Big Red Mouse Pointer

lunes, 27 de octubre de 2014

NH2: Capítulo 040 - Tiempo en una botella

La incorruptible noche que se había cernido sobre su universo apocalíptico se hallaba excesivamente calmada en aquellos instantes, mucho más incluso que en las regiones externas más cercanas a Almatriche, las cuales habían rodeado durante un gran número de meses a la ciudad superviviente tras el control de sus muros, perturbadas continuamente por el alboroto que los no muertos provocaban en ellas sin descanso ni rendición alguna. Si bien era cierto que aquella ausencia de enemigos caníbales no debería haber sido considerado una situación normal, el agradecimiento interno de cada uno de los miembros del grupo por ello era tremendamente notorio en la tranquilidad que exhibían al resto. Y es que el hecho de que los zombis se hubiesen olvidado de su existencia por un solo instante había sido fundamental para que otra clase de preocupaciones mucho más importantes que un puñado de muertos putrefactos emergiesen de sus comportamientos como la naturaleza de un alma que se haya oculta hasta que esta decide revelarse a los demás. Un ejemplo principal de todos los asuntos que consideraban de vital importancia era su tentativa de sobrevivir sin la seguridad proporcionada por aquella ciudad en la cual habían residido durante tanto tiempo. Como prácticamente cualquier habilidad técnica del ser humano, las nociones más básicas de supervivencia terminaban por resultar muy difusas si no eran practicadas con una cierta continuidad. A pesar de aquella notable desventaja, uno de los miembros principales del grupo aún mantenía en plena forma algunas de aquellas estrategias de sobrevivencia perdidas, lo cual resultó ser bastante útil para algunos de sus compañeros.

La joven adolescente Inma se había situado prácticamente todo el tiempo que había transcurrido desde que la oscuridad del firmamento les había invadido sentada junto a uno de los muros laterales que conformaban la gasolinera pensando de manera abstraída en sus pensamientos. Y es que la preciosa chica de raíces españolas no podía olvidar aquellas palabras con las que su prima Maya le había confiado uno de sus sentimientos mas profundos e íntimos, el cual ni siquiera ella misma parecía recordar con demasiada exactitud como para confirmar aquella clasificación que la propia muchacha le había conferido. Su pensamiento no alcanzaba a comprender como Maya podía haber vivido un sentimiento tan intensamente profundo hacia aquel impertinente de Puma que ni siquiera ella misma lograse recordar. Las múltiples conversaciones sobre temas de diversa índole acerca de ella que había mantenido con uno de sus amigos más personales, M.A, le habían proporcionado información de una determinada clase muy valiosa, por lo que conocía perfectamente la situación de su prima con respecto al estado poco natural que poseía intrínsecamente y a la ingestión de las pastillas con las cuales conseguía controlarlo, pero pese a todo ello, su falta de memoria sobre un asunto de tal delicadez continuaba resultándole un tanto estrambótico. Se hallaba discurriendo en los distintos métodos mediante los que podría proporcionar tanto ayuda como apoyo a su pariente de estrecha relación, cuando su mente se dispersó hacia el muchacho en cuestión que se encontraba en una especie de paraje a un lado de la carretera. Fue en ese preciso instante cuando recordó que aquel compañero se había propuesto encender un fuego para que todos los miembros del grupo pudiesen permanecer calientes durante aquella gélida noche de primavera en las tierras sureñas de Canadá. Recordar aquel hecho fue el principal causante de que la chica comenzase a percibir finalmente la extensa corriente de helados vientos que se estaba encargando de congelar cada uno de sus músculos. Por aquel mismo motivo, Inma optó por incorporarse sobre sus agarrotadas piernas y marchar en dirección al cúmulo de madera que pronto se habría convertido en una luminosa ola de llamaradas gracias a la sabiduría de Nait.

Justo en aquel preciso instante, la joven española sintió como su prima estadounidense hubiese advertido sus intenciones al regresar junto a Naitsirc surgiendo de una región boscosa un tanto reducida cercana a aquel área de repostaje en el mismo intervalo de tiempo que había tardado ella en elevarse sobre sus pies.

