a utilizar alguna de aquellas armas. Lo que más odiaba del fin del mundo, era eso de no poder ir a las tiendas a conseguir más munición. En esos aspectos el pelirrojo era todo un amante de la modernidad.

Los chicos decidieron quedarse un rato charlando, antes de empezar con todas las tareas que les esperaban. No podían empezar con sus tareas hasta que llegaran algunos de sus compañeros, los cuales se habían llevado el camión que necesitaban.

—¿Dónde habéis estado? Tardasteis mucho en volver. —Dijo Will con curiosidad.

—Encontré a mi hermano y a su gente. Nos entretuvimos…. —Contestó la pelirroja algo ausente por la muerte de Dyssidia, sin querer entrar en detalles con su amigo.

—¿Tu hermano está vivo? ¡Que buena noticia! ¿Qué tal está? ¡Uf, que recuerdos me ha traído acordarme de él! —Exclamó Will animado, viendo que no todo el mundo tenía porque morir en aquel mundo.

—Él y su gente son fuertes. —Afirmó la joven, ajustándose el traje militar. 

—Tía, me alegro de que esté con vida. —Dijo Jimmy entrando en la conversación.

Jimmy y Will conservaban un buen recuerdo de M.A. Ellos habían estado muchas veces en casa de la chica, y conocían de sobra su hermano. En variadas ocasiones se lo llevaban con ellos a jugar al tiro al plato, en un descampado al que solían ir cuando querían olvidarse de que el mundo existía. Tanto lo conocían, que ellos mismos habían presenciado la primera borrachera del chico, en uno de los alocados cumpleaños de la pelirroja.

—¿Aun tiene ese carácter chulesco propio de la familia? Todavía recuerdo la que liasteis en aquella verbena. Fue buenísima la cara que se le quedó al tipo. —Preguntó Jimmy con alegría, compartiendo sus recuerdos de aquel divertido día.

—Para no acordarse. Si se iban a matar con aquel tipo porque él les había tirado sin querer las hamburguesas al suelo. Yo es que me meaba de risa, enserio. No pidió veces perdón el hombre por tropezarse con estos… —Añadió Johnny entre risas, atando los cordones de sus botas. 

—¿Eso fue cuando todavía estábamos en la academia, no? —Preguntó Will algo confuso, para luego contestarse mentalmente al par de segundos.

Realmente les encantaba recordar aquel tiempo, donde todo eran risas y buenos momentos. Recordaban aquella época con mucho cariño, teniéndola como el mejor tiempo de sus vidas. 

—¿Recordáis el ultimo día en la escuela militar? —Preguntó Will con una sonrisa en su cara.

—¿Cómo no recordarlo? Una de las mejores fiestas que hemos tenido. —Contestó el pelirrojo poniendo una de sus grotescas muecas.

Todos se quedaron pensativos, recordando con felicidad aquel día del que tenían tan maravilloso recuerdo. Aquello había sido la fiesta madre, dejando a cualquier otra fiesta como un insignificante juego de niños.

—Ojala todo fuera como antes… —Susurró Ley entristecida mirando el suelo.

—Teníamos el futuro a nuestros pies…—Añadió Will medio ausente.

—Lo recuerdo muy bien. Ley, tú soñabas con robarle el puesto a Napoleón como mejor estratega de la historia. Johnny, tú deseabas ser el soldado más temido de todos los tiempos. Tu hermano David planeaba ser el hombre más leal de su país. Denise ansiaba popularidad. Carroña solo quería servir a su patria y llegar algún día a formar una gran familia respetada. Rojo soñaba con grandes cambios sociales. Will, tú buscabas un repertorio infinito de medallas. — Relató Jimmy sumergido en los pensamientos de otra época.

— Yo quería ser un apuesto y valiente soldado del que todas las chicas se enamoraran. —Dijo distraído tras una breve pausa.

—Todos juramos que terminaríamos nuestro camino juntos, que nos apoyaríamos en todos nuestros sueños… Ya nada de eso importa… —Comentó Will algo ido.

—Solo queda muerte… —Termino de decir el pelinegro tras un largo suspiro.

—Recordemos lo bueno de aquel día. —Animó Johnny algo extrañado de lo que acababa de decir, puesto que era la primera vez en su vida que había pensado con optimismo.

Todos sonrieron instantáneamente, ya que pensaban que si Johnny estaba positivo ellos tenían que estarlo también. Ver al pelirrojo con ese nivel de positivismo era casi un milagro, así que tenían que aprovechar la ocasión.

—¿Recordáis esto? —Dijo sonriente Ley sacando de su mochila una vieja foto plastificada.

La divertida foto en la que salían ellos y sus compañeros caídos se había tomado al aire libre. Todos los soldados de la pintoresca imagen estaban rodeados de botellas de alcohol medio vacías, mostrando en su cara que estaban completamente borrachos. Chicos y chicas posaban de graciosas posturas en ropa interior. La pelirroja estaba subida en un cañón de artillería antiaérea en pose desafiante con su casco en una mano. Johnny y Rojo estaban al lado de ella armados cada uno con dos escopetas y con el casco ladeado hacia la derecha. Jimmy y David apuntaban de frente con sus lanzacohetes. Will tenía una granada en la mano con pose de ir a lanzarla. Denise y Carroña estaban sentados encima de un tanque como si estuvieran tomando el sol. El resto de los soldados de la fotografía posaban haciendo extravagantes muecas, armados hasta los dientes en poses chulescas.

—¿Enserio? ¿Has tenido esta foto todo este tiempo y no nos la has enseñado? —Preguntó Johnny emocionado, mostrando el brillo de sus ojos.

—Realmente no la tenía yo. Cuando murió Rojo la cogí de su taquilla. —Dijo con seriedad Ley volviendo la vista al suelo.

—Ese día todo estaba tan bien… —Añadió en voz baja Will, aún inmerso en sus pensamientos.

—La semana siguiente todo se fue a la mierda… ¿Lo recordáis? — Dijo el Jimmy decaído, recordando con remordimientos aquellos tiempos.

De pronto pasaron de la felicidad, a un brutal pesimismo que les devolvía a la realidad. Se sentían agotados emocionalmente, mientras intentaban aparentar que no estaban tan mal. Esa manera de actuar se estaba haciendo muy típica entre ellos, aunque realmente era una estupidez ya que con mirarse a la cara se daban cuenta de todo.

Estaba bastante claro que Will no podía olvidar lo que el rubio le había hecho. En la cara del pelinegro se reflejaba la mezcla de decepción y odio que sentía el chico. Jimmy hacía intentos por hablar con él y solucionar las cosas, pero Will se negaba en rotundo, saltando de malas maneras cada vez que el rubio se acercaba con intención de buscarle remedio al asunto.

Finalmente llegaron sus compañeros con el camión, dando por finalizada cualquier charla tranquila. Era la hora del relevo y tenían que continuar con todas sus tareas. Una vez sus compañeros descargaron el camión, guardando las garrafas de agua que habían traído, los chicos se pusieron en marcha.

—Vas a tener que ir tú con Will, es imposible que vaya con Jimmy sin que se maten. Intenta hablar con él, yo lo haré con Jimmy. —Susurró Ley en el odio de Johnny, abrazándolo para disimular mejor delante de sus compañeros.

Los cuatro se montaron en el camión, acompañados por dos soldados más. Jimmy conducía el vehículo pensativo, dándole vueltas a todo lo que le remordía la conciencia. Johnny se dio cuenta de la gran preocupación del rubio, llegando a pensar que era buena idea eso de intentar hablar con Will para que lo solucionaran. Él consideraba al rubio uno de los mejores amigos, tanto que para él era duro ver el sufrimiento que este arrastraba. El pelinegro no dejaba de mirar a Jimmy con resentimiento, sintiéndose incómodo hasta de ir en el mismo coche que aquel que le había traicionado. Ley miraba a ambos chicos, pensando que aquello no podía continuar así mucho más.

—Jimmy y yo iremos a por las piezas, vosotros encargaos del resto. Os dejamos en la zona, y cuando nosotros terminemos vamos a buscaros para ayudaros a terminar lo que quede. —Comentó la chica al ver que ya estaban cerca.

Todos asintieron de buen grado, quedando en silencio hasta que llegaron al lugar indicado. Estaban al lado de una planta de producción de plomo, en donde pretendían hacer un par de trabajitos. 

—Nena, ten cuidado, y no tardéis mucho. —Dijo Johnny con preocupación, tras despedirse de su amada con un cálido abrazo y un beso cargado de amor.

Ambos grupos se despidieron sin demorarse mucho ya que larga era la tarea que tenían que llevar a cabo. Ahora que estaba sola con el rubio, veía el momento de hablar con él para buscarle solución a su asunto.

—¿Qué pasó entre tú y Will? Algo no nos habéis contado. —Preguntó la chica seriamente.

—Tú aun no me has contado lo de Denise. —Le recordó Jimmy a la pelirroja bajando su tono de voz.

Realmente aquello era una maniobra de distracción para no tener que hablar sobre lo de Will, aunque sabía que iba a enfadar a su compañera.

—¿Qué coño quieres que te diga Jimmy? ¡Esa puta zorra no paró de joder hasta el final! Ella siempre quería robarme lo que era mío… ¡Pero no importa porque la hija de puta esa está muerta eso es lo que importa! —Contestó Ley de malas maneras, agriando su expresión al recordar a semejante tipa.

—¿Nunca lo pudiste olvidar? Realmente te entiendo… —Añadió el rubio compasivamente, mientras esquivaba los obstáculos de la carretera.

—¿Olvidar? ¡Jimmy esa puta zorra me jodió! ¡Sabes que se metió en medio y lo estropeó todo! ¡Me jodió lo de Rojo a mala leche! ¡Me jodió en el puto oriente medio con su incompetencia! ¡Nos jodió ella y esos putos traidores en el puto golpe de estado! ¡Esa maldita zorra consiguió que Rojo y yo no pudiéramos salir del país con vosotros cuando la cosa se puso fea! ¡Esa puta de mierda, vendió mi culo a la jodida compañía de los putos cojones! ¡Por esa puta zorra tuve que trabajar para esa gente! ¡Ella les dio toda la información! ¡Joder! ¡Esa zorra hizo que vigilasen a mi hermano y me ataran de pies y manos! ¡No me digas que lo entiendes Jimmy, porque tú no entiendes absolutamente nada! —Vociferó Ley bastante enfadada, sin entender a que venía recordarle a aquella asquerosa persona. 

El rubio se reconcomía tanto por la culpa, que su compañera empezó a sospechar que escondía algo referente a Denise. Ella empezó a mirarlo fijamente, intentando averiguar que podría ser. 

Finalmente llegaron a su destino, aparcando justo a la entrada de una vieja fábrica de coches. El lugar parecía bastante tranquilo, ya que solo vieron un podrido en la zona. Jimmy se encargó del zombie, intentando escapar de la fija mirada de su compañera. Estaba poniéndose bastante nervioso con todo eso, pero sabía que antes o temprano se lo tendría que contar todo. Sabía que si él no se lo contaba, lo acabaría haciendo Will, y entonces si que no tendría solución. Tenía que contárselo él, ya que si Ley se enteraba por terceras personas nunca se lo perdonaría. Realmente temía que ella se enterara de todo después de tantísimo tiempo, ya que aunque se enterase por su boca no estaba seguro de poder obtener su perdón.

—¿Por qué me has preguntado por Denise? ¿Qué ocurre Jimmy? ¿Tiene que ver con lo de Will? —Preguntó insistentemente la joven, atosigando a un nervioso Jimmy que intentaba hacerse el loco.

Entraron en la fábrica en busca de algunas piezas que necesitaban para arreglar algunos de sus vehículos averiados. Todo dentro parecía estar tranquilo a simple vista. Justo al cruzar las dos primeras estancias se toparon con el primer infectado, el cual se lo cargó Jimmy con su estoque.

—¡Vienen más! —Advirtió la joven rápidamente, viendo como entre las sombras de la maquinaria salían más pestilentes criaturas. 

El lugar estaba repleto de aquellos asquerosos seres, y la escasez de luz se lo ponía aún más difícil. Los jóvenes blandían sus espadas con brío, pero los zombies poco a poco les estaban rodeando. 

—¡Pega tu espalda a la mía! —Ordenó Ley con toda la seguridad que podía tener en ese preciso momento, mientras decapitaba a uno de los podridos.

Aquella estrategia les permitió poder hacerse paso entre los muertos vivientes, para poder pasar a la siguiente estancia. Tuvieron que hacer un tremendo esfuerzo para cerrar la puerta, mientras los zombies hacían presión contra ella. Finalmente lograron atrancar la enorme puerta metálica, amputando de cuajo varios dedos podridos que se aferraban al marco de esta. Esa distracción estuvo apunto de costarles caro, ya que un apestoso ser agarró a Ley por la mochila que llevaba a su espalda. Esta forcejeó un rato con él, hasta que finalmente Jimmy se lo quitó de encima haciendo uso de su brillante técnica de esgrima.

—Este maldito sitio está plagado, tenemos que pasar corriendo, si no queremos atascarnos en cada sala. —Susurró Ley con preocupación, intentando no llamar mucho la atención.

Jimmy asintió con seguridad, para posteriormente echar a correr con agilidad. Ambos corrían a toda velocidad, parándose solo en caso de que algún zombie les cortara el paso. Les estaba costando avanzar, pero lo estaban consiguiendo poco a poco. En cada nueva estancia en la que entraban, les esperaban aún más criaturas que en las anteriores. Lo que más les preocupaba era que si tanto les estaba consiguiendo entrar, la vuelta sería todavía peor de lo que estaba siendo aquello.

Cuando finalmente consiguieron entrar en la estancia que estaban buscando, más problemas se les echaron encima. Por si no fuera poco la cantidad de zombies que se encontraban en esa sala, había que sumarle que uno de ellos tenía que subirse a la planta superior para controlar la maquinaria.

—¡Sube tú que sabes que como va eso! —Sugirió a gritos la pelirroja, cubriéndole las espaldas a su compañero.

Se subió por la pequeña escalerita como alma que lleva el diablo, intentando terminar lo antes posible. Ley esperaba al lado de unos huecos metálicos, donde caían las piezas para posteriormente ser almacenadas en unas cajas cercanas. Jimmy manejaba la máquina todo lo rápido que le era posible, mientras que su compañera masacraba con la catana a los podridos que la acosaban indiscriminadamente.

—¿Qué queda? ¡Date prisa! —Gritó la chica alterada, encargándose de las criaturas con su espada, mientras se ayudaba de sus patadas para quitárselos de encima.

La agobiante situación parecía ser eterna, poniendo nerviosos a ambos soldados. Jimmy no pudo conseguir la última pieza que les faltaba, provocando que pegara un puñetazo a una de las máquinas para desahogarse. La poca electricidad que quedaba en el lugar, acababa de agotarse definitivamente, bloqueando toda la maquinaria de la fábrica.

—¡Nos quedamos sin la última! —Avisó el rubio con frustración, corriendo hacia la pequeña escalerita.

Mientras el joven descendía, la pelirroja le iba abriendo hueco para que pudiera pasar a la zona donde ella se encontraba. Ambos cargaron las piezas, en una especie de carrito de mercancías que se encontraba en el emplazamiento. Jimmy tiraba de la pesada carga, mientras que Ley limpiaba el camino con suma destreza. 

Cuando habían cruzado ya muchas de salas, de regreso hacia la salida, se vieron completamente acorralados por la horda de podridos que les esperaba ansiosos de carne fresca. Ambos con las espaldas nuevamente pegadas, intentaban controlar la situación sin ningún éxito. Cada vez los tenían más encima, convirtiéndose en un serio problema para los soldados. 

—¡Ley tengo que contártelo! ¡Todo fue culpa mía! —Confesó el rubio sintiéndose presa del pánico, viendo que el final estaba cerca.

Si iba a morir por lo menos quería morir con la conciencia tranquila. Sabía que lo hecho, hecho estaba, pero que menos que confesarle a su amiga todos sus pecados.

—¡Jimmy! —Exclamó la joven viendo como un par de zombies tiraban de su compañero, intentando acercárselo a sus mandíbulas. 

La chica le quitó el estoque a su compañero, para poder librarlo de los podridos ayudándose de las dos espadas. Nada más librar al rubio de la muerte, le devolvió su arma rápidamente.

—¡Tienes que  ayudarme a subir ahí! —Gritó la pelirroja desesperada, mientras le señalaba rauda una gran máquina, entre los acosos de los podridos.

El rubio asintió, preparándose para ayudar a su compañera. Puso las manos juntas, haciendo una base desde donde poder lanzar a la chica. Esta tomó toda la carrerilla que pudo y saltó sobre sus manos, para que él la impulsara con todas sus fuerzas. Ley consiguió agarrarse al borde de la maquinaria, subiendo a ella en cuestión de segundos. Como ya no había electricidad tubo que usar el sistema de poleas manuales, mientras que su compañero intentaba sobrevivir abajo entre todos los muertos vivientes que se le abalanzaban. Después de un tremendo esfuerzo moviendo las pesadas poleas, Ley consiguió dejar caer decenas de piezas de carrocería donde se encontraban la mayoría de los zombies que anteriormente les cerraban el paso. La delgada y ágil chica se puso en un par de veloces saltos, sobre una barra metálica que iba desde una de las máquinas hacia otra. Se balanceó como un mono para coger impulso, y posteriormente saltar al lado de Jimmy, matando a bocajarro a un podrido que estaba apunto de trincar al rubio. 

—¡Ley tengo que contártelo! —Exclamó con nerviosismo el rubio.

—¡Luego hablamos! ¡Venga, vamos! ¡Ya está el camino libre!—Ordenó Ley en tensión, viendo como ahora era el momento de continuar sin que fuera un suicidio. 

Johnny estaba preocupado, viendo que aún no habían llegado Ley y Jimmy. Estaba manejando la maquinaría de la planta de plomo, mirando distraído cada dos por tres haber si llegaban. Habían tenido la suerte de que la planta estaba en perfecto estado, y que quedaban un par de generadores con energía para poder llevar a cabo su tarea. Estaban allí fundiendo plomo, para conseguir bolas de este material, similares a las balas antiguas.

—Ya deberían de estar aquí. —Murmuró inquieto el pelirrojo.

—¿Cuánto tiempo hace desde que se fueron? —Pregunto Johnny con ansiedad, moviéndose de un lado a otro de la estancia.

—¡Cállate! ¡Ya vendrán!—Gritó Will histérico, harto de tener que aguantar las inseguridades de su compañero.  

—¡Si estás enfadado con Jimmy no lo pagues con los demás! —Refunfuñó Johnny mirando a su compañero con mala cara.

Ciertamente si estaba allí era porque Ley se lo había pedido, porque realmente no aguantaba quedarse a solas con Will. Estaba deseando que llegaran los dos soldados de buscar objetos que les pudieran ser necesarios, porque no tenía ninguna gana de compartir ni un minuto más con el cretino de Will. 

El pelinegro tampoco se sentía nada a gusto de estar con el tipo que tanto odiaba. Siempre le había detestado, y con el tiempo más o menos había aprendido a aguantarlo, pero lo soportaba porque nunca tenía que quedarse a solas con él. 

Ambos aborrecían hasta la saciedad, y si no se habían matado aún era porque tenían amigos en común, pero ganas no les faltaban. El odio que sentían era visceral, pero ambos tenían que intentar convivir por respeto hacía su misión y hacia sus amigos.

Ley estaba frente a las puertas abiertas de la entrada a la fábrica, completamente inmersa en un profundo estado de shock. Todo lo que le había contado Jimmy mientras salían por la entrada principal, había sido un golpe devastador. Tal había sido el impacto, que ni siquiera cerró las enormes puertas. Simplemente se quedó inmóvil, completamente atónita y descolocada, mientras dejaba caer su catana al suelo repentinamente.

—¡Ley! ¡Ley! ¡Reacciona! —Gritaba repetidas veces el rubio, zarandeando a la joven bruscamente.

Ella estaba pálida, procesando todo aquello. Ni siquiera parecía que estuviera allí, era como si estuviese a miles de kilómetros de donde se encontraban. Por más que su compañero la sacudía, ella ni siquiera le miraba.

Las pestilentes criaturas comenzaban a acercarse, con ganas de unos bocados de carne fresca. Jimmy estaba tan preocupado por su amiga, que ni siquiera salió a cerrar las gigantescas puertas para impedir que los zombies salieran.

El rubio seguía intentando hacer que esta reaccionara, pero nada de lo que resultaba con éxito. La chica parecía haber entrado en estado catatónico, preocupando severamente a su compañero. Jimmy empezaba a estar desesperado, el sabía que sería un golpe muy duro para la joven, pero no se imaginaba que iba a afectar de aquella manera.

—Suéltame. —Susurró Ley con desprecio, mientras aún estaba medio ausente.

Jimmy la soltó con la cabeza gacha, sintiéndose como una mierda por todo lo que había hecho. 

—Tú lo sabías todo… —Murmuró la desquiciada pelirroja, volviendo poco a poco en si misma.  

Su estado de shock la estaba abandonando por momentos, pero empezaba a notar como el dolor la hacía delirar. Ese sufrimiento iba a destruir su cordura, y ella ya comenzaba a notarlo. Le temblaban las manos como si fuese una anciana con parkinson, y los nervios le estaban provocando una risa histérica bastante estremecedora. La ira se estaba adueñando de ella, haciendo que perdiera su auto control y su sentido de auto conservación.

Daba miedo ver a la chica de aquella manera. Resoplaba como si de una bestia se tratase, combinando aquello con esa escalofriante y perturbada risa macabra. Estaba perdiendo completamente el juicio, siendo presa del mayor descontrol emocional que había sentido en su vida. 

—¡Grrr! —Bramó rabiosa la pelirroja, recogiendo su catana del suelo, para posteriormente echar a correr en dirección al peligro.  

—¡¿Pero que coño te pasa?! —Preguntó Jimmy a gritos.

Ley lloraba de rabia y agarraba con todas sus fuerzas la catana, descuartizando a los zombies, mostrándose completamente desquiciada. 

—¡Ley! —Gritó alterado el rubio, comenzando a perder los nervios. 

—¡Arrggg! Cállate! —Contestó Ley llena de ira, atravesando con todas sus fuerzas el cadáver andante que tenía en frente suya. 

La pelirroja blandía su espada con fuerza, acabando con todo lo que se le ponía en medio. La joven llena de odio rasgaba con brutalidad los cuellos de las pestilentes criaturas, dando voces con la esperanza de poder desahogarse aunque solo fuera un poco.

—¡Tranquilízate joder! —Vociferó Jimmy con cierto tono de desesperación.

Los dientes de la chica rechinaban, de la tremenda presión a la que sometía su mandíbula por la furia que experimentaba. Gruñía con fuerza cuando empleaba todas sus fuerzas en masacrar a esos pestilentes seres, que ella había escogido para calmar su dolor y su cólera.