—Aquí tienes —informó Maya entregando a su compañero un numeroso cúmulo de troncos bruscamente cortados que portaba sobre sus brazos—. ¿Sabes? Menos mal que hemos podido encontrar esta zona antes de que anocheciese. No es que este lugar sea demasiado boscoso, la verdad, pero al menos tiene un par de tierras con vegetación. Si nos hubiésemos apostado un par de kilómetros atrás, nos habría tocado lidiar con un maldito secarral. Por cierto, si lo único que has estado haciendo hasta ahora ha sido cuidar de la madera que te he ido trayendo, podrías haberme ayudado a transportarla. Por mucha fuerza que tenga, no soy tu mula de carga, señorito.

—Lo sé, Mayita, pero tenemos que aprovechar tu habilidad al máximo. Además, tu no te cansas lo más mínimo cargando peso, así que no te quejes tanto —le reprochó el joven bibliotecario en tono humorístico con una enorme sonrisa que enmarcaba sus mejillas enrojecidas por el frío, pero la mueca de desagrado que le transmitió su amiga le informó de que su pequeña broma no había resultado ser demasiado agradable para ella—. Vamos, Maya, anímate. Ya tenemos todo lo necesario para encender el fuego. Dentro de poco estaremos durmiendo plácidamente y con un calorcito que ni en pleno mediodía en el Sahara.

—Sí, claro, eso lo dices tú porque no sabes como me duelen las manos después de haber partido los troncos con ellas. Ya podrías haberme dado algún arma blanca, ¿no crees, preciosidad? Que hay de tu cuchillo, ¿eh? Si hasta me habría servido una de tus zapatillas —refunfuñó Maya observando las palmas de sus manos adornadas con numerosos rasguños y heridas que no cesaban en su palpitación. Dudaba mucho que fuese a conciliar el sueño con aquel punzante ardor que se extendía a lo largo de sus extremidades.

—Oye, ya te dije que se lo podías pedir a M.A, a Puma o a esa chiquilla que va con él todo el rato. O incluso a tu prima. Ella todavía tiene el puñal que yo le cedí hace poco porque no parecía desenvolverse demasiado bien con las armas de fuego.

—¿Y por qué no me has dicho eso antes? Teniendo en cuenta que Puma y M.A se están subiendo por las paredes después de que escuchasen ese mensaje en el walkie del muerto, cualquiera se acerca a pedirles nada, pero con Inma no habría tenido ningún problema —le replicó la chica nuevamente tras cerciorarse de que podría haber realizado el trabajo manual sin la necesidad de que sus poderosos puños acabasen totalmente destrozados durante su realización—. Bueno, olvídalo, Nait. No tiene mucha importancia. Con todo lo que ha sucedido ultimamente en nuestras vidas, que mis manos se hagan pedazos rompiendo troncos es el menor de nuestros problemas.

—Vale, creo que ya ha sido suficiente. Sé que estás actuando, Maya —la sorprendió su compañero con un excelentísimo gesto picaresco enmarcado en cada una de sus facciones. La joven luchó férreamente por controlar la explosión de carcajadas que se desencadenaría en breve si no lograba contenerlas, pero le resultó imposible reprimir sus sonoras risas durante mucho tiempo. Definitivamente, Nait la había descubierto.

—Oh, venga ya, ¿qué he hecho mal esta vez? En serio, dímelo, porque ya no sé con que acertar. La última vez que intenté hacerlo en Almatriche estuviste a punto de tragartelo por completo, pero esta vez me has descubierto demasiado pronto. Voy a tener que practicar mucho más si quiero ser la primera actriz del nuevo mundo.

—Maya, eres más impredecible que los arrebatos de furia de nuestro lindo rubito. Por eso te quiero —expresó Naitsirc chocando sus nudillos con los de la aspirante a actriz que le acompañaba en su aventura por la supervivencia.

—No lo digas muy alto, que aunque M.A este ahí tirado junto al surtidor roncando como un león, no veas que oído que tiene cuando le interesa.  

—Hey, chicos, hola. ¿Qué tal os va por aquí? ¿Andáis los dos bien? Os lo digo porque os he visto comportaros de forma un poco extraña desde lejos —preguntó una tercera persona que conectó con la conversación con el único objetivo de verificar el correcto estado anímico de sus compañeros.

—Ah, sí, no te preocupes, Inma. Es sólo un pequeño juego. Verás, yo quería dedicarme a ser actriz profesional antes de que este maldito apocalipsis zombi se nos echa encima. Creo recordar que lo comenté alguna vez contigo cuando vivíamos juntas. El caso es que, como ahora mismo no hay muchas escuelas de interpretación en funcionamiento, utilizo a Nait, que es un deductor nato, para seguir practicando mis habilidades. Ambos acordamos hace un tiempo que, aleatoriamente, incluso en el momento más inesperado, yo trataría de usar mis dotes naturales para la actuación con el propósito de engañarle. Sé que es un juego estúpido, pero lo bueno que tiene es que nos ayuda a ambos a mejorar nuestro ánimo hasta en las peores estaciones. Lo malo es que todavía no lo he conseguido ni una sola vez... Definitivamente, soy una pésima actriz —comentó Maya esbozando una ligera sonrisa de impotencia ante el hecho de que ni siquiera ninguna de sus múltiples estratagemas más elaboradas hubiesen funcionado contra la inteligencia de su amigo.

—Entiendo. Parece divertido —añadió Inma con una especie de mueca forzada que denotaba su escaso interés hacia aquella invención pese a que no se hubiese atrevido a despreciarlo nunca jamás. Tan sólo se hallaba en plena inspección de su terreno para no provocar una impresión de descaro cuando se decidiese a formular la cuestión que le era de auténtico interés—. En fin, chicos, ¿para cuando creeis que podrá estar listo ese fuego? Creo que se me han congelado hasta los dientes.

—Yo ya he traído todo lo que el señorito me había pedido para hacerlo, así que cuando a él le parezca bien, puede empezar a mostrarnos sus maravillosas técnicas de supervivencia de las que tanto presume. Vamos, adelante, no te cortes —respondió su prima incentivando a la exhibición de las habilidades más específicas del muchacho.

—Ningún problema, chicas. Vamos a ver, lógicamente, el primer paso a seguir para encender la hoguera es reunir la madera necesaria, que tenemos aquí gracias al gran trabajo de Maya. Ahora, el siguiente y último paso que debemos hacer es el siguiente. Atentas al movimiento —advirtió Nait con la intención de que enfocasen su concentración en el proceso que iba a efectuar a continuación. Acto seguido, el sujeto en cuestión condujo una de sus manos hacia el bolsillo trasero de su pantalón, del cual emergió un pequeño encendedor. Casi al instante, el joven originó una luminosa llama mediante la activación del objeto en cuestión, que aproximó hacia la madera hasta provocar el primer vestigio de un fuego que pronto alcanzaría la viveza de un voraz incendio devorando vilmente un bosque—. Y he aquí el gran secreto de cómo conseguir calor en mitad de la nada, amigas mías. Regla número cincuenta y tres de supervivencia, asegúrate de que puedes robar el mechero a tu compañero rubio cuando lo necesites.

—Será mamonazo —murmuró Maya forzando nuevamente la expulsión de un tormento de carcajadas ante el comentario hilarante de su compañero—. Esta me la apunto.

—Toma, anda, devuélvele el mechero a M.A cuando se despierte, si es que se entera de que lo ha perdido antes del año que viene —comentó Naitsirc entregando a su amiga el utensilio sustraído mientras remarcaba un gesto de denotada picaresca en su semblante—. Venga, compañeras, el fuego es todo vuestro. Seguro que dormís muchísimo mejor que los que ya están roncando al lado del desastre que hay en esa gasolinera. Desde luego, hay que ver el estómago que tienen. Yo no me meto en un sitio tan asqueroso a pasar la noche ni loco.

Inma fue la primera del peculiar trío que se acurrucó junto al vivaracho color anaranjado fruto de la combustión ocasionada por el muchacho, frotando con energía sus extremidades para conseguir aumentar la transmisión de calor hacia su gélido medio interno. El profundo placer que expresaban sus facciones ante la desaparición sucesiva del frío logró actuar de manera reconfortante tanto en su prima como en el creador de aquel elemento natural.

—Bueno, parece ser que una de las dos ya ha reservado su plaza. Será mejor que te des prisa en sentarte si no quieres quedarte sin sitio después de tu durísimo trabajo, Mayita. Yo estaré cerca por si me necesitáis.