—¡¡¡LEY!!! —Bramó el rubio atormentado.

—¡Jimmy vete a tomar por culo de una puta vez! —Gritó la pelirroja completamente enfurecida.

La chica estaba arriesgando su vida sin ningún miramiento, metiéndose sin cuidado entre los putrefactos seres. Su cerebro se había quedado completamente bloqueado, dejando a sus inestables sentimientos tomar el control de su cuerpo.

—¡Ley! ¡Por favor! ¡Lo siento! ¡Para! —Suplicaba una y otra vez el rubio, mientras su compañera se volvía completamente loca masacrando infectados.

—¡No me jodas Jimmy! ¡Déjame en paz! —Chilló Ley con una mezcla de histeria y frustración, echándose a llorar presa del resentimiento que le había provocado la nueva información que tenía en su mano.

 —¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! —Gritaba Ley desconsolada repetidas veces, terminando con la vacía existencia de los zombies que la rodeaban.

—¡Cálmate! —Exigió el rubio cogiendo a su amiga del brazo, intentando que la chica dejara de arriesgar su vida tontamente.

—¡No me toques! —Ordenó la pelirroja tajantemente, pegándole un empujón a su compañero.

Ambos empezaron a forcejear brutalmente, terminando tirados en el suelo rodando encima del polvo. Jimmy quería inmovilizarla, mientras que ella lo que quería era pegarle para calmar su ira. Ley era como una fiera herida y descontrolada, que arremetía con la más brutal de las fuerzas.  El rubio era incapaz de controlarla, poniendo todo su ímpetu en la ardua tarea. Por el rostro de la joven caían amargas lágrimas, mientras aporreaba a su compañero brutalmente. Aunque lloraba llena de dolor, sus ojos mostraban fuerza y rabia, al mismo tiempo que en su expresión podía verse como había perdido la cordura. 

—¡¡¡PÉRDONAME!!! —Suplicó Jimmy entristecido, intentando hacer un último esfuerzo por controlarla.

—¡¡¡ARRGG!!! — Bramó repetidas veces con una mezcla de dolor y rabia, pegándole puñetazos en el estomago.

Se levantó casi de un salto, cuando vio que un zombie estaba peligrosamente cerca. Le atravesó el cráneo con la catana brutalmente. Acto seguido se desplomó de rodillas en el suelo, quedando con los hombros echados hacia atrás, mientras agarraba la espada con fuerza y exasperación. 

—¡Ley! ¡Lo siento! ¡Si no quieres perdonarme lo entiendo, pero continua! ¡Hazlo por los demás! ¡Cálmate! —Gritó el rubio intentando que la joven recuperar la cordura.   

—¡¿Jimmy como coño quieres que siga?! —Preguntó la pelirroja desconsoladamente, mostrando la rabia en sus ojos brillantes y llenos de fuerza.

El rubio la miró con remordimientos en el más absoluto silencio. Su culpabilidad se hacia notar en la mirada del joven, reafirmándose con el pequeño temblor de su mano izquierda.

—¡Vivimos sin entre la desesperación! ¡La muerte nos pisa los talones! ¡Nuestra misión es demasiado grande para tan pocos hombres! ¡He tenido que dejar tirado a mi hermano dos veces! ¡Mi hermano se cortó el brazo para salvarme! ¡La persona que más he querido en mi vida está muerta! ¡Cargo con la muerte de muchos amigos en mi espalda! ¡Ahora me entero que tú me has traicionado! ¡Jimmy me has traicionado en lo que más podía dolerme! ¡No quiero seguir! ¿Qué coño quieres que haga Jimmy? ¿De donde coño quieres que saque fuerzas? ¡Tú no lo entiendes! ¡Cállate! ¡No quiero volver a verte! —Dijo la chica compartiendo una pequeña parte de su dolor con él.

—¡Vete! ¡Vete de aquí! —Ordenó con ira y desesperación, llorando presa de la resignación.

Jimmy no reaccionaba, no sabía que hacer. Solo se quedaba allí mirando como su amiga se hundía en un oscuro pozo. 

—¡Llévatelo todo! ¡Móntate en el camión y vete! ¡No quiero verte! ¡Déjame sola! ¡Corre! ¡Lárgate! —Insistió Ley a gritos, reflejando su desconsuelo en su quebrado tono de voz.

El rubio se fue con la cabeza gacha, con un dolor en el pecho como si le acabaran de romper el corazón. Ver como sus actos habían despedazado el alma de su amiga, fue para él igual que si se clavara un cuchillo a si mismo.

Cuando había metido las piezas en la furgoneta, se sentó delante del volante completamente deprimido. Se quitó la máscara, y gritó desesperado, apretándose la mano con fuerza por todo su rostro. Al terminar de vociferar se pegó un susto, al ver que Ley estaba dentro del camión.

—¡Se me olvidaba! ¡Que fuera no te lo pude dar! —Exclamó llena de ira, justo antes de girarle la cara con un basto puñetazo.

Tras pegarle con fuerza, la chica se dio la vuelta para bajarse del vehículo, y marcharse enfurecida por el amplio terreno. Jimmy se quedó observando por el retrovisor como se alejaba Ley, sin arrancar el camión hasta que su vieja amiga desaparecía de su vista.

Johnny esperaba impaciente, mordiéndose el labio hasta llegar incluso a hacerse sangre. El pelirrojo había puesto de los nervios a Will, el cual estaba replanteándose la idea de pegarle para que se callara. 

—¿Puedes tranquilizarte? No, mejor. ¿Puedes callarte y estarte quieto? ¡Me estas poniendo de los nervios! —Refunfuñó el pelinegro. 

Se escuchó un portazo en el interior del recinto, alertando al grupo de soldados. Todos fueron corriendo para ver que había producido aquel ruido. Esperaban que fueran el rubio y la pelirroja, pero querían asegurarse por si acaso.

—¿Y Ley? —Preguntó Johnny desconcertado, al ver a Jimmy dolorido y con sangre chorreando de su nariz.

—Vendrá luego al bunker, ha ido a hacer unas cosas… —Respondió el rubio decaído, limpiándose la sangre de la cara.

Johnny se entristeció al ver que su amada no había regresado. Todo lo que se le pasaba por la cabeza era malo, todo relacionado o con muerte o con abandono. Parecía que nunca iba a llegar el día que estuviera feliz. Él solo quería estar con ella, el mundo ya a estas alturas le importaba una mierda. Su desconsuelo era que ella lo tenía relegado a un segundo puesto de prioridades, dándole la sensación de que él no le importaba a ella nada en absoluto.

—Hay que seguir con el trabajo. —Dijo Jimmy con seriedad, abandonando la sala lentamente.

El resto siguieron los pasos del rubio, menos Johnny que decidió quedarse solo en la estancia para pensar. Se quedó allí inmóvil hasta que escuchó unos gritos. Echó a correr a toda velocidad, para ver que ocurría y de donde procedían los gritos.

—¿Lo has contado no? ¡Todos te odiamos! ¡Si es que eres un mierda Jimmy! ¡Es que ni me toques! ¡Ni me hables! —Gritó Will con desprecio, siendo escuchado por el pelirrojo detrás de la puerta.

—¡Deberías estar muerto! —Expresó el pelinegro sus deseos, abriendo la puerta con agresividad.

Will y Johnny se cruzaron en el pasillo con el entrecejo fruncido, mirándose con basto desprecio. 

—¡Will! ¡Espera! —Reclamó Johnny corriendo por el pasillo, detrás de su compañero que andaba a un paso bastante ligero.

El pelinegro sin hacerle ningún caso, entró en otra sala dándole con la puerta en las narices. Johnny la abrió enfadado de una patada, entrando imponentemente en la habitación.

—Mira Will yo no soy el más indicado para decirte nada. Tú sabes que nunca nos hemos llevado demasiado bien, pero tío no puedes seguir así. No es bueno ni para ti ni para Jimmy. Tío mírate, pareces un cadáver. Si, está feo dejar a tu compañero tirado, pero hermano solo ha sido una vez. Jimmy siempre ha estado ahí dando la cara por nosotros. Siempre ha arriesgado la vida. Lo ha hecho en la guerra, y ahora con los muertos vivientes estos. Tío él siempre ha estado ahí, solo ha fallado una vez. —Dijo Johnny intentando ser sensato por una vez en su vida.

—Imbécil… —Murmuró Will asqueado.

—¿Qué coño has dicho? —Gritó enfurecido el pelirrojo, levantando los brazos en pose desafiante.

—¿Enserio te crees eso? —Preguntó el pelinegro entre risitas.

Johnny frunció el ceño desconcertado, dándose cuenta de que Will tenía más información que el.

—¿No lo sabes? ¿Ni siquiera te lo imaginas? —Continuó el peligro al ver la reacción de su compañero.

—¿De que mierda estás hablando? ¡Habla subnormal! —Dijo Johnny harto de tanto misterio, exigiéndole al pelinegro que soltara prenda. 

—¿Por qué te crees que Sangre se ha ido? ¿Por qué ha vuelto Jimmy solo? ¿Por qué tiene la cara reventada? No se como no te has dado cuenta de todo. —Cuestionó Will intrigantemente, dando vueltas lentamente al lado de Johnny.

—Ley se ha enterado de lo que yo me enteré minutos antes de que Jimmy me dejara tirado. ¡Se ha enterado de todo y le ha partido la cara! ¡Sabe lo de Denise! ¡Sabe lo de tu hermano! ¡Sabe lo de Rojo! ¡Sabe también lo que pasó aquella noche en el desierto! ¡Se ha enterado de que Jimmy nos ha estado fallando! —Continuó algo histérico el pelinegro, alterándose por momentos.

—¿De que coño hablas? ¡Explícate joder! —Gruñó Johnny desquiciado, agarrando a su compañero por las ropas bruscamente.

—¡Jimmy no se ha movido cuando lo ha tenido que hacer! ¡Por no querer fallar ni a unos ni a otros se ha quedado quieto sin hacer nada! ¡Él ha permitido que ocurrieran cosas a nuestras espaldas sin decir ni una palabra! —Contestó a voces Will enfadado por la ignorancia del pelirrojo.

Johnny soltó a su compañero con confusión, intentando encajar lo que Will decía de su amigo.

—¡Que espabilado eres para unas cosas y que idiota para otras! ¿Johnny donde te crees que vives? Tú, el soldado más chalado del siglo veintiuno, el malvado esqueleto asesino... ¡Ja! ¿Quién te crees que eres? ¿A santo de que vienes tú a decirme lo que tengo que hacer? ¿Quién acepta consejos de un imbécil al que ni su hermano lo quería? ¡Vete a llorar con tu amiguito Jimmy porque Ley no va a volver! Seguro que después de enterarse de lo que Jimmy hizo con lo de Rojo se volvió loca. Ahora debe de estar haciendo cualquier locura de las suyas para olvidar el dolor. ¡Johnny ella no va a volver! ¡Ella no te quiere! ¿Cuándo vas a darte cuenta de que eres el premio de consolación? ¡No quieres ver las cosas como son! ¡Ella le quería a él, no a ti! ¡Deja de hacer el imbécil y preocúpate de nuestra misión! ¡Ella no va a volver! —Continuó el pelinegro gritando para que su compañero reaccionara.

—¡Puto cabrón! —Vociferó Johnny  con agresividad, justo antes de pegarle un cabezazo en la nariz a Will.

Este le contestó de igual manera, empezando una pelea que ambos ansiaban desde hacia bastante tiempo. Los dos se pegaban con toda su ira, causándose gran dolor el uno al otro. Los chicos se odiaban desde hacia muchísimos años y toda la tensión acumulada hacia que quisieran matarse mutuamente.

—¡Al principio creía que eras un hijo de puta pero luego empezaste a darme pena! —Gritó Will chuleando mientras agarraba a su compañero del cuello.

—¿Te ponía cachondo drogar a las chavalas para follártelas y olvidarte de que ella no te quería no cabrón? ¿Ahora que hijo de puta? ¿Ahora no puedes decir nada no? ¡Vas a pudrirte en el infierno por todo lo que has hecho! —Dijo histérico el pelinegro, apretando cada vez con más fuerza.

Johnny pegaba patadas intentando librarse de Will, consiguiéndolo cuando su piel ya se había puesto morada gracias a la asfixia que su compañero le estaba causando. Logró que el pelinegro le soltara el cuello, pero este rápidamente lo volvió a inmovilizar.

—¡No puedes Johnny! ¡Eres un puto esqueleto! ¡No tienes fuerza! —Dijo Will confiándose mientras agarraba al pelirrojo por los hombros.

—¿Te gusta bastardo hijo de puta? —Preguntó Johnny con una risa desquiciada, justo después de arrancarle un trozo de carne de un mordisco y escupirlo al suelo.

—¡Hijo de puta! —Gritó Will dolorido, viendo como su compañero le había mordido el brazo para intentar soltarse.

Johnny aprovechó el momento de debilidad de su compañero para cambiar las tornas en la pelea. Lo inmovilizó en el suelo subiéndose encima de el, para posteriormente empezar a reventarle la cara a puñetazos.

—¡Si tu prima encima de yonqui era una zorra eso no es cosa mía! — Dijo el pelirrojo con asco, justo después de escupirle a Will.

—¡Cabrón tú la enganchaste a las drogas! ¡La drogaste para abusar de ella! ¡No importa lo que me digas! ¡Tú sabes la verdad! ¡No solo a ella se lo hiciste cabrón! —Repetía una y otra vez el pelinegro completamente desconsolado.

—¡Cállate! ¡Tú también me jodiste! ¡Fue por tu puta culpa! —Dijo exaltadamente Johnny, cogiendo la cabeza de Will para golpearla contra el suelo repetidas veces.

La cabeza del pelinegro chorreaba sangre, manchando el polvoriento suelo de rojo. Este estaba perdiendo la consciencia, quedando con los ojos entreabiertos.

—¿Qué coño… —Dijo Jimmy tan asombrado que enmudeció al entrar en la estancia y encontrase con el panorama. 

El rubio corrió rápidamente a detener a Johnny, cogiéndolo por detrás para inmovilizarlo. Consiguió que soltara a Will, pero no consiguió que se quedara quieto. El pelirrojo forcejeó con Jimmy bruscamente, completamente cegado por la ira que le controlaba en aquel momento.

—¡Quieto! —Ordenó Jimmy apuntando al pelirrojo con su pistola.

Johnny se quedó inmóvil al ver que su compañero no bromeaba y que cualquier movimiento que hiciera, incrustaría una bala en su atormentado cerebro.    

—¡Hay que llevarle con nuestros compañeros! ¡Necesita ayuda o va a morir! ¡Prepáralo para el camino! ¡Ya! ¡Es una puta orden! —Gritó el rubio quitándole el seguro a la pistola.

El pelirrojo aceptó de mal grado, pero hizo todo lo que su compañero le había dicho. Preparó a Will para salir al exterior y cargó con él hasta el coche.

—¡Ve a toda hostia! ¡No voy a dejar que mi hermano se desangre! —Dijo con seriedad el rubio, apuntando todavía a Johnny con su arma. 

—¿Tío que coño te pasa? ¿En que estas pensando? ¿Es que eres imbécil? —Preguntó nervioso Jimmy, alucinando con lo que había hecho su amigo.

—¡Vale! ¡Ya está! ¿Quieres dejar de encañonarme? Quizás se me ha ido la cabeza, pero yo al menos no me escondo. ¿Y a ti? ¿Qué coño te pasa a ti? ¿Qué coño has hecho? ¡Explícame que cojones pasa! ¿Por qué Ley te ha pegado? ¿Dónde está? ¿Qué mierda ha pasado? ¿Qué puta mierda te pasa en la cabeza Jimmy? ¡Habla joder! ¡Habla porque me estoy encabronado ya! ¡Me estás poniendo de muy mala hostia! ¡Joder deja de apuntarme! ¡No voy a matar a Will!  ¡Que bajes el puto cañón joder! —Vociferó Johnny sumamente enfadado, exigiéndole las explicaciones que su amigo le debía.

—¡Primero Will! ¡Lo de hablar puede esperar! —Respondió Jimmy con preocupación.

La pelirroja se alejaba del lugar a toda velocidad con el coche que acababa de conseguir. Necesitaba volverse completamente loca o aquel dolor que la estaba torturando terminaría matándola. Llevaba demasiado tiempo aguantando sin perder la compostura pero esto había sido la gota que colmó el vaso. 

—¡Venga cabrón demuéstrame lo que puedes aguantar! —Exclamó la chica con coraje, poniendo a prueba el maravilloso vehículo del que se acababa de apropiar.

Siempre que sentía ganas de pegarse un tiro o por defecto exterminar a todos los seres vivos del planeta, anestesiaba su dolor volviéndose completamente irracional. En esos momentos pasaba de todo, quería hacer locuras y se convertía en la mujer más insensata del mundo entero. Cruzar la línea y saltarse los límites era lo único que le devolvía la sensación de estar viva cuando los golpes de la vida la dejaban medio muerta mental y sentimentalmente hablando.

—¡Joderos putos cabrones! —Gritó totalmente eufórica al pasar por encima de dos podridos del camino a toda velocidad, poniéndose como una moto al sentir como la adrenalina corría por todo su cuerpo.

La pelirroja iba a más de doscientos kilómetros por hora, aprovechando que las carreteras eran enteramente suyas. Ella había perdido completamente el control de su mente pasando del llanto a la euforia en escasos minutos. Las sensaciones fuertes le recordaban que estaba viva, mientras que el poder controlar la situación a esa velocidad le hacía recuperar su fuerza interior. Quería pasar de todo, ansiaba huir del dolor, no deseaba pensar en nada, solo necesitaba apretar la mandíbula y agarrarse a la vida.

—¡A tomar por culo! —Vociferó la chica con todas sus fuerzas, pegando un volantazo con el que giró bruscamente para proseguir hacia su destino. 

Unos meses antes ella había estado con sus compañeros saqueando un súper mercado, al que pretendía volver en ese momento. Sabía que no quedaría ni comida ni munición, pero si cosas con las que entretenerse un rato y olvidarse del mundo.

Cuando llegó cerca de su destino pegó un frenazo y dejó el coche un par de manzanas detrás del centro comercial, asegurándose de que si tenía problemas en el súper su coche no quedaría bloqueado por podridos. 

La chica en vez de esquivar a los putrefactos seres del callejón, se encargó de ellos con brutalidad intentando aplacar su sed de venganza. Cuando llegó a la calle del súper mercado vio como la entrada principal estaba bloqueada por decenas de pestilentes criaturas, decidiendo entrar por la salida de emergencia en la cual solo había un par de zombies. Se los quitó de encima rápidamente, blandiendo su catana con sumo estilo.

—¡Puta mierda! —Protestó la joven al ver que tenía que trepar por una enorme barricada que llegaba hasta la tercera planta del edificio. 

Escaló por la sinuosa estructura de carritos de la compra, cajas y vallas metálicas con una basta agilidad, subiendo rauda hasta el final de la barrera. Cuando llegó arriba abrió la puerta del conducto de emergencia, entrando en la solitaria zona comercial. Estaba en lo que antaño había sido la parte de alimentación, la cual ahora solo tenía neveras volcadas y cajas vacías. Subió a la siguiente planta que también estaba desolada, viendo como las cristaleras de la armería estaban completamente destrozadas. A ella ni la tercera planta ni la cuarta le interesaban pues sabía de antemano que no había nada en ellas, a la chica lo que más le interesaba era la quinta y la sexta planta. En el quinto piso era donde estaban los bares y las cafeterías, mientras que el sexto piso del centro comercial era el de entretenimiento. 

—Espero que siga igual. —Pidió la chica en susurro, cruzando los dedos a modo de ruego intentando que la suerte estuviera de su lado.

Ley sabía que tampoco había comida en ningún lugar de la planta, pero no era eso lo que ella estaba buscando en aquel sitio. La última vez que había estado allí habían saqueado todo el alcohol que estaba a la vista, pero descubrieron un almacén donde había más escondido en un hueco en el suelo. Aquella vez decidieron no llevárselo puesto que ya iban cargados, tapando aquel sutil escondite para que nadie lo viera. Aquello era algo típico puesto que muchos comerciantes de bares escondían el alcohol que traían de contrabando de Europa, para ahorrase algo de dinero que se quedaban en los impuestos.

—¡Si! —Exclamó sonriente la delgada militar, descubriendo que el lugar seguía exactamente igual.

Unas estanterías tiradas en el suelo escondían la entrada al almacén secreto. La chica las retiró una a una, haciendo un tremendo esfuerzo al tener que mover los pesados muebles ella sola. 

—El tesoro en la isla desierta del pirata. —Susurró con una pícara sonrisa, bajando los cinco pequeños peldaños de la licorería ilegal. 

Rebuscó entre todas las botellas, observando el material del que disponía en aquel momento. Estaba completamente fascinada viendo la gran calidad del alcohol. Tenía allí para ella sola el mejor vino de España, Italia y Francia, las mejores cervezas alemanas, belgas y holandesas, el vodka ruso más caro, y el mejor whisky de toda Escocia entera. Sin duda iba a emborracharse y bien. No había mejor forma de olvidar el mundo para ella que beber sin límite. 

—Estas dos por ti, Santiago. —Dijo en voz baja justo antes de abrir dos botellas de vino español.

Después de beberse ambas botellas con rapidez y nerviosismo empeoraron sus cambios de humor. Pasaba de la melancolía a la risa histérica en cuestión de segundos. Continuó bebiendo de otras botellas como si de agua se tratase, perdiendo aún más su autocontrol.

—¿Tanto sufrimiento para que? —Preguntó desolada en voz alta, empezando a hablar consigo misma gracias a la extraña borrachera que estaba cogiendo.

Por su cabeza pasaban cientos de malos recuerdos de duras experiencias que le había brindado la vida. Ella era fuerte pero sentía que siempre llevaba todo el peso del planeta en su espalda. Esto ya le había sucedido con anterioridad debido a que siempre aguantaba hasta el final de sus fuerzas. Por más mal que estuviera la cosa ella siempre seguía en pie, pero había veces que necesitaba descansar de llevar todo aquel peso. Ella se lo echaba todo en su espalda aunque tuviera que arrastrarse para llevarlo, pero ella era un ser humano no un superhéroe y había ocasiones que no podía.  Aquello era algo que ella resumía con la frase “No somos dioses, somos humanos, pero podemos intentar ser dioses aunque la carga a veces nos desborde porque eso es lo que nos hace humanos”. 

—Pensé, todos los días soñadores mueren, entonces cuando me estaba alejando la luna vino y se sentó en mis hombros. Lo frío de su voz me dejó allí sin alternativa, ahora aguanto todo el peso del mundo y casi puedo. —Recitó la pelirroja en susurro, recordando aquella peculiar frase que había leído antaño en un libro y la había fascinado.

Sentía que en aquel momento tenía que alejarse del mundo, pero tarde o temprano tendría que volver para continuar con su misión. Ella misma se respondió a su pregunta, entendiendo que aquel sufrimiento era necesario para cumplir su lucha. Quizás no lo conseguiría pero tenía que intentarlo, tenía que llegar lo más cerca que pudiera a su objetivo. Sabía que no podía renunciar a sus planes pero necesitaba hacer una parada en el trayecto. Necesitaba aquello para poder continuar. Ella solía pensar que a veces era necesario caer para luego poder continuar en pie. 

—Te lo tragas o lo escupes, lo vomitas o te ahogas… —Dijo con lentitud en voz baja, dándose a si misma explicaciones de lo que estaba haciendo.

Continuó abriendo más botellas para beber sin parar. Ya estaba empezando a estar bastante borracha, pero en aquel momento le importaba todo una mierda. Su modo de curar su corazón era la autodestrucción. 

—¿Sabes? Ya no pienso en mí, he llegado a un punto en que pienso en lo que quiero para los demás. ¿Era de esto de lo que me hablabas Rojo? ¿Era esa la mentalidad que había que tener para ser un gran líder? Ya ni siquiera pienso en mi vida, mucho menos que en la guerra. Se que voy a morir y ya no me importa. Ya no solo es por mi gente, es por todo el mundo. Ya no se trata de salvar el futuro de los nuestros, se trata del destino común. Todos estáis muertos, y los vivos no tienen iniciativa. Soy la única que queda para la causa, todo está en mis manos. Ahora más que nunca debo predicar con mi ejemplo. El futuro es incierto, pero no sé en quien confiar, y todo se viene abajo. ¿Por que coño te fuiste Rojo? ¿Por que? —Hablaba la chica sola algo ida.

Cuando terminó de hablar con los fantasmas que tenía en su cabeza, se enfadó y tiró una de las botellas contra el suelo con todas sus fuerzas. Al reventar el cristal un pequeño trozo salió disparado, clavándosele en el brazo izquierdo bruscamente.

—¡Joder! ¡Puta mierda! —Se quejó la chica de mal humor, quitándose el trozo de cristal que se le había incrustado.

La joven ya iba lo suficientemente borracha como para tambalearse de un lado a otro en cuanto se dispuso a caminar. Se disponía a hacer locuras un rato para disfrutar su estrambótica borrachera.

—Esta estará bien… —Murmuró la chica cogiendo otra botella de vino.

Ley se fue de la estancia bebiendo del vino, el cual se le derramaba encima la mayoría de veces por culpa del mareo causado por el alcohol. Llegó a la sección de deportes, donde se paró para jugar un rato al baloncesto. Tomó con fuerza un balón que encontró, para posteriormente intentar encestar sin ningún éxito. 

Cuando se cansó de todo aquello se fue paseando a trompicones por las diferentes estancias del centro comercial. Se paró en seco en la sección de ropa, pensando que las ropas que llevaba debajo del traje ya estaban demasiado viejas. En un abrir y cerrar de ojos se desnudó, tarareando una antigua canción que se le había metido en la cabeza.

—¡Ya era hora! —Exclamó la pelirroja con una sonrisa pícara, mirando sus destrozadas ropas al lado de todas esas prendas en perfecto estado y listas para estrenar.

Para su suerte mientras bailoteaba desnuda por la estancia se tropezó con un mp3 tirado en el suelo. Fascinada lo cogió rápidamente, asegurándose de que tenía pilas. Una vez lo encendió se le iluminó la cara al ver que el aparato tenía un montón de canciones que le encantaban.

—¡Esto va a ser mejor de lo que yo pensaba! —Dijo con entusiasmo la delgada chica, poniéndose rauda los cascos.

Empezó a rebuscar entre las prendas con otro ánimo, al poder escuchar música mientras lo hacía. Escogió la ropa interior más sexy que encontró, poniéndosela con picardía en un peculiar baile bastante provocador. Terminó entre carcajadas, riéndose de lo mucho que se le iba la cabeza. Rebuscando entre las perchas se topó con un ajustado pantalón de cuero, que a su juicio era de lo más. Después eligió un sensual top rojo, el cual por la parte superior parecía un corsé.

—Ahora si que si. —Murmuró Ley con su media sonrisa, mirándose en un alargado espejo.

Sus ojos se iluminaron cuando se dio cuenta de que en la siguiente sección había instrumentos. Se puso rauda el traje militar encima, para posteriormente echar a correr hacía una brillante guitarra eléctrica de color rojo. Ley estuvo mirando el deseado instrumento varios minutos, quedando anonadada con él.

—¡Venga! ¡Por favor! —Pedía la chica en voz baja, cruzando sus dedos con esperanza mientras buscaba un amplificador.

Encontró varios pero todos funcionaban enchufándose a la electricidad. Cuando ya estaba desanimada y casi sin ganas, encontró uno par que funcionaban con cargador. El primero no se encendía, pero para su suerte el segundo si. 

—Me merezco esto. —Se dijo a si misma, intentando autoconvencerse de que lo necesitaba y no era un capricho. 

Lo apagó rápidamente para no gastar su batería. Se colgó la guitarra al hombro con entusiasmo, dejando libre sus manos para llevar la caja con la botella de vino encima. Una vez cargada con todo se dirigió a la azotea intentando llegar lo antes posible a ella. 

—¡Que le den por culo a todo! —Gritó con entusiasmo, pegándole una patada a la puerta de la azotea para cerrarla. 

Sabía que lo que iba a hacer era una gran locura, pero entre su estado mental actual y la borrachera, sentía grandes deseos de volverse loca como solo ella misma podía volverse. Soltó las cosas al borde de la azotea, para posteriormente ponerse a mirar hacía abajo. Le dio un par de largos tragos al vino, justo antes de sacar el amplificador y enchufar el cable en el instrumento.

—¡Venga! ¡Vamos! —Gritó excitada Ley, encendiendo con rapidez la guitarra eléctrica. 

La joven empezó a tocar con sus delgados dedos, poniendo todo su ser en lo que estaba tocando. Con su pícara sonrisa en todo su apogeo, jugaba con la guitarra como si de algo fácil se tratase. Movía los pies de un lado a otro con soltura, comenzando así su borracho y alocado baile. Se balanceaba por todo el filo de la azotea, sintiéndose la mujer más poderosa del mundo entero. Todo aquel escándalo estaba llamando la atención de todos los podridos de la zona, pero a la chica no parecía importarle en absoluto. Ella saltaba y meneaba la cabeza continuando su baile sin parar. Disfrutaba al máximo de aquel intenso momento que su locura sin límites le había brindado. 

—¡Joderos cabrones! —Se desahogó Ley entre risas, justo antes de ponerse a cantar como si de una actuación se tratase.

Sabía que estaba completamente desquiciada haciendo todo aquello. Ni siquiera sabía como se las apañaría luego para salir del lugar, pero eso era algo que en aquel preciso y único momento no le importaba. Lo que esa situación le estaba haciendo sentir era tan grande, que era como si borrara cualquier tipo de preocupación o dolor. Su adrenalina y su borrachera hicieron que la chica, no pensara en otra cosa distinta a continuar con aquello. Sentía que tenía el mundo a sus pies, y sin duda eso era algo que en el mundo actual no tenía precio. Si luego todo se torcía, bueno, ella ya había disfrutado bien de la vida. Esto se resumía en dos recurrentes frases de la chica, “Que me quiten lo bailado” y “Lo comido por lo servido”. Era algo que Ley decía mucho para justificar sus actos, ya que era algo que sentía constantemente.

La chica continuó con su extraña actuación hasta que se le gastó la batería del amplificador. Cuando este se apagó para ella fue como un bofetón de realidad. Ya no podía seguir haciendo tonterías, tenía que centrarse en salir de aquel lugar. 

Por el camino de vuelta la joven vio algo que hizo cambiar su interior. Se tropezó con un “made in Spain” en una de las estanterías de la armería. Aquello le recordó a Santiago, haciendo que repentinamente sus estúpidas ideas desaparecían en cuestión de segundos.

—¿Qué cojones estoy haciendo? —Se preguntó a si misma completamente enfadada.

No era momento para preocuparse por si misma, y menos para auto compadecerse. Se acababa de dar cuenta de lo estúpida que había estado siendo, convenciéndose a si misma de que jamás volvería a actuar de aquella manera. Eso era algo que podía hacer antes, cuando el mundo no se había convertido en caos y muerte. Ya no se trataba de ella, ya se trataba del mundo. Quizás estaba siendo un poco narcisista al cargar con todo aquel peso como si fuera obra de la divina providencia, pero eso era lo de menos mientras su objetivo llegara a buen puerto.

—Cuando no se teme a la muerte, se hace penetrar en las filas enemigas… —Susurró con convencimiento, recordando una de las grandes frases de Napoleón Bonaparte.

Lanzó la botella estampándola contra la pared de enfrente, proponiéndose continuar su camino sin más dilación. Sabía que no sería fácil salir de allí, pero ella nunca había sido una de esas personas que veía imposibles en el destino.

Lo más lógico hubiera sido trazar un plan, pero aún se sentía dominada por sus sentimientos. Necesitaba caer rendida para empezar de nuevo, necesitaba seguir siendo un ser destructivo para terminar de sanarse. 

Agarró su catana con fuerza, dispuesta a enfrentarse a cualquier cosa que se pusiera en su camino. Continuaba bajando a toda velocidad por los pisos, preparada para lo que se le venía encima. Sabía que los alrededores estarían llenos de criaturas, y que el exterior sería algo así como el infierno. 

Mientras caminaba se tropezó con unas maderas. Aquello le dio una gran idea. Cogió las tablas y volvió a subir rápidamente. Paró en la sección de carpintería, buscando un serrucho y un talado. Rauda se puso a trabajar con las herramientas, diseñando una especie de protección. Había cortado varios trozos de madera, que con la ayuda de unas cuerdas colocó en sus brazos y sus piernas. Ya estaba lista para salir y masacrar a todas esas criaturas.

Cuando llegó a la barricada de los pisos inferiores, cogió aire con fuerza y comenzó a descender llena de valor. Desde allí se escuchaban bastante bien los gemidos y lamentos de los zombies. La chica no pretendía bajar desprotegida, descolgándose por los hierros de las vallas y carritos, con la catana agarrada entre sus dientes. 

Al ver a pocos metros a las pestilentes criaturas, cogió la espada con una de sus manos y bajaba con la otra. Descendiendo con agilidad, blandió la catana con fuerza, sesgando la cabeza de varios podridos que estaban cerca. Si quería salir de allí con vida, tendría que repetir esta acción hasta acabar con la mayoría de los que esperaban justo debajo suya.

Fue un duro trabajo encargarse de aquello, pero la rabia que sentía en su interior se lo puso bastante más fácil. Cuando acabó con la vida de los que le impedían bajar, se dejó caer como si de un mono se tratase. Terminó con la vida de los que quedaban en el lugar, haciendo gala de su gran técnica de combate. 

Al salir vio como aquello era literalmente el infierno. Aquello si parecía el apocalipsis del que se hablaba en la biblia, siendo el lugar la verdadera resurrección de los muertos.

Ayudándose de la protección extra que le proporcionaban las maderas, consiguió acabar con muchos de los zombies que se encontraban detrás de la puerta de la salida de emergencia. Cargaba contra ellos con las tablas de su brazo, mientras con el otro exterminaba a todos los que podía.

 —¡¡¡ARRGG!!! —Gritaba la chica con fuerza, arremetiendo brutalmente contra las criaturas, logrando hacerse paso a gran velocidad.

Cuando se veía atrapada entre la muchedumbre de muertos vivientes, los apartaba con unas feroces patadas que daba con toda su fuerza. La situación era dura y peligrosa, pero le estaba dando la oportunidad de desahogarse. Le dolían bastante los brazos, pero esa rabia que sentía hacía que no le importara ni lo más mínimo. Cortaba cabezas de un lado y de otro, sintiéndose casi como la representación en la tierra de la ira de los dioses. Estaba tan desquiciada y rabiosa, que ni aquella gran horda de podridos iba a impedirle pasar. 

Todo había cambiado en su interior, haciendo de ella un nuevo e indestructible ser. Se sentía realmente poderosa, mientras realizaba tal esfuerzo al pelear contra todos esos zombies. 

El rubio y el pelirrojo acababan de dejar a Will con el médico, cuando fueron a otro pequeño bunker para hablar seriamente. Johnny no había querido esperar ni un solo segundo, para reclamarle a su compañero que le explicara todo lo sucedido. Jimmy aceptó con la condición de hacerlo a solas en otro lugar, evitando posteriores cuchicheos de los demás soldados.

—¿Y bien? —Dijo enfadado el esquelético joven, dejando claro que no quería dar rodeos, pues para eso había ido hasta aquel lugar.

—No sé si Ley va a volver. Cuando yo… Cuando yo le conté algo, ella se volvió loca, tú la conoces. —Contestó Jimmy con culpabilidad, agachando la cabeza con tristeza.

—¡Cuéntamelo! ¡Todo! ¡¡¡YA!!! —Exclamó el pelirrojo con ira, agarrando las ropas de su compañero.

—Yo ayudé a que Denise jodiera lo de Rojo y Ley. La ayudé a que se metiera en medio de su relación. ¡Ella me engañó! Fingió un intento de suicidio, y yo… ¡Yo fui imbécil y me lo creí! También, cuando os quedasteis todos atrapados después de la batalla esa en aquel pueblo de Bagdad. ¿Lo recuerdas? ¡No llegaron los refuerzos por mi culpa! Sabes que en aquella época me gustaba Denise. Ese día ella me entretuvo, fue la primera vez que me la follé.  —Confesó el rubio avergonzado.

Johnny apretó las ropas de Jimmy con más fuerza, lleno de ira al escuchar que no solo era gilipollas, sino que también era un mal camarada.

—¡¿Me estás diciendo que aquel día nos dejaste tirados al borde de la muerte?! ¡¿Por *****te a una tía?! ¡Ese día Will no murió de milagro! ¡Yo recibí iba a desangrarme ese día! ¡¿Sabes lo que tuvieron que hacer Ley y Rojo para sacarnos de allí?! ¡¿Sabes cuanta gente murió por tu culpa?! —Vociferó el pelirrojo completamente desquiciado.

—Johnny… Ley no sabe porque ayudé a Denise. —Susurró el rubio.

El delgado joven le pegó un cabezazo a Jimmy, mientras aún lo agarraba por las ropas violentamente. 

—¡Por tu culpa no está Ley aquí conmigo! ¿Por qué coño tenías que contarle eso? ¡Como no vuelva a verla por tu culpa, te juro que te mato! ¡¿Me entiendes?! ¡Te mato hijo de puta! —Amenazó Johnny totalmente histérico. 

—¡¿Le contaste algo más?! —Preguntó alterado el esquelético soldado.

—Le dije conté que cuando el golpe de estado, yo no fui del todo sincero. Yo sabía que Denise y David no iban a apoyarnos, pero creí que tampoco se opondrían. Tú hermano se enfadó cuando le explique lo que teníamos en mente. Él empezó a romper cosas y a gritar. Denise habló con él, y me dijo que no pensaba ir con nosotros. Después cuando todo salió mal y queríamos huir del país, yo… Yo fui a matar a David y Denise. Fui allí porque sabía que ellos ayudarían al gobierno a que nos encontraran, pero no pude hacerlo, y tampoco os conté nada. También le dije que convencí a Rojo para que viniera conmigo y con tu hermano a buscar a Denise, cuando se había perdido en el bosque. Que por mi culpa él la había dejando plantada cuando lo esperaba para hablar. Lo último que le conté es que el día que él murió, fue con vosotros a la misión porque yo le cambié el turno. Le dije que él estaba muy cansado y no se sentía con fuerzas de ir, pero que yo quería quedarme consolando a Will. Yo le convencí de que tenía que quedarme a ayudar a que Will superase la muerte de su hermana. —Contó Jimmy entre llantos de culpabilidad.

—¡¿Por qué mierdas haces esas cosas?! —Gritó Johnny completamente enfadado.

—¡Yo solo intentaba hacer las cosas lo mejor que creía posible! ¡Ya se que la he cagado! ¡Quería ayudar a todos y al final le he hecho daño a casi todo el mundo! —Respondió hastiado, llorando incontroladamente.

—No quiero saber nada más de ti… —Añadió Johnny con decepción, soltando las ropas de su compañero lentamente.

El rubio se sentía como una mierda. Estaba completamente atormentando, por todas las consecuencias que habían tenido sus actos. Ahora entendía perfectamente cual era su problema. Él quería ayudar a todo el mundo, pero nunca pensaba en las consecuencias de sus actos. Se sentía tan mal y a la vez tan estúpido, que de pronto se prometió a si mismo que jamás volvería a comportarse como un niño.

—Ahora lo único que quiero de ti es que me indiques el camino para buscar a Ley. ¡Con todo lo que le has dicho dudo que vuelva! —Ordenó disgustado el pelirrojo, señalándole el camino con la escopeta.

El coche de la joven se había quedado sin gasolina hacía bastante rato, obligándola a caminar de vuelta a casa. Iba andando bastante distraída y pensativa, cuando de pronto vio un rostro amigo en el camino.

—¡Puma! —Exclamó sorprendida la pelirroja, reencontrándose con su compañero de Stone city.

—¡Puma no te mueras! —Rogó la chica con fuerza, acercándose rápidamente al chico que se acababa de desplomar. 

—Ley… —Murmuró el joven, desvaneciéndose en el mundo de las sombras.

—¡Joder! ¡No! ¡No! —Gritó Ley frustrada, intentando reanimar al inconsciente chico.

La preocupada chica se veía desbordada en aquel momento. Ella sabía que tenía que sacarlo de allí, pero no sabía como. Su único camino era tirar de él hasta llevarle al médico de su grupo.

—¡Uf! —Resopló la joven, haciendo el esfuerzo de cargar con el lacio cuerpo del chico.

Ley caminó un largo rato con su compañero a cuestas, avanzando lentamente por aquel desolador paraje. Ella no estaba en condiciones de hacer tanto esfuerzo, después de todo lo que le había acontecido previamente. Estaba terriblemente cansada, tanto que después de ese largo rato andando cargando con Puma, estaba siendo devastador el continuar con aquella gran tarea.

—¡Venga solo un poco más! —Se ordenó a si misma, intentando continuar con el esfuerzo hasta que encontrara un coche que utilizar. 

Pudo aguantar otro largo rato, avanzando más y más lento a cada paso que daba. Finalmente terminó desplomándose en el suelo presa de la extenuación. Ciertamente no podía avanzar más, no estaba en condiciones de hacerlo. 

—¡No puedo! ¡Joder! ¡No puedo! —Gritó la chica llena de frustración, pegando un puñetazo contra el suelo.

No le quedaba absolutamente ninguna fuerza con la que continuar, así que simplemente se quedo allí tirada como si de un cadáver se tratase. Aquello tuvo que cambiar cuando escuchó los gemidos de varias pestilentes criaturas que no estaban muy lejos de ellos. La cabezonería propia de la joven volvió a reavivarse en su interior, brindándole a la joven de una fuerza extra que le permitió ponerse en pie.

—¡¡¡AARRG!!! ¡Joder! —Bramó la chica intensamente, volcando todas sus fuerzas en levantarse lentamente.

Agarró firmemente su catana, obligando a sus pesados brazos a seguir un poco más. Una cansada Ley acabó con la vida de los dos zombies que se acercaban peligrosamente. Tras aquello ella se desplomó en el suelo completamente abatida.  

—Puma no te mueras, aguanta un poco más. —Murmuró la chica sin fuerzas, mirando al joven con cierta desolación.

Su gran esfuerzo le estaba pasando factura, dejándola bastante afectada tirada en el suelo. El dolor de su alma junto a su extenuación física, hicieron que la joven notara una sensación muy parecida a la de la muerte. En cierta forma estaba muriendo lentamente, con la esperanza de renacer como el ave fénix.

Ley empezaba a desvanecerse también en el mundo de las sombras, cuando escuchó un disparo a lo lejos. Intentó con todas sus fuerzas que sus ojos no se cerrasen, intentando ver lo que ocurría sin ningún éxito.

Una de las ruedas del vehículo se había pinchado. Mientras Jimmy la cambiaba, el pelirrojo tuvo que deshacerse de varios podridos. Una vez listo se montaron en el Jeep para continuar su viaje.

—¿Dónde estuviste discutiendo con ella exactamente? —Preguntó Johnny de mala gana, arrancando el motor rápidamente.

—A unos treinta kilómetros de aquí aproximadamente. —Contestó el rubio con la cabeza gacha.

Un poco más adelante se toparon con un montón de coches que les bloqueaban el paso, obligándoles a cambiar el rumbo y tomar un camino alternativo. Dieron la vuelta y se metieron por una carretera comarcal.

—¡Para! ¡Johnny para! —Ordenó Jimmy bastante nervioso.

—¡¿Qué coño pasa?! —Preguntó enfadado el pelirrojo, frenando en seco.

—¡Es Ley! —Exclamó el rubio con preocupación, bajándose del vehiculo lo más rápido que pudo.

Johnny saltó casi literalmente del coche al escuchar las palabras de Jimmy. Aquello no podía estar pasando. Ahora que tenía a la chica de sus sueños, ella no podía morirse, no podía abandonarle de esa manera.

—¡Esta viva! —Gritó entusiasmado el rubio, justo después de encontrarle el pulso a la joven y notar que su corazón seguía latiendo.

Johnny abrazó a la joven con todas sus fuerzas, al ver que no tenía ninguna herida causada por los podridos. Mientras la abrazaba se dio cuenta de que el cuerpo que había al lado de la joven, tenía un rostro familiar que había visto hacía poco tiempo.

—¿Y ese está vivo? —Preguntó el pelirrojo señalando a Puma.

—Su corazón late muy despacio, y… ¡Joder! ¿Qué coño es esto? —Respondió Jimmy con confusión, analizando el cuerpo del joven.

—¿Qué? ¿Qué coño pasa? —Preguntó nervioso el pelirrojo, tras la contestación de su compañero.

—Suelta un líquido blanco muy raro. ¿Este tipo es humano? Parece un jodido Cyborg o algo así. —Contestó el rubio extrañado.

—¡Mételo en el coche! Seguro que al viejo le interesa investigarlo. —Ordenó Johnny algo desconcertado.

El pelirrojo dejó cuidadosamente a la chica en uno de los asientos traseros, justo después de que Jimmy hiciera lo mismo con Puma. Ambos continuaron el camino de vuelta a casa en silencio, preguntándose que coño era ese líquido blanco que brotaba del acompañante de Ley. 

Llegaron lo antes posible a su refugio. Parecía que desde que ellos se habían marchado las cosas habían ido a peor. Nadie parecía trabajar, y lo que era peor aún casi todos estaban discutiendo. La cosa estaba tan fea que mucho incluso habían llegado a las manos, provocando un ambiente bastante tenso a la llegada de los jóvenes.