—Espera, espera, ¿cómo que estarás cerca? ¿A dónde demonios vas? ¿No te vas a quedar aquí con nosotras? —le interrogó Maya sorprendida negativamente por la actuación de abandono de su compañero.

—Sí, bueno, el fuego genera humo, el humo atrae a los zombis y alguien tiene que estar pendiente de que no nos devoren en mitad de la noche, porque entonces nuestra pequeña acampada se convertiría en algo muy, pero que muy malo.

—No, me niego en rotundo —exclamó la chica deteniendo abruptamente el paso de Nait con un ligero empujón en su pecho. El joven se vio obligado a mantener su equilibrio para no precipitarse al terreno mientras dirigía una mirada de desacuerdo a su antigua amiga. Aquella castaña podía ser demasiado irritante para él cuando su generosidad le sobrepasaba—. Has pasado toda la semana haciendo las guardias en Almatriche, y estos dos últimos días no has dormido prácticamente ni dos minutos. Sinceramente, ni siquiera sé cómo has aguantado la caminata de antes. Yo estoy mucho más descansada que tú, así que yo me encargo.

—Mira, no quiero parecer un cretino, pero yo tengo más experiencia en vigilancia que tú, Maya. Además, después de una semana haciendo de guarda jurado, como bien has dicho, no me pasará nada malo por hacer ese papel un solo día más —justificó Nait su decisión ante aquel asunto de mutuo interés, pero el gesto de brazos entrecruzados exhibido por una compañera a la que conocía perfectamente le informó de que su victoria sería prácticamente inexistente. Todas aquellas dotes de las que carecía para el arte de la interpretación parecían ser equilibradas con una esplendorosa labia en el proceso de manipulación de un ser para que éste acepte cualquiera de tus condiciones. Un reflejo de su personalidad que no desaparecía ni aunque se lo rogase a su creador, para su propia desgracia.

—Bueno, por mucho que creas tener muchísima más experiencia asegurando el terreno, yo tengo una mala leche contra la que no vas a poder competir, puedo eliminarlos sigilosamente sin necesidad de armas, no puedo infectarme, por lo que el riesgo al que me expongo ante los zombis es menor, y además, puedo patearte el culo aquí mismo por arriesgar de esta manera tu salud. ¿Algo más que alegar en tu defensa, querido?

—Creo que eso es un jaque mate —intervino Inma en la conversación con cierto tinte humorístico.

Naitsirc reflexionó por última vez sobre sus remotas posibilidades de derrotar a aquella persistente mujer en una cruenta batalla verbal antes de acceder a su rendición definitiva.

—Está bien, encárgate tú por esta noche, pero ten mucho cuidado y llámame si necesitas cualquier cosa. Ah, y toma esto también. Lo cogí del pequeño depósito de suministros que encontró tu prima en Almatriche —informo éste entregando a Maya una especie de lata de sardinas que había mantenido preservaba en otro de sus bolsillos—. No pude hacerme con muchas, pero quiero que te quedes con una. Si vas a pasar la noche en vela, necesitas estar bien alimentada.

—Gracias por tus cuidados, Nait, pero no es necesario que me mimes tanto. Pareces mi padre —comentó la chica ocasionando repentinamente un agradable ambiente amenizado por las sonrisas deslumbrantes de los tres individuos presentes—. En fin, no estaré demasiado lejos, así que si ocurre algo, tan sólo gritad y vendré corriendo lo más rápido posible. Nos vemos en un rato.

Concluida la amistosa discusión con un forzoso contrato impuesto por una de las partes, el joven se dispuso junto a la hoguera que él mismo había originado a una distancia próxima de Inma mientras observaba como su compañera se alejaba de ambos con la intención de cumplir el pacto estipulado. No le era precisamente satisfactorio intercambiar su puesto con Maya pese al cansancio acumulado en cada uno de sus músculos. Por un instante, pensó que debería haber exhibido un comportamiento de mayor insistencia al mismo tiempo que haber ignorado nuevamente las exigencias del descanso antes de que una voz femenina se introdujese en la privacidad de su meditación.


—No sufras por ella. Yo también estoy preocupada por si le sucede algo, pero mi prima sabe cuidarse sola. Dyss y ella siempre han sido muy independientes.