—¡No te pares! —Gritó Johnny enfadado, cargando con su amada para llevarla al interior del bunker.

Jimmy se había quedado pasmado al ver la situación actual de su refugio. No podía entender como habían llegado a aquello en tan poco tiempo. Lo único que tenía claro era que sin Ley nadie podía amansar a todas aquellas fieras juntas para que cooperasen civilizadamente. 

Ambos llevaron a Ley y Puma junto al nervioso médico. El viejo científico, el cual en el pasado fue el suegro de la chica se acercó rápidamente. Ambos profesionales echaron a los dos soldados de su lado, intentando trabajar tranquilos. El anciano quedó impresionado con aquella sangre blanca del joven, mientras el médico suturaba sus heridas. 

Ley despertó en el bunker bastante desorientada, notando la pesadez de su cuerpo al levantarse con lentitud. Escuchaba gritos y golpes, preocupándola seriamente por el estado del resto de sus compañeros. Miró a su alrededor todavía medio atontada, dándose cuenta de que estaba en la habitación pequeña que se usaba como enfermería. A la izquierda estaba Will con una escayola y la cabeza vendada, mientras que a la derecha estaba un adormilado Puma lleno de vendas y gasas por todo su torso. Cogió su espada y se dispuso a caminar para ver lo que pasaba.

—Quédate aquí, descansa. —Susurró la pelirroja, dirigiéndose a Puma. 

La chica sentía un terrible dolor de cabeza, notando unas agudas punzadas que parecían taladrarle el cerebro. Se tambaleó un par de pasos cuando se dirigía hacia la puerta. Una vez entró en la gran estancia, observó como se había desmadrado todo mientras ella había estado fuera. Aquello parecía una cuadra en vez de un refugio de militares, aquello era algo que ella no iba a consentir.

—¡¿Qué cojones está pasando aquí?! ¡¿Qué puta mierda estáis haciendo panda de mamarrachos?! —Gritó Ley completamente histérica, despertando a los que dormían y frenando a muchos de los impulsivos soldados.

La pelirroja no salía de su asombro al ver todo lo que estaba pasando. Después de entrar en la habitación, no podía creer lo que sus ojos habían visto. Muchos de ellos se estaban pegando en trifulcas desproporcionadas, otros estaban tirados en el suelo casi en coma etílico, incluso había varios soldados abusando sexualmente de unas chicas desconocidas. Parecían una panda de bárbaros sin ley y sin orden. 

—¡¿Es que vosotros no me habéis escuchado?! —Vociferó la pelirroja completamente enfadada como si de un demonio se tratase, viendo como un par de soldados continuaban violando a una joven llena de lágrimas.

Muchos de los demás soldados continuaron con sus peleas, al ver que la pelirroja había perdido bastante autoridad. Todo esto fue algo que Ley no soportó ni un solo segundo, la chica estaba completamente fuera de sus casillas y había estallado.

—¡¿Con que esas tenemos no?! ¡Os vais a cagar hijos de perra! —Gritó a toda velocidad la pelirroja con asco y cierto odio.

La joven se dirigía con paso firme hacia aquellos dos desalmados, mirándoles con un odio que era imposible disimular. Sin temblarle el pulso ni un solo segundo, sacó la catana rápidamente, cortándoles la cabeza despiadadamente a ambos.

—¡¿Alguien quiere unirse a ellos?! ¡Venga! ¡Decid! ¡¿Queréis acabar igual?! ¡¿Qué decís?! —Preguntó una y otra vez la joven, intentando provocar al resto de soldados.

—¡¿No verdad?! ¡Pues hacedme caso de una puta vez! —Vociferó la pelirroja con agresividad.

Todos se habían quedado inmóviles al ver lo que acababa de acontecer. Nadie hubiera esperado aquello, nadie comprendía como la joven había hecho eso sin ni siquiera pensarlo dos veces.

—¡Las cosas son bien claras! ¡Quien se quiera quedar aquí va a tener que respetar unas normas! ¡Esto no es una taberna de piratas! ¡Sois militares y no podéis comportaros como bestias! ¡A partir de ahora le cortaré la cabeza a quien no me obedezca! ¿Está claro? ¡Pues ahora a limpiar este estropicio panda de piojosos! —Aclaró Ley sin titubear ni un solo segundo, mirándoles a todos con asco y desprecio.

Ninguno se lo pensó ni un solo momento, todos comenzaron a adecentar en lugar como les acababan de ordenar. Todos hicieron caso a las palabras de la joven, actuando de mala gana y con cierto resentimiento. 

—¡¿Dónde coño está Johnny?! —Preguntó Ley alterada y de mala gana.

—En el segundo bunker, el que esta al lado de esa casa tan pija. —Contestó rápidamente uno de los soldados. 

Empezaron a sonar unos porrazos metálicos, preocupando a la chica al no saber de donde venían.

—¡¿Qué coño es eso?! —Preguntó bastante enfadada, mirando aun con desprecio a los presentes.

Todos guardaron silencio, pasando de la pregunta que les acababan de hacer. La pelirroja siguió escuchando los porrazos hasta descubrir de donde venían. Una de las taquillas metálicas de la estancia era la que producía aquel ruido. Ley se acercó lentamente con la catana agarrada con fuerza, pensando en descubrir que era lo que había allí dentro. Para su sorpresa una vez abierta descubrió algo que le incomodo hasta lo innombrable.

—¡¿Se puede saber quien mierda ha metido aquí a Elizabeth?! —Preguntó desquiciada Ley, ayudando a la joven a salir de la pequeña taquilla en la que la habían metido como si fuese una contorsionista. 

Nadie contestó a la pregunta, pero todos miraron al suelo con cierta culpabilidad. Ley los miraba con fuego en los ojos, mientras ayudaba a la chica a quitarse la mordaza. La pelirroja observo la ira y la tristeza en los ojos de aquella soldado, lo que la hizo enfadar todavía más.  No hacia falta que nadie le explicara nada pues ya podía imaginarse lo que había ocurrido, tras ver todo lo que había tenido que ver en escasos cinco minutos.

—¡¿No teníais suficiente con esas chicas que me habéis metido aquí?! ¡¿Le teníais que hacer lo mismo a Elizabeth?! ¡Me estáis dando tanto asco, que juro que os aniquilaba a todos ahora mismo! —Dijo entre alaridos la histérica pelirroja.

Ninguno dijo absolutamente nada después de la reprimenda que les estaban echando. Nadie quería asumir sus culpas en aquellos terribles incidentes, pues sabían que si hablaban Ley les cortaría la cabeza sin pensarlo ni un segundo. 

—¡Que asco me estáis dando! ¡Que sepáis que ya se os ha acabado el rollo! ¡No pienso consentir ni una más! ¡Vuestro trabajo es centraros en la misión! ¡Quien no se centre única y exclusivamente en eso os juro que me lo cargo! ¿Me estáis escuchando? ¡Venga! ¡No os oigo contestarme! ¿Qué es lo que vais a hacer a partir de ahora? ¡No os oigo malditos hijos de puta! ¿Me vais a chupar el culo y vais a hacer todo lo que yo os diga? ¿O queréis que me lie aquí a tiros con todos vosotros? —Vociferó desafiante Ley, apuntándoles con una escopeta que acababa de coger de una mesa.

Puma llevaba un rato escuchando y observando lo ocurrido, escondido detrás de la puerta de la improvisada enfermería. No le hacía ninguna gracia el lugar donde se encontraba, no se sentía seguro con semejante gente cerca.  No paraba de preguntarse porque su amiga le había llevado a aquel lugar, ahora se sentía atrapado.

—¡Si, mi señora! ¡Vamos a chuparle el culo, mi señora! ¡Esto no volverá a suceder! ¡Se lo juramos! ¡Usted es la general al mando mi señora! —Contestaron casi al unísono todos los soldados, al ver que Ley iba totalmente en serio con eso de matarlos a todos.

—¡No dudéis en que os mataré a todos si no acatáis mis ordenes! ¡De nada me sirven unos soldados que no cumplen su misión! ¡Sois unos gusanos! ¡Espero que pronto podáis volver a ser militares de honor! ¡Ahora solo sois una vergüenza! —Dijo ofuscada la joven, dejando claras sus intenciones.

En aquel extraño momento apareció Johnny por la puerta, preguntándose que era lo que había ocurrido. Al pelirrojo le seguía un entristecido Jimmy, avanzando lenta y pesadamente. 

—¡Jimmy quédate con esta panda de hijos de puta! ¡Asegúrate de que se portan bien en mi ausencia! —Ordenó la pelirroja al ver a sus compañeros entrar.

Ley cogió al pelirrojo del brazo para sacarlo fuera y tener una conversación privada. Necesitaba explicaciones de todo aquello, la chica no entendía como había ocurrido todo eso en su ausencia.

—¿Johnny que coño ha pasado? —Preguntó Ley enfadada, una vez que ya estaban solos.

—Menos mal que ya estás aquí con nosotros. Sin ti esto se desmadra. Esta semana ha sido horrible. —Contestó el pelirrojo con cierto alivio.

Johnny abrazó a la chica, contento de verla otra vez despierta. Cuando ella no le hacía compañía, él perdía la razón y el sentido de lo correcto. Sabía que aquellos días no había hecho mucho por intentar apaciguar a las fieras de sus compañeros, pero aquello era algo que no pretendía contarle a su amada para evitarle otro disgusto.

—Nena tienes que descansar más, no puedes seguir así. Todo ese cansancio acumulado te está haciendo estragos. Tienes que dormir, no puedes hacer lo que llevas haciendo todo este tiempo. El viejo te ha tenido dormida una semana para que tu cuerpo se recuperase, esos estimulantes van a matarte.  —Aconsejó Johnny a su amada, mientras la seguía abrazando con fuerza.

—¿Qué les ha pasado a ellos? —Preguntó la chica con preocupación.

—Cuando volvió Jimmy sin ti, todos pensaron que no volverías por h o por b. Tú eres la única que es capaz de controlarlos, no puedes irte. —Contestó el pelirrojo con seriedad.

—Johnny, yo… Lo siento, Jimmy me contó algo que… —Dijo Ley entrecortadamente, sintiéndose mal por abandonar a Johnny  de la manera que lo había hecho.

—Shhh, nena no importa. —Añadió Johnny rápidamente, preocupado por el asunto.

No quería que Ley volviera a recordar todo aquello. A él le daba pánico que lo hiciera, ya que temía que le volviera a abandonar. Deseaba que ella se quedara con él hasta el final, no podía soportar la idea de que se volviera a marchar. 

—¿Dónde están los demás? —Preguntó la joven con cierto nerviosismo.

—Me llevé a los más tranquilos al otro bunker. También me llevé nuestras provisiones, no podía confiar en esta gente. —Respondió con seriedad, intentándole demostrar a la chica que él había actuado lo mejor posible.

—Diles que vengan. —Pidió Ley con firmeza, mirando al joven de una manera de la cual este no pudiera negarse.

Puma aprovechando el descuido de los soldados, decidió ayudar a escapar a esas pobres jóvenes que habían sido violadas. No creía que Ley hiciera nada malo con ellas, pero tampoco quería esperar a comprobarlo. Él sabía que esas pobres chiquillas ya habían sufrido demasiado, aquello era algo que se notaba en las caras de las chavalas. Estaba horrorizado por lo que había ocurrido, no podía parar de pensar en Flor. Cada vez que miraba a las chicas le recordaban a su hermana, ya que estas eran más o menos de la misma edad. Estaba completamente convencido de que eso era lo que debía hacer. 

—Yo os voy a sacar de aquí. —Les dijo en voz baja, intentando calmar un poco a las desconsoladas chiquillas.

Robó un par de máscaras de gas que puso en una mochila, mirando que más podía darle a las chicas. Encontró un cuchillo y una pistola con dos balas. También pudo hacerse con una lata de atún, aquello era todo lo que podía darle a las chicas sin que los soldados se dieran cuenta. Tenía que hacerlo rápido pues no sabía cuanto tiempo duraría aquella discusión. 

—Tomad, venid conmigo. —Susurró Puma con compasión, entregando raudo la mochila.

Las encubrió detrás de él, llevándolas hasta la puerta del bunker con sumo cuidado. Echó un vistazo fuera para asegurarse de que era seguro salir, mientras las muchachas se ponían las máscaras de gas. Observó que allí solo se encontraba una pensativa Ley, la cual se dio cuenta y les dio el visto bueno para que salieran. 

—Espero que tengáis más suerte. —Se despidió Puma orgulloso de lo que acababa de hacer.

Tras ver como ambas chicas se marchaban, Puma se acercó a la pelirroja con la intención de que esta le explicara que hacía él allí.

—Veo que estás bien. —Dijo Ley sonriente al ver la mejoría del chico.

—¿Qué es este lugar? —Preguntó el joven algo confuso.

—La guarida del lobo… —Contestó la chica bastante ausente, inmersa casi por completo en sus pensamientos.

Will interrumpió aquel momento, haciendo acto de presencia. El soldado desorientado se había percatado de que la situación había empeorado mientras se recuperaba de la pelea con Johnny.

—¿Quién es este? —Preguntó Will disgustado al ver que un extraño estaba rondando por el lugar.

—Un amigo. —Respondió rápidamente la joven, como si aquello no tuviera importancia.

Will examinó con la mirada a Puma de arriba abajo. Al malherido soldado no le hacía ninguna gracia aquel asunto. No lograba comprender que hacía un extraño en su refugio, mostrándose inconforme al mirar con mala cara al joven.

—Puma este es Will, un gran amigo. Algunas veces puede resultar bastante irritante, pero es un buen camarada. Will, conozco a Puma de Stone city, el iba con el grupo de mi hermano. —Presentó Ley a los chicos, tras un largo silencio que esta empleó para atar algunos cabos en su cabeza.

—¡El pequeño M.A! ¿Cómo está ese travieso chiquillo? —Dijo con una sonrisa Will, estrechando la mano de Puma.

—Nos separamos, pero estoy seguro de que está bien. —Contestó el joven cuidadosamente, intentando no preocupar a nadie.

Realmente esa era una cuestión que preocupaba a Puma. No paraba de pensar en el destino y el bienestar de su grupo. Él no tenía la intención de preocupar a su amiga, guardando para si la preocupación que le encogía el corazón.

—¿Me puedes explicar que te ha pasado? ¿Cómo has acabado así Will? —Preguntó la chica con interés, intentando obtener toda la información posible.

En ese preciso momento llegó Johnny con el resto del grupo, tal como había pedido la joven momentos atrás. Will miró con odio al pelirrojo, apretando los puños con todas sus fuerzas. Aquel gesto fue rápidamente interpretado por Ley, la cual se acababa de dar cuenta de todo lo que había ocurrido sin que nadie le contara nada.

—Johnny trae a Jimmy de inmediato. —Ordenó tajantemente la delgada joven.

Este asintió raudo, cumpliendo las órdenes sin pensarlo ni un solo segundo. Cuando salió de bunker con Jimmy, pudo observar que la chica no se encontraba demasiado bien. Él podía notar como ella había traspasado un límite emocional del que jamás volvería. Podía leer en los ojos de su amada como todo había cambiado drásticamente. Jamás había visto esa expresión en la cara de la joven, comprendiendo que su doliente alma la había llevado lejos de allí.

—Tenemos que ponernos serios con este asunto. —Murmuró Ley acompañada de una mirada que los atravesaba a todos.

—Podríamos descansar y ya mañana pensar que hacer. —Sugirió Will algo cansado.

Jimmy observaba con dolor a su amiga, viendo como su alegría se había evaporado definitivamente. Era como si ya no estuviera en el mundo de los vivos, ella estaba más allá, en un lugar donde nadie podría llegar. La miraba entristecido viendo como el alma de la joven se encontraba en algún lugar muy lejano, de donde jamás regresaría. Él se sentía culpable por todo aquello, pensando que había matado a su amiga por dentro. El rubio veía como su antigua compañera se había marchitado, quedando completamente ausente después de sobrepasar aquel delgado límite.

—Vosotros dos ya os habéis peleado una vez, esto no debe volver a repetirse. Vais a seguir trabajando juntos os guste o no —Pidió de mala manera la pelirroja, pensativa y cambiando de tema radicalmente.

—¡Yo no voy a hacer nada con este soplapollas! ¡No voy a colaborar con él! ¡O va él o voy yo! ¡Es que me la suda todo! ¡Me piro como no sea así! —Gritó Will desquiciado.

—¡Will cállate! ¡Tú vas a hacer caso y punto! —Ordenó Ley tajantemente, dejando sorprendidos a sus compañeros por la brusquedad que tubo al decir las cosas.

—¿Ley estás bien? —Preguntó preocupado Johnny, mirándola perplejo por el comportamiento de la chica.

—Todo está bien… —Contestó algo ida la joven, sin ni siquiera mirar al pelirrojo.

Todos se miraron entre sí entristecidos, comprobando como realmente Ley había traspasado una frontera mental y emocional. Nadie abrió la boca, dejando un estremecedor silencio que encogía el corazón de los soldados. Su vieja amiga parecía tan diferente que ya les era imposible mirar en su interior.

Puma no entendía que le ocurría a la pelirroja, pero entendía que algo dentro de ella había cambiado radicalmente. Aquello sumado a los rostros de preocupación de los compañeros de la chica, le hizo ver que era algo bastante serio lo que había ocurrido.

—Marchaos dentro, dejadme a solas con Jimmy. —Pidió repentinamente la chica, después de aquel incomodo silencio. 

Los presentes hicieron caso, marchándose rápidamente y en silencio. Jimmy se puso bastante nervioso, intentando averiguar por donde le saltaría la chica en cuanto estuvieran solos de nuevo.

—No quiero excusas, ni explicaciones, ni siquiera que intentes disculparte. —Le transmitió su deseo Ley, mirándole con fuego en los ojos cuando todos se habían marchado.

Aquella intensa mirada incluso le hacía daño al rubio, dándole la sensación de que ella quería comérselo como si de un león se tratase. La expresión de los ojos de la pelirroja se le quedó grabada con fuego en su interior, provocándole incluso la basta impresión de que aquella mirada le atacaba como si aquel brillo lanzara miles de cuchillas hacía él.

—¡Voy a ser implacable con todos aquellos que no cumplan mis órdenes al pie de la letra! ¡No voy a arrodillarme ante nadie! ¡No pienso tener compasión! ¡Ay de aquellos que se revelen contra mi voluntad! ¡No quieras saber lo que haré con ellos! ¡Póstrate ante mí! ¡Se mi más fiel seguidor y yo perdonaré tus ofensas! —Exclamó Ley con suma frialdad y determinación, comportándose totalmente inmisericorde con aquel que había sido uno de sus mejores amigos.

Aquel escándalo fue visto por muchos de sus compañeros, los cuales espiaban la secreta conversación desde dentro del bunker. Todos miraban atónitos como Jimmy se arrodillaba frente a la pelirroja, agachando la cabeza como símbolo de obediencia y vasallaje.  

—In saecula saeculorum. —Recitó Ley con seriedad, poniendo su mano en el hombro de Jimmy, haciendo uso de sus conocimientos de latín.

—Dominus, fiat volúntas tua in terra. Fiat et iustitia, pereat mundus, fiat iustitia ruat caelum. —Contestó Jimmy con sumisión.

—Res, non verba. Libertas capitur. Ora et labora. Quid pro cuo. Qui seminat iniquietatem, mete mala. Spiritus promptus est, caro autem infirma. —Añadió la pelirroja firmemente, mirando al rubio con aquel penetrante brillo que desprendían sus ojos repletos de fuerza.

Los compañeros que estaban observando aquello, miraban con basto asombro lo que acababa de ocurrir delante de sus narices. Jamás hubieran imaginado que presenciarían algo así. Se sentían impresionados y sumergidos en un ambiente de otra época, quedándose pasmados con aquella extraña escena. 

—¿Qué han dicho? —Preguntó en voz baja Johnny, sintiéndose bastante confuso.

—Deberías haber aprendido latín cuando nos apuntamos a esas clases. —Replicó Will de mala manera.

—Yo tampoco entendí nada. —Dijo uno de los soldados que espiaba junto a ellos.

—Ella le ha dicho por los siglos de los siglos, cuando él se ha arrodillado. Él le ha contestado después, señora hágase su voluntad en la tierra, hágase justicia aunque el mundo se pierda, que se haga justicia aunque se desplomen los cielos. —Explicó Will rápidamente, tras soltar un leve suspiro al comprobar la ignorancia de sus compañeros.

—¿Qué más? —Preguntaron varios soldados, intentando no elevar demasiado la voz.

—Hechos, no palabras, la libertad se conquista. Reza y trabaja, una cosa por otra. Quien recoge maldad, siembra calamidades. El espíritu está dispuesto, mas la carne es débil. —Relató Will ensimismado, inmerso en sus propios pensamientos.

Todavía Ley miraba con fuego en sus ojos al joven, el cual se levantaba poco a poco del suelo. Él continuaba con la cabeza gacha, mostrándole todo su respeto a la persona por la que a partir de aquel momento daría la vida. Sabía que se lo debía y que está vez no podía fallar.

—Déjame sola un rato. —Ordenó la chica, girándose para darle la espalda a su vasallo. 

Todos se escondieron disimuladamente, preocupándose de que Jimmy no se diera cuenta de que lo habían visto todo. El rubio entró con la cabeza alta, sintiéndose muy seguro de lo que acababa de hacer. El sabía que esa era su manera de redimirse por sus pecados. Se repetía mentalmente una y otra vez que no podía fallarle a nadie más, y sobre todo, nunca más. No iba a permitirse el lujo de cometer errores, estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de no volver a pecar.

Puma volvió a asomarse cuando todos continuaron con sus cosas. Miraba pensativo a la chica, uniendo toda la información referente a lo sucedido. Él era consciente de que no la conocía plenamente, pero en los ratos que habían pasado a solas charlando, ella le había demostrado ser muy diferente. Sabía que nadie era lo que aparentaba, pero en los ojos de las personas se podía leer parte de su interior. Cada vez que se había encontrado con ella, vio como su mirada había ido cambiando. Cuando la conoció reflejaba seriedad y fuerza, pero se veía que era una persona bastante alegre en su interior. Al reencontrarse dos años después notó cierto cansancio en su mirada, pero todavía conservaba algo de optimismo entre la tristeza. Tras lo de Dyssidia observó como hasta con culpabilidad, seguía siendo teniendo el alma entera. Ahora todo eso era diferente. No quedaba ni rastro de felicidad, su optimismo se había esfumado, y su alma se había quebrado. La determinación de la chica se había hecho implacable, su fuerza interior ahora era un poder desorbitado, su seriedad se volvió imponente como el plomo, y su cansancio emocional se hizo tristeza infinita. Incluso momentos antes cuando ella le había sonreído, se había dado cuenta de que sonreía con cierto desconsuelo. Puma podía ver mucho en las personas, simplemente observándolas. No hacia falta que ninguno le contara nada de la joven, para que él se diera cuenta de lo que ocurría. No podía ver los planes de la chica, la cual reflejaba que estaba más allá de lo que cualquier persona pudiera comprender. Ya conocía aquello, esa mirada perdida que parecía atravesarlo todo. 

Aquellas personas que llegaban a tener esa mirada en sus ojos, parecían ver el camino completamente nítido. Por su experiencia personal sabía que las personas que llegaban a tener esa mirada en sus ojos, habían visto y comprendido tanto, que entendían el gran sacrificio que tenían que hacer por una causa mayor a ellos mismos. Por lo general esa gente sentía que había visto la luz, y que el camino a recorrer para su objetivo estaba completamente claro. La mayoría de ellos ya no les importaba su propio bienestar, cuando llegaban a tener esa mirada estaban muriendo por dentro. El dolor y la frialdad de la vida, les había señalado el camino correcto. Puma sabía bien lo que ellos pensaban a partir del momento en el que les cambiaba la mirada. Ellos creían que el dolor personal era el precio que tenían que pagar por las grandes gestas. Todas esas personas eran conscientes de que luchaban en batallas de dificultad incalculable, peleando contra lo imposible sin rendirse. Llevaban cargas demasiado pesadas para un mortal, por eso pensaban que la grandeza costaba el más duro de los sacrificios.

La misteriosa chica que había conocido dos años atrás, continuaba siendo un misterio para él. No paraba de preguntarse que es lo que le había sucedido a la joven para acabar así. Tenía tantas preguntas que le rondaban la cabeza, pero al mismo tiempo sabía que no era buena idea compartirlas. Lo que más le rondaba la cabeza era hasta donde podría haber llegado la chica, después de ir más allá y traspasar el límite. Pensaba en los posibles objetivos de la chica, en el bando en el que luchaba, en su futura evolución, incluso en el destino que había elegido la joven. Le preocupaba que la pelirroja se hubiera convertido en un camicace, él ya había visto demasiadas muertes de gente que apreciaba. 

Ley estaba completamente inmersa en sus pensamientos. Los últimos incidentes habían servido para mostrarle lo que tenía que hacer. Estaba claro que debía olvidarse de sus problemas personales, y encargarse del asunto como era necesario. Era el momento de imponerse con fuerza, y no dar tregua a la pérdida del camino recto. Había comprendido que esta era la única forma que había para cumplir su cometido. Ya había decidido que las cosas iban a cambiar mucho en los próximos tiempos. Sería ella quien tomara el control de todo. Estaba claro que sin que ella los guiara, ellos no eran capaces de hacer lo que era necesario. Ya había probado de otras maneras, y por confiar en las capacidades de los demás, todo se estaba desmoronando. Ella les haría entender que era lo que se esperaba de ellos. 

Jimmy salió del bunker, llamando la atención de la chica con el sonido de sus pasos. Apenas había hecho ruido, y a pesar de que ella estaba ausente, se giró momentáneamente casi como si lo hubiera estado esperado.

—Ley es la hora. —Avisó Jimmy en voz baja.

—¿La hora de que? —Preguntó la chica intentando aclarar sus ideas, sin saber de que le estaba hablando su compañero.

—¿No te han avisado? Los chicos quieren hacer una misa por los caídos. —Respondió el rubio algo entristecido.

Ley asintió falta de ánimo, comenzando a caminar completamente en silencio y con la mirada fija en el suelo. Por la mente de la chica pasaban mil cosas mientras limpiaba sus ropas, intentando estar decente para asistir al funeral de sus camaradas. Ambos entraron dentro del bunker donde todos los soldados les esperaban en formación. El resto se encontraban más acomodados al fondo de la habitación, sentados en unas viejas sillas de madera. Jimmy y Ley se colocaron junto a sus compañeros de mayor rango, presidiendo la cuidada misa. Los chicos habían adecentado todo lo posible aquel lugar, haciendo de el un sitio honorable donde poder celebrar aquel acto. En el centro de la sala habían dejado un puñado de flores de plástico a modo de cruz perfectamente colocadas. Alrededor de aquello se encontraban un puñado de fotos de todos los que homenajeaban, haciendo un enorme círculo que ocupaba gran parte de la zona central de la sala. 

—Cinco minutos de silencio por estos grandes soldados que nunca olvidaremos. —Dijo un malherido Will, poniéndose completamente recto.

Todos los presentes cerraron los ojos mostrando respeto por aquellos que ya no estaban allí. De los rostros de muchos caían amargas lágrimas, mientras que otros apretaban la mandíbula intentando no dejarlas caer aunque finalmente también acabaron haciéndolo. Sus caras reflejaban perfectamente el dolor que sentían por tan abrumadora pérdida.

Puma era ajeno a todo aquello, pero notaba el sufrimiento de todos los allí presentes. Lo asombroso de ver era la entereza que tenían, mostrándose completamente rectos y silenciosos mientras soportaban toda esa agonía. A ninguno de ellos se le movía ni un solo pelo, parecían verdaderas estatuas y eso era algo que impresionaba entre tanto silencio.

—Honremos a nuestros caídos pues están llenos de gloría. Ellos han muerto por nosotros y por el mundo. No se rindieron hasta el último momento, ellos han luchado como auténticos guerreros y han muerto como valerosos hombres. Hablaremos de ellos para que sus nombres queden en el recuerdo de todos. —Se pronunció Ley tras los cinco minutos de silencio.

—Nuestro deber es continuar con su legado, hacer que sus muertes no sean en vano. Glorificaremos sus acciones con las nuestras propias, alabaremos su férrea actitud continuando con lo que una vez empezamos juntos. Ellos no pudieron continuar hasta el final, pero nosotros terminaremos el cometido. No importa si morimos luchando por esto, porque ellos ya han muerto intentándolo y haciéndonos el camino más fácil. Sé que ya les dedicamos misas a los anteriormente caídos, pero también debemos recordarles porque murieron por lo mismo. Centrándonos el los últimos caídos, decir que sin ellos la mayoría de nosotros no estaríamos ahora con vida. —Prosiguió la pelirroja después de una breve pausa.

Jimmy continuó recitando los nombres de todos los que no habían logrado salir con vida de aquel campo que durante tanto tiempo había sido su casa. Mientras el rubio nombraba a todos sus compañeros muertos, el resto permanecía en un sepulcral silencio el cual llegaba a ser hasta estremecedor.

—Supongo que todos creían en cristo, recemos una oración por ellos. —Sugirió Will tras la lectura de nombres.

Los cristianos de la sala rezaron en voz alta sus plegarías, mientras que el resto cada uno rezaba por ellos a su manera. 

—Yo quería en especial homenajear a un soldado, un soldado con el que no había compartido mucho antes pero que en sus últimos momentos me demostró muchas cosas. Ese soldado es el mejor soldado que he visto en mi vida. Aquel soldado tubo miedo, pero ese miedo no le impidió continuar como todo un valiente. No retrocedió ni una sola pulgada aun sintiendo el dolor en sus entrañas, aquel soldado no se rindió ante su agonía, el luchó hasta su último aliento. Ese hombre cantaba valerosas canciones bélicas de su patria, mientras luchaba con todas sus fuerzas. Aquel héroe fue infectado y aun cuando estaba perdiendo la razón, continuaba luchando y cantando sus canciones militares. Tan honorable soldado venció por completo su miedo en décimas de segundos. A ese gran hombre no le importaba que le arrancaran los miembros del cuerpo, él cargaba una y otra vez sin pensarlo. Aquel hombre cantaba que era un novio de la muerte. Él nos enseñó a todos un ejemplo que jamás podremos olvidar, su lección fue pura, sincera, y valerosa. Sus gestas salvaron mi vida y la de muchos compañeros. No tengo palabras para expresar el gran dolor que tubo que soportar, pero estoy segura de que muchos nos rendiríamos ante él. Sus grandes esfuerzos pasmaron de asombro nuestros ojos, mientras que sus palabras nos demostraron el verdadero honor. Es por todos conocido, el gran arrojo y valentía de los antiguos pueblos de Europa, pero este hombre demostró que sin duda su pueblo es el más heroico del viejo mundo. Su cabeza iba perdiendo la cordura por culpa de la infección, pero este soldado no olvidaba su patria. Él la honró y su patria nos honró a nosotros con la presencia de nuestro valiente compañero. Sin duda este hombre quedará como el último héroe español de la historia de la humanidad. Yo personalmente tuve el honor de conocer algunas tropas españolas en Afganistán, y he de decir que se comportaron como valiosos aliados de nuestra patria. Recordemos el pueblo de nuestro compañero con honor y respeto, ya que tenemos constancia de que eran grandes guerreros. Siento un gran orgullo gracias a que pudimos luchar junto a tal valeroso soldado. ¡Recordemos y sigamos el ejemplo de este gran hombre, cuyo nombre era Santiago! —Contó Ley con fuerza, poniendo todos sus sentimientos en aquella larga charla.

Todos los presentes aplaudieron tras el gran discurso de la pelirroja, sintiéndose completamente orgullosos de lo que la chica acababa de contar. Esas palabras sobre Santiago conmovieron a todos, haciendo que incluso a algunos soldados se les saltaran las lágrimas. Aquella gesta que había contado la chica les hizo entender a todos el camino que debían seguir. En ese momento la disciplina que habían perdido tras el ataque parecía haber vuelto a sus corazones. Todos querían morir igual que Santiago, todos deseaban ser soldados de honor. La misión volvía a ser lo más importante de sus vidas.

Puma observaba todo aquello perplejo. Nunca había sentido lo que allí estaba sintiendo en ese preciso momento. Un momento de lo más trágico se acababa de convertir en la fuerza interna de todos aquellos soldados. Él no había conocido a ese soldado del que se había hablado, pero su historia le llegó muy dentro. No sabía si la historia en si o la manera de contarla de Ley, pero aquello hizo que cambiara algo en su interior.

—Llorad en paz una hora por los caídos, después tenemos que hablar… —Dijo Ley con seriedad.

Todos se quedaron la hora entera recordando a aquellos que habían perdido a lo largo de la vida. Muchos se pasaron la ora entera entre llanos, mientras que otros lloraban interiormente, llevando la procesión por dentro para no mostrar sus sentimientos en público. Este era el caso de Johnny, el cual no paraba de torturarse reviviendo una y otra vez la dramática muerte de su hermano David. El pelirrojo también se torturaba pensando que la sangre de su hermano aún manchaba su ropa. Se castigaba pensando que había besado a Ley teniendo sangre de su hermano por todo su cuerpo. Se fustigaba sin parar, pensando en todo aquello enfermiza y depresivamente. 

La pelirroja pensó en todos y cada uno de sus compañeros fallecidos, pero el que más le dolía recordar sin duda alguna era Rojo. Había tantas cosas que ella hubiera querido que ocurrieran de diferente forma, que cada vez que lo pensaba sentía como se le oprimía el pecho. Ya nada podía hacerse por cambiar las cosas, él ya no estaba allí. Recordaba una y otra vez sus últimos momentos junto a él, reviviendo el trágico momento en el que se dijeron el último adiós y se despidieron para siempre. El instante en el que Rojo dejó de agarrar con fuerzas las temblorosas manos de Ley, había quedado marcado en lo más profundo del alma de la chica. 

Puma tampoco podía quitar ciertas escenas de su mente. Recordó después de mucho tiempo la dolorosa muerte de Eriel, aquel suceso que se le quedaría marcado en el corazón para siempre. Al revivir aquel horrible trance, recordó nuevamente el desconsuelo que sintió con su pérdida. Tampoco dejó de darle vueltas a lo de su querida Flor. Cerraba los ojos y podía ver aquel destello de su mirada, ese que tantas veces lo arropó en este sucio mundo que le traía por la calle de la amargura. Le atormentaban sus recuerdos infinitamente, pensando una y otra vez en la expresión de la joven al ser disparada. Se repetía sin cesar lo fácil que podría haber sido todo, si nadie hubiera apretado el gatillo, disparando aquella bala que lo había arruinado todo. 

Jimmy a diferencia de los demás, nombraba para sus adentros todas las personas a las que había fallado. No podía perdonarse a si mismo, su conciencia ya no podía más. Él también había traspasado un límite. Cruzó la frontera en el mismo momento que le contó todo a Ley, y vio como el dolor le había asestado un golpe mortífero a su amiga.  Ya había convivido con el martirio antes de aquello, pero esa expresión que había visto en el rostro de la joven se le había marcado en el corazón. No podía quitarse de la cabeza el ataque de locura que le había dado a la joven cuando él se lo confesó todo. Con los ojos cerrados visualizaba el momento en el que ella perdió la razón, al sentir tal magnitud que la dejó sin saber que hacer cuando se quebró su alma. Él no sabía que había hecho la joven cuando se fue, tras negarse a estar más tiempo al lado de él. Lo que sabía era que ella había sufrido su arrebato en soledad, antes de regresar al grupo con las ideas tan claras.

Ley despejó sus pensamientos, cuando se dio cuenta de que sus sentimientos se estaban volviendo a apoderar de su mente. No podía permitirse el lujo de volver a caer en eso, obligándose a si misma a volver a dejar sus emociones personales a un lado.

—¡Escuchad! —Exclamó la delgada pelirroja con seguridad, llamando la atención de todos los presentes.

Esta se dirigió al lugar desde donde había presidido la mesa. Todos observaban aquella extraña expresión, que ya había preocupado a algunos momentos atrás. Pese a esa mirada y ese semblante, la joven parecía estar completamente segura de lo que estaba haciendo. Se mostraba llena de fortaleza y determinación, consiguiendo solo con su pose que todos los soldados se cuadraran impecablemente.

—¡Hoy va a cambiar todo! ¡A partir de ahora aquí mando yo! ¡Ya hemos comprobado que no puede ser de otra manera! ¡Vuestros innumerables errores nos han costado muy caros! Por si alguien no los recuerda, enunciaré algunos de ellos brevemente. La improvisación de un soldado ha sido la causante de que ahora el campo de concentración, nuestro hogar y refugio, esté invadido entre los cadáveres de nuestros compañeros. La ineficacia de los demás generales ha provocado que en mi ausencia, esto se convierta en un gallinero descontrolado. La cobardía de otros o sus malas decisiones, han perjudicado seriamente nuestra confianza de camaradas. ¡Si en este mundo infernal solo obedecéis al temor, yo me convertiré en el terror que os empuje en el campo de batalla! ¡Juro por dios que me vais a tener más miedo que al mismísimo diablo! ¡Somos soldados y tenemos una misión! ¿Recordáis lo que juramos? ¡Juramos ser el brazo armado de la justicia! ¡Ahora no queda nada de aquel mundo, pero hay algo que no ha cambiado! ¡Nosotros somos la justicia! ¡Ahora más que nunca el peso reposa sobre nuestras espaldas! ¡Escribamos la historia! ¡Demos ejemplo y que el mundo nos recuerde por nuestra gran obra! ¡Seguidme! ¡Luchad a mi lado! ¡Demostrad vuestro honor como lo hizo Santiago! ¡Volved a convertiros en aquellos soldados llenos de determinación! ¡No os voy a mandar a la muerte mientras yo me quedo segura! ¡Iluminaré el camino! ¡Iré en primera línea de vanguardia! ¡Seguidme hasta el fin, y os juro que habrá merecido la pena! ¡En este lugar no se admiten traidores! ¡Ya puede rezar por su vida aquel que ose desobedecerme! ¡Este cuerpo militar debe ser compacto! ¡Esta tropa tiene que tener clara donde está la autoridad! ¡No toleraré insumisión alguna! ¡Debéis rendir pleitesía! ¡Quien se oponga que hable ahora o calle para siempre! —Dijo Ley con autoridad en un tajante discurso, atravesando a todos con su mortífera mirada, mientras el acalorado discurso alteraba poco a poco a los presentes. 

El modo en el que la chica había dado aquella arenga llena de fuerza, parecía una magistral y agitada obra musical. Había aumentando armónicamente la tensión con su tono de voz y agresividad, convirtiendo el penetrante discurso en un crescendo de emociones del que nadie podía escapar. 

—¿Pero tú estás loca? ¿Qué puta mierda estas diciendo? —Gritó alterado uno de los soldados que se encontraban en la primera fila.

La pelirroja no lo pensó ni un solo segundo, dirigiéndose con paso firme hasta donde se encontraba el disidente. Lo miró desafiante con plena seguridad y autoridad, comiéndoselo agresivamente con los ojos, como si aquel soldado no fuera más que un simple insecto que ella podía aplastar en cualquier segundo.

—¡¡¡OBEDECE!!! —Gritó Ley endemoniada, echando fuego por los ojos.

—¡No puedes auto ascenderte, o destituir a los demás, o lo que coño estés haciendo! —Replicó el soldado, negándose a ser menos que ella.

—¡El mundo no pierde nada sin ti! —Exclamó con asco la pelirroja, desenvainando su catana.

—Ya no violarás a más chavalas. —Murmuró la combativa soldado, clavándole la catana en el pecho en un abrir y cerrar de ojos.

La chica atravesó con fiereza el corazón del hombre, demostrando que ya no iba a ceder ni una sola vez más. Lo mató mirándolo a los ojos con aquella nueva y penetrante mirada que había adquirido la joven. Todos miraron pasmados como la chica imponía la nueva ley imperante, con tal entereza que pareciera obra de la mismísima divina providencia. 

—¡¿Quién está conmigo?! — Preguntó con fuerza Ley, dándole un toque épico a la situación elevando su tono de voz, mientras levantaba la espada con una mano para señalar al cielo.

—¡Luchad a mi lado! ¡Demostrad valor y lealtad! ¡Comportaros con honor y determinación! ¡La historia nos está mirando! ¡Dadles lo que ella espera de vosotros! ¡Jurad fidelidad! ¡Juntos construiremos el nuevo mundo y salvaremos el antiguo! ¡No tendré compasión ni misericordia con los cobardes! ¡Seré implacable con todo aquel que se salga del camino recto! ¡No puede volver a repetirse lo de hace unas horas! ¡No podéis descuidar la misión hasta que esta esté cumplida! ¡Cualquier traidor tendrá que sufrir la ira de mi venganza! ¡No pienso hacerme cargo de nadie que no tenga la misión como el primero de sus objetivos! ¡Tenéis que obedecer! ¡Debéis mostrar respeto! ¡Me conocéis, sabéis que siempre he cumplido mi palabra! ¡Siempre he mostrado lealtad y he arriesgado la vida todas las veces que han sido necesarias! ¡Seguiré dando la vida cada día, pero ahora os toca a vosotros demostrar lealtad y obediencia! ¡Tenemos que estar unidos en una sólida estructura militar! ¡Muchos ya han muerto por la misión! ¡Ellos ya han hecho historia! ¡El destino está en nuestras manos! ¡¿Qué vais a hacer?! ¡¿Vais a seguidme en esta batalla?! ¡Es necesario que alguien coja las riendas! ¡Vosotros no veis el camino! ¡La divina providencia me ha puesto en este lugar! ¡Postraros ante mí, arrodillaros ante mi liderazgo! ¡Rendid pleitesía! —Arengó Ley con una legendaria fuerza, acompañada de la gloriosa postura en la que continuaba con su espalda alzada en el aire.

Sonó implacable, agitada, agresiva, decidida, con frialdad y con una determinación de acero. Todo aquello había calado en los soldados. Sentían la necesidad imperante de morir como el valeroso Santiago. Tenían fe en las cualidades de liderazgo de la chica, y aquellas palabras les habían convencido, tenían un gran destino que cumplir. Si esa era la manera de ser unos soldados de honor que la historia recordase algún día, ellos aceptarían todo aquello.

—Ad mairorem Dei gloriam, ego primam tollo, nominor quia leo. Caeli enarram gloriam Dominus, Etis homines falles, deum tamen fallere non poteris. —Recitó Ley con osadía, volviendo a recurrir al latín para una situación de tal envergadura.

—Will traduce. —Ordenó la chica, atravesando con su intrépida mirada a todos los presentes.

Este asintió rápidamente con sumo respeto, ya que él pensaba que la ocasión merecía eso como mínimo.

—Para mayor gloria de dios, yo cojo la primera, mi nombre es león. Los cielos narran la gloria del señor, aunque los hombres engañen, no podrás engañar a dios. —Dijo con seriedad el pelinegro.

—Dominus, fiat volúntas tua in terra. Ambulemus in lumine Dei. —Predicó el rubio con sumisión, arrodillándose el primero de todos.

—Señora, hágase su voluntad en la tierra. Caminemos en la luz de dios. —Tradujo Will con énfasis, agachándose para demostrar su respeto públicamente.

Todos se postraron después de Jimmy y Will, rindiendo pleitesía como si de antiguos caballeros se tratase. Absolutamente ninguno quedó en pie, consolidándose así la nueva estructura de poder. 

—Ignis aurum probat, miseria fortes viros, et luminus in tenebris lucet. Vivire militare est. A fronte preacipititum, a tergo lupis. —Recitó Ley con una basta fuerza interior, poniendo su espada al frente, como si estuviera en un nombramiento de nobles caballeros medievales. 

—El fuego sirve de prueba al oro, la miseria a los hombres fuertes, y la luz brillará en las tinieblas. Vivir es milicia. Al frente el precipicio, a la espalda lobos. —Añadió el soldado a modo de traductor, cumpliendo lo que se le había pedido.

—¡Levantad! —Ordenó Ley imponentemente.

Todos se levantaron al mismo tiempo, acatando las órdenes de la que a partir de ahora seria su líder. 

Puma quedó impresionado con la demostración de fuerza. Observó estupefacto como Ley acababa de imponerse de la misma manera que lo hacían antaño los emperadores, autoproclamándose líderes sin la ayuda de nadie.

—¡Hoy todos trabajaremos! Unos irán a buscar cualquier cosa que pueda usarse como metralla, otros irán en busca de comida, y un pequeño grupo vendrá conmigo al museo a por armas. ¡¿Está claro?! —Mandó autoritariamente la chica.

Se organizaron los tres grupos rápidamente. Ya nadie protestaba, ni entorpecía el funcionamiento, mostrándose cada uno de forma completamente obediente. 

—¡Ten! ¡Tú te quedas al mando! —Dijo la pelirroja con seriedad, entregándole la pistola al médico.

Este asintió y la cogió con seguridad.

—Tú los protegerás si ponen en peligro de seguridad del grupo. Dispárale a cualquiera que se pase de la raya. —Añadió la chica tajantemente.

Todos se pusieron en marcha rápidamente, dispuestos a aprovechar las horas en su plenitud. En pocos minutos ya estaban listos para salir. Los grupos se despidieron en el exterior, mientras subían a los coches. 