—Bueno, supongo que Maya ya te habrá puesto al día sobre todo lo que pasó con Dyssidia —elucubró él recibiendo una respuesta inmediata expresada en forma de un gesto afirmativo con la cabeza—. El caso es que desde que aquello sucedió, no me gusta que acumule demasiada presión, porque cuando lo hace, se transforma en una persona completamente distinta. No te imaginas todo lo que ha tenido que pasar desde que su hermana la abandonó. Para ella, un día Dyss era la persona más maravillosa del planeta, el día siguiente se convertía en la más odiosa, una hora después no paraba de decir que lo único que quería era volver a abrazar a su hermana, y para cuando terminaba el día, se juraba a sí misma que la iba a golpear hasta matarla por lo que le había hecho. Obviamente, no sabía lo que decía. Como a todos en alguna ocasión, el dolor la cegaba continuamente.

—¡Oh, Dios! ¡No sabía nada de eso! —exclamó Inma mostrando un profundo interés hacia la información revelada por Nait.

—Lo imaginaba. Todo el mundo trata de ocultar lo peor de sí mismo aunque sea inevitable que acabe siendo desvelado. Y lo que más me duele decir es que eso no ha sido lo peor. Maya se ha estado culpando durante mucho tiempo por todas las muertes que han sucedido a su alrededor. Decía que sólo estaba en este mundo para ser una asesina y contemplar a unas víctimas que de haber sobrevivido, probablemente habrían acabado muriendo debido a ella. Costó mucho hacerla ver que no era así, que no era el monstruo que creía ser, y no fue un camino nada fácil. Ojalá hubieses estado tú por aquel entonces, porque M.A y yo estuvimos a punto de joderla completamente un montón de veces. Recuerdo que un día recibimos el ataque de un grupo de muertos, perdimos a muchos de los nuestros, y Maya lo único que hacía era lloriquear por Dyss. Más tarde descubrí que sufría un shock, pero entonces yo, exaltado por todo lo sucedido, sólo se me ocurrió decirle que su hermana ya no era más que un saco de huesos, y que madurase de una maldita vez. La hundí más de lo que ya estaba por aquel entonces. Fue como si la arrojase a un pozo todavía más hondo que aquel en el que se encontraba atrapada. No me siento precisamente orgulloso de ello, pero es un hecho real, y no puedo mentir sobre ello. Definitivamente, la patada en los huevos de M.A fue bien merecida.

«La peor del rubio fue, sin lugar a dudas, la que montó cuando estábamos apostados en la ladera de una montaña. Maya intentó lanzarse desde unos tres mil metros de altitud uno de los peores días en la historia de nuestra supervivencia, así que al tipo, que le había dado otro de sus ataques de ira, no se le ocurrió contestar más que lo siguiente “Anda, sí, tírate, a ver si dejas de joder a todo el mundo de una vez”. Si aquel día no hubiésemos estado allí ni su amiga Selene ni yo, tu prima estaría ahora mismo muerta, de eso puedes estar segura. Después de aquel incidente, tuvo que estar siendo vigilada a cada momento por todos, porque intentaba hacerse daño con cualquier cosa que tuviese a su alcance. Y, en fin, creo que no hace falta ni mencionar que la patada en los huevos se la devolví a M.A. Menos mal que todo aquello ya quedó lejos… Muy lejos…

—Vaya, no sé qué decir… —musitó la adolescente reflexionando constantemente sobre cada uno de los estados fatales del pasado de Maya que Nait había comentado.

—Supongo que ahora entiendes por qué intento tratar a tu prima lo mejor posible. Ahora mismo está estable, pero teniendo en cuenta el dolor que ha sufrido a lo largo de todo este tiempo y la condición nada favorable que esos cabrones le implantaron, nadie sabe que es lo que va a pasar en el futuro. Personalmente, no quiero que todo este año de paz que hemos conseguido haya sido en vano, y vuelva a convertirse toda en una pesadilla. M.A también contribuye a su fortaleza actual, aunque le he dicho muchas veces que debe aprender a autocontrolarse mejor si no quiere volver a llevarla hasta un extremo peligroso. Tampoco está plenamente bien desde que se separó de su hermana en mitad de la tragedia de Stone City. La verdad es que es bastante irónico que ambos sufran la pérdida de un mismo familiar. A la vida le encanta jugar con nosotros, ¿no crees?