En el grupo de Ley iba Puma, ya que esta quería tenerlo a su lado para hablar con él sobre lo que quería hacer. Los jóvenes se montaron en el camión, completamente en silencio. Ni una sola palabra se intercambió en aquel vehículo durante todo el camino.

Todos pensaban en lo ocurrido, pero cada uno con una idea diferente. Will estaba a gusto con lo que acababa de ocurrir. Él estaba harto de leer libros de historia, y su pensamiento personal es que esa era la mejor manera de controlar a la gente. Jimmy no creía en esa forma de hacer las cosas, pero él se sentía obligado a obedecer incondicionalmente. Johnny era el único que no comprendía aquella situación. El pelirrojo era más partidario del caos, pero él haría todo lo que Ley quisiera, siempre lo había hecho y ahora ya no iba a cambiar. Él lo único que quería era que estuvieran juntos, y que ella le quisiera. 

Cuando llegaron al museo llamado “El viejo arte militar” todos bajaron del camión, dispuestos y con mejor ánimo. Mataron a los podridos que estaban cerca de la puerta, ignorando a los que estaban más lejos. 

Una vez dentro atrancaron la puerta, empujando un gran mueble que se encontraba en el recibidor. Acto seguido Johnny sacó el contador Geiger, observando que los niveles de radiación no eran peligrosos en el interior del recinto. Avisó a sus compañeros con un gesto, indicándoles que era seguro quitarse las máscaras. 

Todos quedaban fascinados recorriendo los largos pasillos del museo, observando todo lo que había en su interior. Lo primero que pretendían hacer era ver todo el material del lugar, para posteriormente poder decidir que iban a llevarse. 

El emblemático lugar estaba dividido por épocas e imperios. Aquel museo albergaba material bélico de todas las clases, procedente de todos los periodos anteriores al siglo diecinueve. Allí había desde armamento, hasta trajes militares, y cuadros que representaban antiguas batallas. 

Se sentían embriagados observando aquellas glorias del pasado de la humanidad, sumergidos en la grandeza de otros tiempos. Las cosas que veían eran procedentes de grandes imperios anteriores incluso a Cristo. 

Caminaban por las secciones que albergaban las cosas más arcaicas del museo. Se sentían seducidos por viejos objetos, que siendo tan antiguos reflejaban una magnifica elaboración. Pasear por aquellos pasillos era como pasar rápidamente por Fenicia, Cartago, Grecia, Roma, y todos esos gloriosos lugares de antaño de donde procedía todo aquel material. 

Era indescriptible la sensación que tenían en aquel sitio, mientras fuera el mundo estaba destruido. La idea de la longevidad de la historia humana, ligada a la idea de que ellos posiblemente estuvieran viviendo el fin de la humanidad, era algo que sobrepasaba las palabras. El mundo que tanto había costado crear, que tantas vidas había costado a lo largo de la humanidad, se había desvanecido en un abrir y cerrar de ojos, comparado con la larga historia que les precedía.

A cada paso que daba entre los recuerdos materiales de aquellos gloriosos imperios, Ley veía más claro el camino. Se sacrificaría todo lo que fuese necesario, era su cometido en la vida, para eso estaba allí. Había decidido morir por su causa, igual que muchos lo habían hecho antes que ella. Necesitaba preservar todo aquello para la posteridad. Realmente no quería que nadie recordase su nombre, pero si la hazaña que ella pretendía realizar por el bien de la posteridad. Ese sería su granito de arena, aquel que aportaría a la larga historia de la humanidad. 

Ley andaba con más y más determinación a cada centímetro que avanzaba. Sentía que el destino ya había marcado una línea recta para ella. Era su deber cruzar hasta el final aquella línea, y se prometió a si misma que sería lo único que le importaría desde aquel día.

—Aquí empieza la parte que nos interesa. La baja Edad Media y la Edad moderna. —Dijo Ley con admiración, observando las emblemáticas armas.

—Vosotros tres, mirad ese pasillo, yo y Puma miraremos este. Coged las espadas que Jimmy os diga, el entiende de esto. —Ordenó la chica con seriedad, señalando el camino que debían tomar. 

Los tres soldados fueron al pasillo que estaba dedicado a las cruzadas, mientras que Ley y Puma registraban el pasillo de la reconquista española. Jimmy completamente concentrado en su tarea, examinaba algunas de las espadas con sumo detenimiento.

—¿Qué te parecen estas espadas? —Preguntó Ley pensativa.

—Yo no soy un especialista en estos aspectos, pelirroja. —Contestó chistoso Puma.

—¿Sabes lo mejor de las religiones? Que crearon perfectas armas para matar en nombre de dios. —Contó la chica ensimismada con todo lo que la rodeaba.

Sentía la grandeza en su interior, al poder tocar todas aquellas armas, que tan bien guardadas estaban. Era una privilegiada por poder hacer eso, aquello le dio aún más fuerza de la que ya tenía en su ser. Para ella aquello era algo grandioso, poder usar esos objetos con tanta historia era algo especial.

—Te gustan mucho las espadas por lo que veo. Yo creía que solo te gustaban las catanas. ¿Sabes mucho sobre ellas? —Dijo Puma intentando sacar conversación.

—Me gustan los ninjas, pero estas espadas… Estas espadas son diferentes, con estas espadas se han llevado acabo gloriosas gestas. —Contó la pelirroja inmersa en relatos de libros de historia. 

—Y si, me encantan las espadas. Realmente me encanta la perfección de las cosas, la perfección de las armas, la perfecta armonía que tenía la naturaleza, el orden inalterable de las cosas, y sobre todo la historia. Toda la historia, sea de la humanidad, de las rocas de una montaña, o del funcionamiento de un simple aparato. La belleza está en ese tipo de cosas. —Continuó hablando Ley sumergida en sus pensamientos, tras unos minutos de silencio.

La respuesta sorprendió a Puma, el cual no creía que aquella chica que siempre se había mostrado distante, observara el mundo de tal forma. Ahora empezaba a comprender mejor a la joven. Pensaba que precisamente por esa manera tan especial de ver el mundo, generalmente se mostraba tan seria y distante, como si nadie pudiera entender su peculiar pensamiento. La profundidad de su respuesta cambió algunos de los esquemas que tenía hechos en su cabeza. En su pensamiento la joven había pasado de ser una persona sencilla, a una compleja mente bastante singular.

—Esta espada me gusta. —Dijo Puma interesado en una de las armas.

—Es una espada nazarí, buen sable, cógelo. —Comentó la chica encantada.

—Mi favorita es esta. Contaban que las espadas de toledanas eran las mejores. —Confesó Ley cogiendo la vieja espada.

Estuvieron un rato escogiendo armas, antes de reunirse con sus compañeros. Jimmy había encontrado unas grandes cajas con ruedas, donde transportar el pesado material.

—Podríamos coger algunas armaduras. —Sugirió Ley observando tras un cristal.

—Ya está. —Dijo Johnny sonriente, tras partir el vidrio con la culata de su escopeta.

Cargaron todo en las cajas, para posteriormente avanzar en busca de más cosas que llevarse. Entraron ya a la sección de los grandes imperios europeos, donde había mucho más material que llevarse.

—Will ve tú a la sección del Imperio Germánico y el Austrohúngaro. Jimmy tú encárgate del Imperio Francés y el Británico. Johnny tú vete a mirar donde está el Imperio Ruso. Nosotros miraremos el Imperio Español y el Imperio Portugués. —Dijo la pelirroja repartiendo las tareas.

Johnny no estaba convencido con eso de usar armas prehistóricas, pero entendía que se estaban quedando sin opciones. Apenas tenían munición y era poco probable que a estas alturas encontraran mucho más. Sinceramente echaba de menos las comodidades de la modernidad, pero en el campo de las armas sería donde más añoranza tendría.

Will no era muy fan de las cosas antiguas, pero como buen soldado lucharía con lo que hiciera falta. Para él era una lástima que aquel museo no albergara cosas de principios y mediados del siglo veinte, le hubiera encantado coger alguna pistola de la segunda guerra mundial. 

A Jimmy le encantaban las espadas, fueran espadas de los romanos, de la edad media, o del renacimiento, todas le fascinaban. Él prefería sin duda las armas blancas. Realmente estaba deseoso de enseñar al resto de sus compañeros a utilizarlas.

Puma veía dificultoso el aspecto de usar ese tipo de armas, pero realmente le encantaba verlas. Le parecían impresionantes todos esos objetos. Tal perfección siendo fabricadas a mano era algo grandioso. Ciertamente no le importaría aprender a usar uno de esos viejos fusiles.  

Ley miraba a su alrededor, comprobando que Santiago había estado a la altura que aquel esplendor que representaba su tierra. Si el ejército más poderoso de toda la historia había utilizado aquellas armas, ellos también lo harían, homenajeando con sus gestas el fulgor de otro tiempo de la humanidad. 

—¿Por qué estabas solo y herido cuando te encontré? —Preguntó Ley con interés.

—Pasó algo horrible… —Murmuró Puma cabizbajo.

—¿Están todos muertos? —Se dirigió la pelirroja con seriedad, pero con compostura.

—No, no lo creo. Bueno, no lo sé. A Flor… a ella le dispararon… —Contó entristecido el chico.

La chica comprendía lo desolador que era la muerte de las personas queridas. Ella tenía el corazón hecho añicos, y entendía por lo que el joven estaba pasando, solo con mirar sus ojos unos segundos. Sabía que cualquier cosa que ella dijera no iba a animar al chico, así que simplemente fue a darle un abrazo.

Puma agradeció el gesto, ya que realmente necesitaba algo así después de todo lo que había ocurrido. Se había vuelto frío en los últimos tiempos, pero seguía necesitando ese tipo de cosas como cualquier ser humano. Abrazado a la chica soltó unas amargas lágrimas, desahogando levemente el dolor que la perdida le había producido.

Tras aquello ambos prosiguieron su búsqueda, cogiendo todo lo que veían servible. Almacenaron desde espadas hasta fusiles y trabucos, haciéndose con bastante material que llevarse.

Cuando todos terminaron su búsqueda, decidieron dar por terminada la tarea, por lo menos aquel día. Más de lo que habían cogido era imposible que se llevaran. 

—¿Creéis que pesará mucho? —Preguntó Ley mirando un basto cañón.

—Podemos intentarlo. —Sugirió Will con optimismo.

—Tenemos que empujar todos. —Dijo la pelirroja con autoridad, colocándose a un lado del pesado armamento.

Todos hicieron fuerza, viendo que realmente no pesaba tanto como ellos habían imaginado. Decidieron que aquello era lo primero que iban a llevar junto a la entrada, dejando las cajas para después.

—Puma es necesario que hagas algo. —Comentó Ley amablemente.

—Tú dirás. —Contestó el chico.

—Cúbrenos la espalda mientras arrastramos el cañón para montarlo en el camión. —Pidió la joven.

Puma asintió en el acto, sacando su pistola del cinturón. Una vez todo hablado, movieron el mueble que obstruía la puerta, para abrir esta justo después. Los tres soldados hicieron un gran esfuerzo para bajar las escaleras con el aparatoso trasto. Una vez abajo empezaron a arrastrarlo rápidamente de camino al vehículo, mientras Puma disparaba a todos los podridos que se acercaban  a ellos. Este les cubrió las espaldas mientras guardaban el cañón y volvían para recoger las pesadas cajas. 

Una vez todo terminado, subieron raudos al camión. Jimmy arrancó el motor con prisa, acelerando a toda velocidad segundos después. 

—¡Ey! ¡Disparas de puta madre, tío! —Elogió Johnny, dándole un toquecito en el hombro a Puma como señal de buen rollo. 

 —No es para tanto, pero gracias. —Respondió el chico amablemente.

Casi todo el camino continuó en silencio, dejándoles tiempo a los chicos de pensar en sus cosas. Especialmente el que más pensaba era Puma, el cual no dejaba de pensar en Flor continuamente. Se le venían a la cabeza momentos que había compartido con la joven, sintiendo nostalgia y añoranza en su corazón. Tras un rato recordó algo que le había dicho Flor tiempo atrás, algo sobre el destino y el universo. En aquel momento más que nunca reflexionó sobre aquella cuestión. Por su cabeza pasaban mil cosas, pero cada vez estaba más convencido de que el estaba allí por algo, no era casualidad ni azar. Justo antes de desvanecerse en las sombras encontró a Ley. Quizás aquello y el cambió de la pelirroja, tenían algo que ver. Posiblemente el destino le había puesto en ese lugar, porque era su deber ayudar a aquella chica.

—Cuando soltemos esto podríamos pasar por un lugar. —Comentó Ley en voz baja, inmersa en sus pensamientos.

—Como quieras. —Contestó Jimmy con sumisión.

No tuvieron ningún incidente de vuelta, llegando tranquilamente al bunker. Soltaron las cosas con la ayuda de algunos de sus compañeros, los cuales acababan de regresar minutos antes que ellos.

—¿Vamos? —Preguntó el rubio subiéndose nuevamente al camión.

Ley asintió, para posteriormente avisar a Johnny, Will y Puma. 

—Ve a la zona del parque de bomberos y la universidad. —Ordenó la chica con seriedad.

Jimmy apretó el acelerador rápidamente, dispuesto a llegar lo antes posible a donde su señora le mandaba. Ni siquiera le preguntó porque o a donde se dirigían exactamente. 

—¿Qué buscamos? —Preguntó Will desconcertado.

—En la universidad de química podría haber ciertas cosas que nos pueden interesar, y en el marque de bomberos hay cascos, y puede que agua. —Contestó Ley brevemente.

—Una pregunta… ¿Por qué coño tienes la sangre blanca? —Preguntó Johnny algo confuso, dirigiéndose a Puma.

—Eso es algo largo de explicar, pero no creo que sea necesario hacerlo. —Respondió el chico de mala gana.

—¡Tranquilo vaquero! —Refunfuñó el pelirrojo.

—Johnny no creo que sea el momento de atosigar a nuestro invitado con esa clase de modales. —Dijo Ley algo malhumorada.

Aquello hizo que la hora y pico de trayecto, continuara en absoluto silencio. Johnny no tenía ningún problema con el chico, pero no le gustaban los secretos. Will quedó extrañado con eso, si normalmente no le gustaban los extraños, eso le incomodaba aún más. Jimmy ya no tenía ni voz ni voto después de todo lo que había hecho, así que prefirió ni pensar en el asunto.

Al llegar a la universidad de química, Ley les entregó a los chicos un papelito a cada uno con nombres de compuestos químicos. Su intención era que buscaran por separado para ahorran tiempo, ya que el anochecer estaba al caer. Explicó sus intenciones con rapidez, bajándose del coche con la catana en la mano. 

—El viejo me dijo que buscáramos todo eso. —Comentó la chica en voz baja, clavándole la espada a un podrido en mitad de su demacrado cráneo.

Acabaron con varias criaturas que pululaban por la zona, intentando hacer el menor ruido posible. Will y Puma se encargaban de los podridos con el cuchillo, mientras que Ley y Jimmy lo hacían con sus espadas. Johnny sin embargo lo hacía pegándole brutales golpes con la culata de su escopeta.

Una vez dentro se separaron, quedando todos solos en el interior del recinto. Habían quedado en reencontrarse en la gran estancia de la entrada, nada más terminaran de inspeccionar la zona que les había tocado inspeccionar. 

Puma bajó las escaleras hacia el sótano, sosteniendo una linterna que le hacía compañía en la tenebrosa oscuridad. Escuchó el gemido de un zombie, al que buscó con su luz rápidamente. Cuando se quiso dar cuenta, observo que había mas muertes vivientes haciéndole compañía. Forcejeó con uno que le había agarrado por detrás, perdiendo en el suelo la linterna. Terminó con la vida de aquel horripilante ser con su cuchillo, el cual salió disparado también, por culpa de otro de los zombies. Puma no tuvo más remedio que disparar contra ellos.

Todos se alteraron al escuchar aquel estruendo en la lejanía. No era el mejor momento para escuchar disparos. Aquello les puso terriblemente nerviosos, imaginando todo tipo de cosas. Tenían miedo y eso no los reconfortaba precisamente. 

—¿De donde ha venido? —Preguntó Inma con preocupación.

—Cerca, y eso es lo importante. —Respondió Eva con seriedad.

—¿Nos habrán encontrado? Deberíamos mirar que es lo que ocurre. —Dijo Maya algo temerosa, dirigiéndose hacia uno de los boquetes de la tapiada ventana.

La chica observo lo poco que podía ver del exterior, sin divisar nada fuera de lo común. Tras echar el vistazo hizo un gesto a sus compañeros para que se calmaran un poco. Aún así nadie se tranquilizó, ni dejó de desconfiar.

—Nunca vamos a estar tranquilos… —Murmuró Alice entristecida, añorando mejores tiempos.

Adan estaba entristecido de verlos de aquella manera. Todos tan temerosos, desconfiados, y deprimidos. Él era el que más notaba como todo se había vuelto mucho más gris. Apenas hablaban, ni siquiera para consolarse los unos a los otros, y encima el brillo alegre de sus ojos había desaparecido por completo.

—Cada vez está peor. —Informó Inma con la cabeza gacha, tocando la frente de M.A.

Maya y Alice lo miraron deprimidas, mientras que el resto solo miraba al suelo. 

—Tengo frío. —Se quejó M.A con el cuerpo cortado, haciéndose una bola todo lo que podía.

Adan se quitó su manta rápidamente, para posteriormente arropar humildemente con ella al chico enfermo. Eva miró al chiquillo hacer tal noble gesto, que momentáneamente sonrió al ver de nuevo el buen corazón del pequeño.

—Vente aquí. —Dijo con dulzura Eva, haciéndole un hueco debajo de su manta.

Nicole estaba inmersa en sus propios pensamientos, juzgándose repetidas veces en un bucle del que no podía salir. Ella estaba más alejada del resto, prefiriendo pasar el rato a solas.

Todos tenían hambre, frío, y desconsuelo. Parecía que aquello era su inminente fin. Sus balas eran escasas y apenas contaban con dos cuchillos entre todos. La desesperación ocupaba el corazón de la mayoría de ellos. Los últimos acontecimientos les habían marcado profundamente. 

Los recuerdos de aquellas instalaciones atormentaban a algunos de ellos hasta tal punto en que no podía parar de pensar en ello. Recordar ese anochecer, o los momentos de grandes decisiones, también repercutían en su salud mental. Tantas cosas habían sucedido en tan poco tiempo, que les era casi imposible superarlo aún.

El reencuentro fue difícil para todos, aunque más para unos que para otros. Sin duda alguna cuando se reencontraron, ninguno de ellos era la misma persona que lo había sido antes. Nunca volverían a estar de la misma manera de siempre, después de todo lo ocurrido era prácticamente imposible.

Nicole tenía verdaderas ganas de llorar cada vez que miraba al niño. Se le venían a la cabeza una y otra vez aquellas horribles imágenes. Tampoco podía quitarse de la mente aquella charla. Cerraba los ojos y se veía de nuevo al lado de esa mesa tan larga, sopesando los pros y los contras de lo que le proponían.

Jimmy metía en la mochila los pocos productos químicos que había logrado encontrar, tras tenerse que quitar de en medio a varios podridos de su camino. Quería salir lo más rápido posible de aquel lugar, no le gustaba ni un pelo estar encerrado allí. El lugar obviamente no estaba vacío, y tampoco había mucha luz, para poder ver de llegar a cualquier putrefacto ser.

Will había tenido que encerrarse en una taquilla, preso del pánico al ver que se su pistola había salido rodando por el suelo. Aquel estúpido tropiezo le estaba jodiendo bastante, ya que no se sentía capaz de acabar con los zombies de la estancia solo con el cuchillo. Tenía que idear un plan, pero los nervios no le dejaban pensar. 

Johnny aún no había encontrado absolutamente ninguna de las cosas que ponía en la lista. Para colmo el chico se había destrozado el hombro rato atrás, al caer al suelo forcejeando con un zombie. Era el único que se había encontrado, pero le había hecho la puñeta y bien. Estaba harto de todo aquello, él solo quería que terminara el día para tener un momento a solas con su amada, pero eso tal y como iba el día parecía bastante lejano.

Ley peleaba con varias criaturas, golpeándolas a patadas e incrustando su catana en los desfigurados rostros de los purulentos seres. El mayor problema era la escasez de visión a la que se veía sometida. Los muertos vivientes la estaban retrasando bastante, poniendo a la joven de los nervios.

Cuando estaba de regreso el rubio escuchó a varios podridos bastante enfadados, golpeando algo metálico. Eso altero al chico al instante, pensando que alguno de sus compañeros estuviera acorralado.

—¿Hay alguien ahí? —Preguntó Jimmy con esperanzas de que nadie le contestara.

—¡Jimmy! ¡Ayuda! —Gritó Will en la lejanía. 

—¡Ya voy! ¡Aguanta! —Respondió Jimmy con esperanza, cortándole la cabeza a una pestilente criatura que se había percatado de su presencia al escuchar los gritos.

El pelinegro sintió un enorme alivio, al darse cuenta de que no se había quedado solo. Lo único que le preocupaba es si este llegaría a tiempo. Las criaturas no paraban de aporrear la taquilla, produciendo un gran estruendo que machacaba los oídos de Will.

Jimmy avanzando en la dirección de los gritos de su compañero, se topó con las cinco criaturas que habían acorralado a Will. El rubio golpeó un cristal, haciéndolo añicos para llamar la atención de los muertos vivientes. Esto corriendo de inmediato hacia el rubio, ansiado probar su carne fresca. 

El chico rebanó dos de las cabezas de una misma pasada, esperando a que los otros se acercaran más. Cuando terminó con la vida del tercero, se percato que detrás había aparecido otro en medio de las sombras. El rubio se giró cuando ya casi se le había echado encima, dejándole entre la espada y la pared.

Nada más salir de la taquilla Will observó la terrible situación en la que se encontraba su compañero. Este forcejeaba con el putrefacto ser, mientras dos más estaban apunto de cogerlo. Miró a su alrededor rápidamente en busca de su pistola, la cual vio a escasos metros de él. Disparó lo más rápido que pudo, alcanzando de lleno y justo a tiempo a los dos podridos que iban a coger al rubio. Jimmy acto seguido lanzó al zombie con el que forcejeaba, para acto seguido atravesarle el cráneo.

Esos últimos disparos inquietaron aún más a la chica. No era los primeros que escuchaba desde que el grupo se había separado, pero ya eran demasiados los que había escuchado. Se apresuró todo lo que pudo, guardando todo lo que había podido encontrar en la sala de experimentos químicos en la que se encontraba. 

Nada más terminar, echó a correr a toda velocidad, intentando tener cuidado por si se topaba con alguna criatura. Efectivamente se encontró varias y de sopetón, pero para su sorpresa escuchó un disparo que le libró de una de las pestilentes criaturas. Las otras dos restantes las masacró rápidamente con su mortífera catana.

—¡Puma! ¿Qué haces aquí? —Preguntó la chica sorprendida.

—Tardabais mucho. —Respondió con una sonrisa.

Ley se preocupó al escuchar aquello. Relacionaba los anteriores disparos con lo que acababa de decir su amigo. Esperaba que ese retraso significara que habían tenido que parar, y no que estuvieran muertos. 

—¿Cuál es esa misión de la que tanto hablas? —Preguntó Puma con suma curiosidad.

—En nuestras manos está el futuro. —Contestó Ley brevemente.

—¡Ey, para! No te andes por las ramas, cuéntamelo. —Insistió el chico tajantemente, frenando en seco delante de la joven.

—¿Vas a quedarte con nosotros? —Preguntó Ley dándole la vuelta a la situación.

—No puedo decidirlo ahora, y menos si no me cuentas nada. —Respondió Puma intentando que le explicara aquello.

—Cuando decidas que vas a hacer, hablamos. —Añadió la pelirroja con seriedad, continuando el camino.

—¡Ey, vale, vale! ¡Tú ganas! ¡Me quedó! —Dijo el chico con convencimiento, corriendo detrás de la chica.

Ley paró sonriente al escucharlo, girándose lentamente para mirarlo a los ojos con aquella expresión que ahora formaba parte de ella.

—El conocimiento es la clave de todo, la información es poder. ¿Sabes lo que pasó con la biblioteca de Alejandría? Nosotros vamos a impedir que todo se pierda, nosotros vamos a tejer el futuro. Ahora no es el momento, pero te prometo que luego te lo explicaré todo bien. —Contó Ley con plena seguridad en sus palabras.

El esquelético pelirrojo estaba metiendo las cosas en su mochila, cuando se vio sorprendido por una mole de podridos. Estos habían dado con él al escuchar el ruido de uno de los frascos que se le cayó al suelo, partiéndose con un gran estruendo. Johnny estaba completamente acorralado, poniéndose cada vez más tenso y nervioso. Finalmente tuvo que recurrir a su escopeta para salvar la vida.

Todos aquellos disparos seguidos, más los que habían escuchado anteriormente, los tenían completamente en alerta. Se sentían enormemente amenazados en el interior de aquel frío lugar. 

—Creo que deberíamos marcharnos. —Sugirió Davis con cierto nerviosismo.

—Es una locura salir ahora. —Respondió Eva son seriedad, mostrando su desagrado por la idea.

—¿Qué podemos hacer? —Preguntó Inma temerosa.

—Quedarnos quietos como ratas enjauladas seguro que no. —Dijo Davis con seguridad.

—No podemos salir ahí, está claro que hay gente rondando por aquí cerca. —Protestó Eva con amargura.

—Nicole, di tú algo. —Propuso Davis perdiendo los nervios.

La chica se quedó en absoluto silencio, sin ni siquiera percatarse de que le estaban hablando. Estaba tan inmersa en sus pensamientos que parecía ni estar en el lugar.

—Yo no me voy a ir sin él. —Expresó Maya sus deseos, cogiendo la mano de M.A.

—Yo tampoco. —Añadió Alice repitiendo el gesto de Maya.

Davis no paraba de suspirar, dando vueltas de un lado a otros, intentando calmar sus nervios. Aquel paseo estaba alterando a todos sus compañeros, los cuales no estaban menos nerviosos que él.

—¡Para por dios! —Exigió Alice desquiciada.

—¡Shh! ¡Silencio! —Ordenó Eva de malas maneras, preocupada por el alboroto que se estaba montando.

—¿Qué pasa? —Preguntó un desorientado M.A. al cual le costaba mantener los ojos abiertos por culpa de las altas fiebres que tenía.

—Duerme… —Dijo Maya en voz baja con una cálida voz.

Eva pegó la oreja a una de las tapiadas ventanas, intentando escuchar lo que sucedía fuera. Después de unos minutos de silencio, no notó nada raro en el exterior.

—Me había parecido escuchar algo… —Susurró confusa Eva, dándose la muerta para mirar al resto.

Todos y cada uno de ellos, notaba como se iba acercando el final. Ya no quedaba esperanza para ellos, ni mucho menos descanso. Sentían que constantemente iban a ser golpeaos por las desgracias, y que tarde o temprano todo acabaría en oscuridad. Los estómagos vacíos aún hacían más duro todo aquello. Estaban doloridos y exhaustos, cosa que convertía la carga en algo demasiado grande para ellos. La muerte los rondaba cada dos por tres, y sus corazones cada día eran más frágiles para soportar tan terrible destino. Las cosas empezaban a carecer de sentido y la vida en aquel mundo, casi se había convertido en una tortura.

 Eva cerraba los ojos y lo único que podía ver, era el momento en el que Flor se desvaneció entre sus brazos. No podía olvidar el rostro de la chica en su último aliento. Fue todo tan efímero que se encogía su corazón cada vez que lo recordaba.

Jessica como el resto de sus compañeros, veía el fin cerca, pero aquel fin no le gustaba nada. Cuando había pensado en la forma en que todo acabaría, se la imaginaba muy diferente a todo aquello.

Alice necesitaba que M.A se recuperase, habían dejado cosas pendientes que ella necesitaba aclarar antes del fin. Él no podía irse así, no sin antes hablaran de todo.

Davis se sentía deprimido pero a la misma vez bastante inquieto. Por más que alterara a sus compañeros, no podía quitarse de la cabeza las miles de preocupaciones que no le dejaban descansar esperando que todo acabara.

M.A. era el que notaba el fin más próximo. Se encontraba realmente mal y no veía posible una recuperación en aquel lugar. Sabía que como mucho aguantaría un par de días en aquellas condiciones, pero lo peor no era eso, lo peor era que se desvanecería sin despedirse de su querida hermana.

Adan no podía aguantar el hambre que sentía, jamás había notado su estómago tan vacío. Le entraban ganas de llorar, de tanto que estaba aguantando sin comer. 

Maya recordaba la sonrisa de su hermana Dyssidia, intentando encontrar en aquello algo que la animara. Surtía efecto, pero ni tan si quiera eso dejaba que su desconsuelo desapareciera ni por un solo instante. Lo único que la consolaba, era que si estaba cercano el fin, podría reunirse con su hermana en el cielo.

Inma pensaba en todas las posibilidades que les quedaban. Ciertamente no veía ninguna buena. Sabía que o los encontrarían allí, o que terminarían muriendo de hambre. 

Para todos era tan desesperante estar allí quietos, esperando que todo acabara, que eso era lo que peor llevaban. Muchos de ellos deseaban que si todo tenía que acabar, que lo mejor era cuanto antes. Estaban hartos de de esa situación que se hacía tremendamente eterna.

De pronto unos pasos cercanos se escucharon en el exterior. Eso puso los vellos de punta al grupo, el cual se preparó para su última calamidad. Unos rezaron y otros pensaron unas últimas palabras, cada uno se despidió del mundo a su manera. Sin fe en el futuro y casi sin fuerzas, se pusieron todos en pie con sus armas en alto. Estaban dispuestos a marcharse del mundo, como lo que habían sido, unos supervivientes.

La puerta se abrió de un portazo, dejando ver por el hueco una poderosa luz que atravesaba aquella oscuridad que inundaba el interior. Todos quedaron cegados con la luz de la linterna que los apuntaba, quedando desorientados con tal destello. Sus molestos ojos solo podían ver unas sombras paradas en la entrada. Una de esas sombras se movió, dejando verse entre la luz un pequeño resplandor rojizo. 

Entre la luminosidad apareció Ley con paso firme, mostrándose al grupo casi como una aparición divina. Entre tanta desesperación apareció un brillo de luz en aquellos devastados corazones. La chica apareció en el momento en el que más la necesitaban.

Maya se dejó caer al suelo de rodillas, liberando por fin toda la tensión acumulada. David respiró profundamente, recuperando la tranquilidad perdida. Alice sonrió aliviada, al ver el rostro de la joven. Todos bajaron sus armas, suspirando al ver que había luz al final del túnel. 

Ley avanzó con seguridad, mirándolos con su nueva expresión, aquella que ellos veían por primera vez. Notaban como sus ojos brillaban diferentes, atravesando sus almas como si de un rayo se tratase. 

—¿Her…mana? —Tartamudeó M.A. mareado por las altas fiebres, pensando incluso que todo eso era un delirio.

Para él era un ángel celestial que se le aparecía para salvarlo. Un ser de luz que iluminaba aquella horrible oscuridad y sufrimiento del que él se sentía presa. 

La chica camino deprisa, pero sin perder la compostura ni un solo segundo, acercándose a su enfermo hermano. La pelirroja cogió su mano con fuerza, mirándole intensamente. 

—Sabía que vendrías. —Susurró el cansado chico, haciendo el esfuerzo de sonreír.

—Descansa, vas a ponerte bien. —Dijo Ley con una gran seguridad que le dio fuerzas a M.A.

La joven le dio un beso en la frente a su hermano, y este cerró los ojos para continuar descansando tranquilamente. Ver a su querida hermana le calmó y le dio ánimos.

—¡Puma! —Exclamaron Eva y Adan al unísono, al reencontrarse con su viejo amigo.

Este fue a abrazarlos cálidamente, sonriendo al ver que estaban sanos y salvos. El fraternal abrazo duro un par de minutos, pero para ellos fue infinitamente más grande.

Aquel celestial reencuentro calmaba al grupo, quienes ahora respiraban mucho más aliviados, gracias a la extraordinaria aparición de Ley y Puma.

La pelirroja soltó a su hermano mientras este dormía, levantándose con lentitud para mirar a los presentes.

—Voy a llevármelo. —Informó la chica con seguridad.

Tras sus palabras entraron Johnny, Will, y Jimmy, para el desconcierto de todos. Recordaban al problemático pelirrojo, pero no tenían ni idea de quienes eran esos dos. 

—¿Cómo está? —Preguntó Johnny con preocupación.

—Está enfermo, tiene que ver al médico. —Contestó Ley rápidamente.

Todos observaban el nuevo cambio de la chica, la cual los miraba completamente diferente de cómo lo hacia con anterioridad. Maya fue la que más percibió la transformación de la chica. Ella notaba que la joven había ido más allá, pero también le transmitía una sensación de seguridad y determinación, que le aportaba la serenidad que necesitaba.

—Tenéis muy mala cara. —Comentó Ley con templanza, fijándose especialmente en el rostro del pequeño Adan.

Los integrantes del grupo comenzaron a mirar el suelo, reflejando lo mucho que necesitaban ayuda.

—¿Tienes hambre? Estás muy delgado. —Preguntó con dulzura la pelirroja, agachándose delante de Adan.

Ley sacó su lata de atún de la mochila, entregándosela al niño justo cuando este asintió con vergüenza. Con sinceridad la chica sonrió brevemente, antes de levantarse del suelo llena de seguridad.

Eva apreció aquel gesto proveniente de esa chica de la que tantas veces había desconfiado. La forma que tuvo la pelirroja de ofrecerle su comida a Adan, le hizo pensar a Eva que probablemente en el pasado se había equivocado con Ley.

—Elegid entre vuestras dos opciones. —Pidió Ley con seriedad, mientras caminaba para ponerse enfrente del grupo.

Todos quedaron confusos con aquellas palabras, que ninguno de ellos pudo entender. 

—A mi hermano me lo voy a llevar al médico que tenemos, si o si. Vosotros tenéis que elegir vuestro futuro. —Comentó la chica con autoridad.

—¿Cuáles? —Preguntó Alice bastante confundida.

—Uno, podéis quedaros aquí y en estas condiciones. Dos, podéis venir conmigo y os daré refugio y comida. Si venís conmigo, recordar que en este mundo ya nada es gratis. —Explicó Ley abstraída en sus pensamientos más profundos.

—¿De que precio estás hablando? —Preguntó Eva desconcertada.

—Vuestra colaboración siempre que sea necesario. —Respondió la chica tajantemente.

—¿Nuestra colaboración para que? ¿Cuáles son las condiciones? —Insistió Eva con desconfianza.

—Tenemos en nuestras manos una de las misiones más importantes. Nuestro deber es preservar la humanidad. No tenéis muchas más opciones. Yo os estoy ofreciendo un refugio donde viviréis solos, no tendréis que convivir con extraños. Estaréis cerca de mí, pero no en mi refugio. Os daré comida, si es necesario os armaré, pero a cambio sólo pido eso. —Aclaró Ley completamente seria y segura de si misma.

Ella se giró dándoles la espalda, dejándoles unos minutos para que lo pensaran. Todos reflexionaron, y la mayoría cogió con agrado la propuesta que le estaban brindando. Tal como estaban no podían darse el lujo de exigir, y Ley les ofrecía mucho, les ofrecía la salvación en medio de la oscuridad. 

Eva comprendía perfectamente que todo tenía un precio, y para todo lo que la chica les prometía, aquello le parecía justo. La parte que más le gustaba era la de no tener que convivir con extraños. Tenía que cuidar de Adan, y haría todo lo que estuviera en su mano para que el niño estuviera bien.

—Sólo una cosa más… Si venís, deberéis respetar la cadena de mando. Sois libres de decidir vuestros asuntos propios, incluso estaría dispuesta a ayudaros si me servís satisfactoriamente. Pero también debéis entender que cuando os reclamemos, haréis todo lo que os pidamos. Nosotros somos soldados y vosotros civiles. Tenéis que tener claro que yo soy la máxima autoridad. Cuando reclame vuestra ayuda para la misión, debéis obedecerme. Os lo repito no me meteré en vuestros asuntos personales, pero debéis servir con lealtad. No quiero traición alguna, y en caso de ser así, debéis entender que lo haré pagar caro. —Explicó Ley tajantemente, imponiendo sus condiciones.

—¿Vas a ayudarnos cuando lo necesitemos? —Preguntó una indiscreta Inma, compartiendo sus preocupaciones.

—Si, somos soldados. Ayudamos a la gente. Lo primero es la misión, mientras ayudaros no interceda con ella no habrá ningún problema. —Respondió Ley amablemente pero con seriedad.

—¿Puma viene con nosotros? —Preguntó Eva con prudencia.

—Yo he decidido quedarme con ella. —Dijo Puma con una seguridad que jamás había tenido, mirando a Ley fijamente.

 Acto seguido Eva quedó completamente convencida. Si Puma había decidido eso, era que la causa realmente merecía la pena. Al ver los ojos del chico se dio cuenta de que lo hacía de corazón, y lo que para ella era lo más importante, demostraba que la hermana de M.A. era una persona de fiar. 

Maya confiaba en la buena fe de la pelirroja, aunque aún le dolía lo de Dyssidia. Su prima también prefería irse con la chica, que quedarse allí en tales paupérrimas  condiciones.

Davis no conocía mucho a la joven, pero ese aire nuevo que traía le transmitía tranquilidad. Esa seguridad en si misma, junto con esa expresión de ver más allá de donde la gente común ve, le atraía y lo calmaba profundamente.

Todos encontraban fuerza mirando el rostro de la pelirroja. Se veía con tanta templanza y fuerza, mientras ellos estaban tan temerosos, que se convencieron rápidamente.

—¿Estás bien? —Pregunto Johnny con amabilidad, interrumpiendo los agotadores pensamientos de Nicole.

Se acordaba de esa chica que tan bien se había portado con él cuando conoció al grupo, que sentía el deber de preocuparse por la intranquila chica.

—Si… —Respondió distraída la rubia, agradeciendo aquel gesto.

Jimmy y Will miraban con preocupación al enfermo M.A, entristecidos de que su reencuentro fuera de esa manera. M.A ni siquiera se había percatado de su presencia, debido al mal estado del chico.

—Bueno, ya habéis tenido tiempo de pensarlo. ¿Qué decís? —Interrumpió Ley el silencio con seriedad.

—Yo voy. —Contestó una convencida Alice.

—Nosotros también. —Añadió Eva agarrando la mano de Adan.

Maya y su prima asintieron al unísono, pensando que esa era la mejor opción que tenían. 

—Vale, está bien. —Dijo Davis atraído por la idea.

—De acuerdo. —Murmuró Nicole entre suspiros. 

Todos aceptaron ir de buen grado, sacando una leve sonrisa en el rostro de Ley. A quien no le parecía muy buena idea era a Will, quien pretendía hablar seriamente con su compañera cuando estuviesen sin aquellos extraños. 

—Antes de irnos… ¿Hay agua aquí? —Preguntó Jimmy con curiosidad.

—Si, si hay. Ven y te acompaño. —Contestó una amable Inma, haciéndole un gesto al chico.

La humilde chica le acompañó hasta el depósito de agua, mostrándole también unas garrafas donde transportarla. El rubio le sonrió, encantado con su cortesía. Esta intentó ayudarle a llenar las garrafas, pero Jimmy se negó queriendo quedar caballerosamente.

Will se acercó a su compañera para pedirle en susurro y al oído, que quería que hablaran a solas. Esta asintió rápidamente, aceptando la petición del pelinegro. La pelirroja avisó a Johnny con un gesto, dejándole claro que se quedara al mando mientras ella volvía. Ley salió al exterior, seguida de un nervioso Will.

—Me alegro de que estés bien. —Expresó Eva con sinceridad.

Puma le sonrió y le dio cariñosamente un toquecito en el hombro.

—¿Por qué vas a quedarte con ellos? —Preguntó con curiosidad la joven.

—El destino quizás. —Respondió Puma distraído, recordando sus conversaciones con Flor sobre el destino y el universo.

Eva sonrió brevemente, recordando también a Flor. Aquello le había recordado mucho a las cosas que solía pensar su fallecida amiga.

Will miró con preocupación el rostro de su compañera, reflejando su incomodidad por el asunto.

—¿Qué pasa? —Preguntó Ley con pesadez.

—¿Vas a meter a esos extraños con nosotros? Eso no le va a hacer gracia al resto. Además, no tenemos mucha comida, y ya ni hablar de munición. Yo no lo veo. —Expresó Will con desagrado en voz baja.

—Les daremos algo de comida, y la munición, no les voy a dar mucha. Les daré cuchillos, machetes… Esta gente nos vendrá bien para cumplir nuestros objetivos, ya hemos perdido a muchos, y si tenemos que compartir comida y munición, pues bueno, habrá que hacerlo. Ellos también pueden ayudarnos a conseguir más. La unión es la fuerza. Siempre que se porten como es debido, se les recompensará. Eso si, se les pagara en el nivel de sus aportaciones. No te preocupes Will, no van a estar en nuestro bunker, les daré el de la zona cinco para ellos. Allí no interferirán en nuestros asuntos personales, pero estarán cerca para cuando sea necesaria la cooperación. Es un trato satisfactorio para todos. —Explicó en susurro Ley, completamente convencida de su plan.

El pelinegro suspiró, pero aceptó la decisión de su compañera. Al fin y al cabo ahora ella era quien mandaba y tomaba las decisiones, mientras que el deber de él era obedecer. Aunque no le gustara la idea, él era quien más confiaba en Ley. La chica le había demostrado muchas veces que era alguien de fiar, y que finalmente casi siempre acababa teniendo razón. 

Ambos entraron de nuevo, viendo que Jimmy ya había terminado con la tarea del agua. Todos esperaban que ellos dos entraran, siendo el centro de atención una vez lo hicieron.

—Es hora de irnos. —Dijo Ley seriamente.

La chica miró a su amado con una expresión, que no hizo falta que ella dijera nada. Johnny se encargó de M.A. justo después de mirar como se lo pedía Ley con la mirada. Lo cogió en brazos dispuesto a cargar con él hasta el camión.

—Si os parece bien el agua la repartiremos. —Sugirió con amabilidad la pelirroja.

Eva asintió, aceptando la propuesta que justa le parecía. No iba a negarse cuando Ley les acababa de ofrecer un montón de cosas. Will, Nicole, Inma, y Alice, cargaron con las pesadas garrafas de agua. El resto iban al lado de estos, protegidos por Ley, Jimmy, Puma, Eva y Davis, que cubrían el perímetro.

Por el camino se encontraron a pocos podridos, siendo bastante rápida y tranquila la llegada al camión. Johnny tumbó dentro al adormilado M.A, asegurándose de que este estuviera lo más cómodo posible. Todos fueron entrando, y acomodándose a su gusto. Una vez todos dentro Johnny arrancó el vehículo rápidamente, justo después de darle un beso a la pelirroja, la cual estaba a su lado.

—Yo soy Jimmy. —Se presentó el chico con amabilidad.

—Yo, Inma, y esta mi prima Maya. —Dijo sonriente Inma, señalando a Maya.
La chica y el rubio se habían caído bastante bien, gracias a la cordialidad de ambos.

El resto del grupo se presentó. Algunos lo hicieron con apatía y otros con amabilidad. Cuando todos terminaron Will a regañadientes lo hizo, incitado por un pesado Jimmy que no paraba de insistir.

A mita de camino Johnny pegó un frenazo en seco, derrapando bruscamente hacía la derecha. Todos se alteraron seriamente, mirando al exterior para ver que pasaba. Vieron como dos pequeños grupos de soldados peleaban a porrazos. Al lado de ellos había varios soldados con machetes, custodiando a dos personas que sostenían unos maletines.

—¡¿Qué pasa?! —Exclamó Alice con preocupación, mientras le pelirroja salía del vehículo.

—¡Seguidme! —Ordenó Ley al pelirrojo y al rubio, caminando con determinación.

Acto seguido salieron Johnny y Jimmy, siguiendo a su compañera, no sin antes dejar al mando a Will. Puma salió también, dispuesto a ayudar a quienes a partir de ahora serían sus compañeros.

Ley avanzaba con paso rápido y firme, portando su catana con ambas manos pegadas al pecho, mientras que la espada apuntaba al cielo. Jimmy iba detrás de ella de la misma manera, agarrando su estoque con fuerza.  

Los soldados que custodiaban a las personas de los maletines, hicieron una barrera delante de ellos, formando una perfecta defensa. Los otros dos grupos de soldados peleaban, y muchos se mataban con los cuchillos que portaban.

La pelirroja comenzó a exterminar sin compasión a los soldados que peleaban contra los suyos. Jimmy la seguía con agilidad, mostrando que ambos eran un buen equipo. Johnny y Puma disparaban cubriendo a sus dos compañeros.

Cuando aquella situación se agravó, los soldados que custodiaban los maletines empezaron a retirarse. Al ver esto Ley echó a correr endemoniada hacia ellos. Completamente llena de ira se abalanzó sobre uno de ellos. Este comenzó a luchar contra ella, intentando clavarle el machete. 

Jimmy acompañó a la pelirroja, peleando con otro de estos. Mientras tanto Johnny y Puma se encargaban de ayudar al resto de soldados que peleaban contra el bando enemigo. 

La pelirroja saltaba y se ladeaba con estilo, esquivando los golpes de los machetes que la acosaban. El rubio se agachaba raudo, evitando también los ataques. Ambos parecían bailar en suma armonía, poniendo en práctica su elevada técnica de lucha.

Esto era observado con sorpresa en el camión, donde varios querían salir, alterando el espíritu de Will.

—¡No podéis salir! —Gritó el pelinegro tajantemente.

—¡Podemos ayudar! —Exclamó Alice de mala gana.

—¡Hoy no! ¡Estáis débiles! —Respondió Will rápidamente, impidiéndoles el paso.

Ley y Jimmy continuaban avanzando por el terreno, como dos auténticas bestias. Estaban masacrando a los enemigos sin clemencia, moviéndose con suma elegancia y estilo.

Puma y Johnny cumplieron su tarea eficientemente, ayudando a los soldados a librarse de los enemigos que los atacaban.

—¡Para! —Gritó el pelirrojo cortándole el paso a Puma.

—¿Por qué? ¡Vamos a ayudarlos! —Protestó el chico.

—¡No! La conozco, y está intentando demostrar algo delante de los soldados. —Explicó Johnny rápidamente.

Puma asintió con inseguridad, quedando bastante inconforme. No hizo nada, porque no quería meter la pata, pero se quedó atento y listo, por si alguien necesitaba de su ayuda.

La pelirroja peleaba con una fría mirada, exterminando todo lo que se ponía en su paso. Jimmy la ayudaba con bastante aptitud, formando ambos una gran coalición guerrera. Se cogían en sentido contrario de los brazos, girando con suma potencia para clavar sus espadas en los corazones de los enemigos. Estos se desplomaban en el suelo entre llantos y lamentos, siendo lo último que veían en sus vidas los ojos ardientes de la endemoniada chica. Ley y Jimmy aplastaban al enemigo tal y como si fuesen una furia descontrolada.

Cuando todos los soldados de los machetes habían sido aniquilados, las dos personas de los maletines intentaban huir corriendo. Eran un hombre y una mujer bastante nerviosos, atemorizados por el fin de sus vidas.

—¡Jimmy! —Ordenó la chica a gritos, mientras le hacia un gesto a Johnny y Puma para que los apuntasen con sus armas de fuego.

El rubio fue corriendo detrás de ellos. Cuando los alcanzó les obligo a regresar, cogiendo a la mujer del cuello, y poniéndole el estoque en la espalda al hombre. Una vez los puso delante de su compañera, les arrebató los maletines para dárselos posteriormente a Puma.

—¡Arrodillaros! —Gritó la pelirroja llena de seguridad, mostrando una media sonrisa repleta de malicia.

Jimmy avisó al hombre con su espada, poniéndosela justo en la nuca. Cuando este obedeció temeroso, el rubio hizo la misma maniobra con la mujer.

La delgada soldado sonrió nuevamente, acentuándose el brillo de sus ojos al hacerlo. Dio un pequeño paseillo al rededor, inmersa en sus pensamientos escasos segundos. 

Johnny se acercó a los dos prisioneros, poniendo su escopeta en la sien del hombre. El rubio a su lado intimidaba a la mujer, acercando su espada al cuello de esta.

El grupo observaba todo desde el camión, sin entender prácticamente nada. Aquello que acontecía les estaba dejando perplejos. Se preguntaban quien sería esa gente, porque atacaban al grupo de la chica, y que importancia tenían esos maletines.

Puma se sentía ya parte de la causa, viendo como habían confiado en él para proteger los maletines. Jimmy podría habérselo dado a cualquier otro, pero no, se los dio a él. Acababan de depositar en él una gran responsabilidad. Sabía que si aquello era así, era gracias a su amistad con la pelirroja, y como ella lo había introducido en su grupo como si fuera uno más. 

—¡¿Dónde guardan los maletines los tuyos?! —Vociferó Ley rabiosa, mirando con odio a aquellas dos personas.

Ninguno contestó a la pregunta, elevando aún más la ira de la joven.

—¡Vais a morir todos! ¡Voy a encontrar vuestras madrigueras! —Amenazó la chica con desprecio.

—¡Podrás acabar con nosotros y con gente como yo! ¡Lo que no harás será acabar con ellos! ¡Nadie destruye el poder! ¡Ni siquiera los rebeldes como vosotros! ¡Nada va a cambiar! ¡El mundo no lo cambian pequeñas personas! ¡El poder siempre es de las mismas personas! —Exclamó el hombre con chulería.

—¡¡¡NECIO!!! ¡¡¡AAARGG!!! —Bramó Ley con fuerza, acabando sin compasión con la vida del hombre.

La chica retorció su labio con rabia, mirando con ira a los ojos del hombre, mientras lo asesinaba brutalmente. Clavó su catana en el corazón de su enemigo, retorciéndola con bestialidad cuando ya estaba dentro. El hombre gritó desgarradoramente, ante el dolor que le proporcionaba la impasible cólera de Ley. 

—¡Se acabó! —Gritó la chica, negándose a contener la furia que sentía ante la negativa de cooperación de los reos.

Ley pisó el cuerpo inerte del hombre, sacando su catana de un tirón. Acto seguido cortó los brazos de la joven con agilidad, girando rauda su espada con basto estilo. La agarró a la gritona mujer de las ropas, ofreciéndosela a sus soldados mientras la tiraba al suelo cerca de ellos.  

—¡Haced con ella lo que queráis, pero que hable! —Ordenó la chica desdén.

El grupo lo había observado todo con preocupación. Todo lo sucedido les invitaba a la reflexión y a la búsqueda de entendimiento. Analizaban las palabras de aquel hombre intentando averiguar cual era el transfondo de todo aquello. Al ver el comportamiento de la joven, muchos también se preguntaron nerviosos, si ese era el destino que les depararía en caso de no querer obedecer en el futuro. Tenían muchas preguntas que querían aclarar con la chica.

—¿Lo veis? ¡Nunca os he fallado! ¡Lucho con vosotros en primera línea! ¡No tengo piedad con nuestros enemigos! ¡Lucho por nuestra causa! —Gritó Ley dirigiéndose a sus soldados, alzando su espada hacia el cielo.

—¡Seguidme! ¡Juntos escribiremos la historia! —Exclamó la chica con orgullo, viendo como la aclamaban. 

—¡Postraos ante mi! ¡Yo os guiaré en este duro camino! —Ordenó Ley llena de seguridad, con esa expresión en la mirada de ver más allá.

Todos sus soldados estaban plenamente convencidos, de que ella tenía un gran destino para todos ellos. Al fin y al cabo eran militares, tenían un deber aunque el mundo se hubiera hundido. La seguridad que mostraba les hacía confiar en la integridad de la joven, y les mantenía unidos por una gloriosa causa. 

—¡Dominus, fiat volúntas tua in terra! —Gritaron todos sus seguidores al unísono, arrodillándose ante su líder. 

Ninguno de los del grupo había visto jamás tal cosa. Para ellos aquello les hacía sentirse pequeños, ante tal demostración de obediencia y disciplina. Veían en los soldados algo que a ellos les faltaba desde hacía tiempo, la unión que hace la fuerza, y la búsqueda de objetivos. 

Eva tenía claro que no se quedaría tranquila hasta que le explicaran de que iba todo aquello. Ella igual que el resto se vieron de pronto sumergidos en algo de lo que no tenían ni la más mínima idea. Era cierto que no tenían nada mejor que elegir, pero en aquel momento empezaron a preocuparse de si no se habrían metido en mayores problemas. 

Los soldados metieron a la mujer en un saco, para llevársela justo después de despedirse de Johnny y los demás. Cuando estos se fueron, el resto regresaron al camión con paso firme. 

—¿Nos explicas de que va todo esto? —Preguntó Eva bastante molesta.

—¡Calla! —Gritó Johnny con mala cara.

—¿Quién era esa gente? —Preguntó Alice con preocupación, temiendo que fuera algo relacionado con la macabra compañía que tantos problemas les había dado.

—Responderé a todas vuestras preguntas cuando lleguemos. —Añadió Ley inmersa en sus pensamientos, sin ni siquiera mirarlos.

—¡Ahora! —Exigió Davis enfadado.

—¡Calma chaval! ¡Te ha dicho que luego! —Exclamó Will con mala cara, apuntándole con la pistola.

Jimmy se metió en medio, obligando a su compañero a bajar el arma.

—Estas no son maneras. —Añadió el rubio con seriedad, intentando no asustar a los amigos de M.A.

Que intercediera el rubio facilitó mucho las cosas, ya que con su comportamiento demostró que no era un grupo hostil. De todas formas no iban a quedarse tranquilos hasta que les explicaran todo, y les entregaran lo prometido anteriormente.

—Chicos, os pido que esperéis, no va a pasar nada malo. A mí ellos me ayudaron y no he tenido ningún problema. —Pidió Puma con sinceridad, apaciguando bastante los nervios del grupo.

Cuando llegaron por fin al lugar que sería su nuevo hogar, Ley le ordenó a Will y Jimmy que llevarán a M.A junto al médico que tenían en su bunker. Una vez se habían marchado con el camión, la chica les mostró lo que estaba entregándoles.

—Este es vuestro bunker, nosotros estaremos en otro. —Explicó la delgada joven entrando al interior.

Al grupo aquello empezaba a gustarle. La única idea de que podrían tener un bunker para ellos solos, era más que tranquilizadora. No era gigante, pero para ellos era bastante amplio. Lo que más les gustó fue ver unos viejos colchones, donde más tarde podrían dormir. Después de aquella horrible semana, aquello para ellos era casi como un lujo.

—Nos comunicaremos con esta radio. —Dijo la chica, entregándole al grupo el aparato.

Alice se tiró sin pensarlo al colchón, sintiendo el alivio de su cuerpo al notar aquella comodidad. Inma y Adan la imitaron al instante, seguidos por Jessica y Davis.

—Jimmy y Will os traerá comida dentro de un rato. —Comentó Johnny con seriedad.

 Los chicos sonrieron, encantados con la noticia de que pronto podrían comer algo y reponer fuerzas.

—Bueno, ya es la hora de que nos cuentes todo. —Dijo Eva sin olvidarse de que les debían explicaciones.

La pelirroja se puso seria y se colocó en el centro de la habitación, esperando a que todos le prestaran atención.

—Nosotros somos soldados rebeldes. Antes de que el mundo se fuera a la mierda, dimos un golpe de estado fallido. Nuestras razones para esto son bastante complejas, pero resumiéndolo… Los gobiernos y las multinacionales jugaban con la vida de miles de millones de personas. El mundo, la sociedad, todo estaba corrompido por la avaricia de unos pocos. Supongo que alguna vez escuchasteis hablar de conspiración, pues algunas de esas cosas eran ciertas. Nuestro deber era impedirlo, nosotros juramos proteger al pueblo. ¡Para eso están los soldados! Finalmente destruyeron el mundo por su avaricia. Si juegas con bombas, estas acaban explotando. Ellos no están muertos, ni tampoco sobreviven como nosotros en el exterior. Los gobiernos del mundo sabían que todo podía escapárseles de las manos, bien por una cosa, o por otra. Hacía tiempo que ellos ya habían construido sus refugios, cuando todo se fue a la mierda. Esos sitios son lugares que ni os podríais imaginar… Ellos guardaban muchos secretos y mucha tecnología avanzada, de la que la mayoría de personas no tenía ni idea. Esos refugios son autosuficientes, y albergan allí a personalidades influyentes de la política. Esperan el resurgir allí escondidos, y mientras esperan van recopilando estos maletines. Quien tenga los conocimientos de la humanidad controlará el mundo del mañana. Debemos cambiar las tornas, no pueden seguir teniendo el poder, mirad lo que le han hecho al mundo… —Explicó Ley formalmente.

Comprendieron entonces la importancia del asunto, entendiendo que aquellos soldados querían cumplir objetivo como militares, el objetivo de servir a la justicia. Aquella información les hacía entender muchas cosas, solidarizándose con la causa de los soldados. 

—¡Vamos a cambiar las tornas! ¡Vamos a escribir una nueva historia! ¡Serviremos a la humanidad como otros muchos lo hicieron antes! ¡Nuestra causa es justa! ¡Ayudadnos a que los mismos de siempre no se salgan con la suya! ¡Estamos en un tiempo en que la humanidad necesita gente dispuesta! ¡Preservaremos la humanidad! ¡No dejaremos que su historia y su progreso caigan en el olvido! ¡No permitiremos que la humanidad vuelva a retroceder! ¡Luchad conmigo por el futuro! —Arengó la pelirroja apasionadamente, con esa expresión fuerte y segura, que convencía con solo verla.

—¡Colaboraremos! —Dijo Eva con sinceridad, pensando en el futuro que quería brindarle a Adan.

Nicole sintió verdadero respeto al escuchar todo aquello. Ella era había servido a la justicia, y había hecho todo lo posible por ser una persona integra, así que todo aquello hizo aparecer un rayo de luz en su corazón. Saber que todavía quedaban personas que peleaban por la justicia y un futuro mejor, fue algo que animó su entristecida alma.

Inma quedó plenamente convencida con aquellas palabras. Siempre tendía a albergar esperanza en el mañana, y aquello le daba algo nuevo en lo que creer. Su prima encontró claridad en su confusa mente. Viendo la expresión de Ley de tener el camino completamente claro, se contagió de esa seguridad y visión. Sin duda era algo que necesitaba desde hacia tiempo.

Puma entendió completamente eso que decía Flor sobre el destino. Ahora veía claramente que el universo le había puesto ahí a propósito. Quizás le había dado esa segunda oportunidad, dotándole de aquella extraña forma de vida, porque tenía una misión que cumplir. Por eso el universo quiso que él conociera a la pelirroja, porque su destino era ayudarla en aquella gloriosa causa. Estaba seguro de que la divina providencia se había asegurado de ponerlo ahí, para seguir el camino que dios le había mostrado a Ley. Desde aquel momento en el que entendió porque estaba allí, decidió que seguiría aquella chica hasta el final, fuera este cual fuera.

Todos quedaron satisfechos con el trato que previamente habían pactado. A partir de aquel momento las cosas cambiarían, el optimismo y la esperanza volverían a tener hueco en sus vidas.

Una vez quedó claro que el grupo aceptaba todas las condiciones del trato, Ley y los suyos se marcharon para ver como se encontraba M.A. Puma se quedó con el grupo para hacerles compañía mientras volvía la pelirroja.

Ley aprovechó el momento a solas para mostrarse cariñosa con Johnny. Este había esperado ese momento durante todo el día, así que nuevamente se sentía feliz. Después de tanto dolor, el amor que se procesaban les aliviaba un poco sus castigadas almas.

La pelirroja sabía que necesitaba a Johnny a su lado. Él le perdonaba todo y siempre estaba ahí parar sostenerla cuando ella se caía. Ella confiaba en él como en el que más, estando segura de que el chico jamás le fallaría.

Ambos cogieron un coche que meses atrás habían dejado en aquel lugar. Se pusieron en marcha para ir a ver el estado de M.A, avanzando a toda velocidad por el camino que recorrían.

—Me gusta. —Dijo Alice observando el lugar.

—Yo lo que tengo es un hambre… —Murmuró Inma escuchando sonar sus tripas.

Pasa su suerte en aquel momento apareció Will y Jimmy con la comida prometida. Venían cargados con latas de conserva que depositaron en el suelo, al lado de los colchones donde estaban sentados los jóvenes. Aparte de la comida también traían algunos cargadores, y unos machetes.

—Tenéis que administrarla. —Avisó Will sonriente, al ver como todos comían ansiosos.

—Si no os importa, nos quedaremos hasta que vuelva Ley con M.A —Dijo Jimmy con amabilidad.

Todos asintieron con la boca llena, sin querer parar de comer aquello que tan delicioso les sabía. 

—¡Pues si que teníais hambre! —Bromeó el rubio cuando el grupo terminó de comer.

—Bueno podríamos empezar a conocernos. —Sugirió Will con amabilidad, pensando que ya te habían aceptado por lo menos saber algo sobre esa gente.

Todos contaron algo de si mismos, dándose un poco a conocer a los dos soldados, los cuales posteriormente hicieron lo mismo. La charla fue agradable para ambos grupos, uniéndose un poco más.

Ley y Johnny estaban sonrientes, junto a un M.A. con mejor aspecto. Entre que el doctor le había bajado bastante la fiebre y le había dado de comer, el chico reflejaba una gran mejoría. Aún estaba débil y cansado, pero ya su vida no corría riesgo alguno.

La chica se había encargado de contarle todo a su hermano, alegrando al chico enormemente. M.A. estaba feliz sabiendo que estaría cerca de su hermana, a la que tanto había estado echando de menos.

—Bueno, vale campeón, vamos a llevarte con tus colegas. —Dijo Johnny al ver que el chico estaba impaciente por volver.

El pelirrojo ayudó al hermano de su amada de camino a su Jeep, vacilando de este cuando se montaron dentro.

—¿Te gusta? ¿A que me lo he currado? —Fanfarroneó el chico, mostrándole los paneles solares que llevaba implantado.

—¡No cambias! —Bromeó M.A. entre risitas.

A Ley le reconfortaba ver a su hermano y a su amante amistosamente. Apreciaba esos pequeños momentos que le brindaba la vida. Entre tanto sufrimiento aquello era un hermoso regalo. Ella veía la belleza en las cosas pequeñas, sonriendo cada vez que se topaba con la hermosura en medio de la oscuridad.

Jimmy no paraba de hablar con una simpática Inma, la cual se mostraba bastante cómoda conversando con el chico. El rubio estaba fascinado con ella, pues era ese tipo de chicas que a él solían gustarle. 

Inesperadamente con quien hizo buenas migas Will fue con Eva. Empezaron mal, pero luego se sintieron identificados en ciertos aspectos del carácter. Esto fue lo que hizo que empezaran a conversar. A él le gustaba relacionarse con gente que como él decía, “tuvieran sangre en las venas”. Will también entabló una buena relación con Puma, siendo este y Eva con los que más conversó

Maya se levantó rápidamente al ver como M.A. entraba por la puerta ayudado por Johnny.

—¡Ey! ¡Tienes mejor aspecto! —Exclamó la chica al ver la mejoría del joven.

Viendo el buen ambiente que había, los pelirrojos se sentaron con el resto. A Ley le gustaba bien que no había tensión y que todo marchaba bien.

—¡Ley ella es española, compatriota de Santiago! —Dijo Jimmy sonriente, señalando a Inma.

La pelirroja hizo una reverencia ante la chica, sorprendiendo a esta que no esperaba aquello.

—Grande el honor y la valentía de tu pueblo. —Expresó Ley con humildad.

—Me han contado que tienen un par de percutores, es un golpe de suerte. —Dijo Jimmy con alegría.

Davis entregó las piezas a la pelirroja, mostrándose amable y simpático.

El grupo estaba bastante agradecido con la ayuda de los soldados, viendo como aún quedaban buenas personas en el mundo. En aquel momento todos se sentían a gusto en su nuevo hogar. También se sentían cómodos con la pelirroja y los suyos, sobretodo por la razón de que respetasen su espacio. 

—¿Estás mejor? —Preguntó Johnny, dirigiéndose a Nicole. 

—Si, después de escucharla hablar, y de vuestra ayuda, me encuentro mejor. —Contestó agradecida la rubia, sonriendo algo más despreocupada.

Ley aprovechó para poder charlar con Alice, ya que la última ocasión no lo habían podido hacer como era debido. También aprovechó la ocasión para restablecer su relación con Maya. Luego simplemente disfrutó del tiempo con su hermano.

Puma se sentía completamente integrado con su nuevo grupo, sintiéndose incluso mas suelto con ellos que con los demás. Quizás se debía a que se notaba más identificado con aquellos soldados.

Adan también se sentía mejor en aquel lugar. Él había notado como el ánimo y la situación del grupo había mejorado considerablemente. Les veía mucho más fuertes que antes, y lo que a él más le gustaba, volvían a sentirse unidos.

—Quería hablar contigo. —Expresó Eva sinceramente, dirigiéndose a la pelirroja.

—Dime. —Contestó la chica con amabilidad.

—Creo que me equivoqué contigo, no fue justo. Me gustaría que empezáramos de cero. —Dijo Eva cordialmente.

—Me parece bien. —Añadió Ley con una sonrisa, dándole la mano a la chica amistosamente.

Tras un buen rato de charla, los soldados decidieron marcharse. Todos se despidieron afablemente, siguiendo con la tónica del ambiente. 

—Nosotros estaremos ocupados estos días, pero aún así si tenemos tiempo os haremos una visita. Lo mejor es que no salgáis y os dediquéis a recuperaros. En este estado no estáis en condiciones de hacer mucho, reposad, os hace falta. Si tenéis algún problema, avisad por radio. —Comentó Ley antes de marcharse.

Los soldados volvieron al bunker acompañados por Puma, el que era ahora el nuevo miembro de su equipo. Realmente todos estaban encantados con él, incluso Johnny el que al principio estuvo un poco reacio.

Una vez llegaron junto al resto de soldados, se pusieron a organizar un poco el nuevo material.

—Toma, recuerdo que te fijaste bien en ella en el museo. Tu propio sable nazarí, que se que te gusta. Jimmy y yo te enseñaremos a pelear con él.  —Dijo sonriente Ley, haciéndole un regalo a Puma.

El chico agradeció enormemente el gesto con una bonita sonrisa, cogiendo emocionado su presente.

—¿Cuál quieres Jimmy? Ahora podrás llevar dos espadas. —Preguntó la chica, queriendo obsequiar al joven por la lealtad que estaba mostrando.

—La Jineta. —Respondió el rubio con decisión.

La joven le entregó la que el chico había pedido, mirándola antes unos minutos para observar la magnifica calidad del arma. Luego comenzó a buscar entre todas las espadas, cual sería la que ella escogería.

Se hizo con un cinto para colgar la que sería su nueva arma, sacándolo de entre las cosas que habían sacado del museo. Después eligió con seguridad cual de todas las espadas iba a llevarse.

—¿Porqué esa? —Preguntó intrigado Puma, intentando aprender algo sobre aquella arma blanca.

—En honor a Santiago, un valiente compañero caído. La Tizona es un estoque de los tercios españoles. Es ligera pero fuerte. Está hecha con acero toledano, es flexible pero sin renunciar a la dureza. Es buena arma para elegir. —Explicó la chica concienzudamente, portando aquella antigua arma.

La pelirroja la agarró con fuerza, sintiéndose una privilegiada al poder tener aquella maravillosa espada para ella sola. Sin duda alguna era de muchísima mejor calidad que la catana con la que había estaba peleando. Se sentía como el rey Arturo con Excalibur. Tener esa espada significaba mucho para ella, sintiendo que la divina providencia se la había otorgado para cumplir su gran destino. Con la fuerza que le proporcionaba sujetar aquella arma, se sentía realmente poderosa. Alzó su Tizona para señalar al cielo, con un glorioso gesto con el que inauguró la que a partir de ahora sería la nueva arma de Ley...




#LEY

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