—Yo… Si te soy sincera, me hubiera gustado poder haber dicho que me encargaría de la guardia, pero no sé cómo hacer este tipo de cosas —mencionó Inma tratando de ocultar sus carencias entre excusas parcialmente avergonzada por su desconocimiento hacia el complejo mundo de la supervivencia.

—Bueno, tampoco creo que te hubiese dejado ir a ti, así que no importa, realmente. Pienso que lo que más necesita tu prima en estos momentos es apoyo anímico y moral, y tú eres la persona que mejor puede proporcionárselo. Estoy completamente seguro —trató Nait de mejorar su estado de ánimo incidiendo en los aspectos más positivos de la española—. Como ya he dicho antes, Maya lleva mucho tiempo sintiéndose como un monstruo, pero cuando está contigo, esa sensación parece desaparecer. Tú consigues que sea como si nunca hubiera existido. Puedo notarlo.

—Y a mí me encanta ayudar a que mi prima se sienta mejor consigo misma, y mucho más después de todo esto que me has contado, pero, ¿qué hay del resto del trabajo? ¿Quién se esconde detrás de las faldas de los demás y empieza a gritar por una asquerosa cucaracha o por un puñado de ratas en estas circunstancias? ¿Quién necesita que se lo den todo hecho, como si fuera un bebé recién nacido? No me gusta decir esto, pero en todos los grupos a los que he pertenecido, sólo he sido la estúpida niña llorona a la que no dejaban salir de casa por si se hacía daño a sí misma o a los demás, y lo único que puedo hacer es reconocer que, por desgracia, es todo mi propia culpa. Yo… no estoy hecha para este mundo. He visto morir a multitud de personas en esta masacre, entre ellas mi padre y un montón de buenos amigos, pero nunca he tenido la valentía suficiente para decirme a mí misma “Inma, tienes que cambiar, necesitas hacerte más fuerte para que esto no vuelva a suceder”. En lugar de eso, me dedico a esconderme como una cobarde. Una estúpida cobarde. Siento que mi único destino es ser mordida en cualquier momento sin ser capaz de oponer resistencia siquiera. Tan sólo un par de tiros al azar, como siempre, y después, muerta… Debo ser la única idiota que no sabe desenvolverse absolutamente con nada, y se ve obligada a resignarse porque ni cree poder ni cree querer. Ojalá fuese de otra manera, Nait. Ojalá fuese como Maya, Dyss, tú o M.A. Las cosas serían un poco más fáciles si tuviese vuestra fuerza de voluntad. Al menos no seguiría adelante por pura inercia. Podría aferrarme a mi esperanza de sobrevivir luchando por mí misma.

—Inma, deja que te cuente una anécdota, ¿vale? Antes de encontrarme con tu prima y con el resto de supervivientes de Stone City, estuve sobreviviendo con un pequeño grupo en la biblioteca principal de la ciudad. Una de las personas que había allí era muy parecida a ti. No paraba de decir que era incapaz de hacerlo, que nunca podría coger un arma y acabar con aquellas cosas y que estaría destinado a ser un estorbo porque nunca podría defenderse por sí mismo. Era un adolescente un poco más joven que tú, si mal no recuerdo. Estaba acompañado por sus padres, el que parecía ser su mejor amigo y su novia. Todos le apoyaban como a un miembro más y le trataban como a un superviviente más, pero él, simplemente, se negaba a cumplir ese papel. ¿Y sabes lo que ocurrió el día que los zombis invadieron el lugar y se lanzaron a por nosotros? Yo le ofrecí mi puñal al chico para que intentara defenderse como buenamente pudiera, pero en lugar de eso, se cortó el cuello… Delante de su familia, de su amigo y de su pareja… De todos los que le querían… Ni siquiera le importó que todo el mundo estuviese allí observándole.

—¿Qué…? —despidió la señorita Inma un suspiro de conmoción antes de que sus cuerdas vocales se petrificasen ante semejante atrocidad.

—Sí, eso es lo que hizo. Sé que es una historia un poco macabra, pero lo que quiero es que comprendas algo que a mí me marcó mucho en su momento y que tampoco fui capaz de asimilar por aquel entonces. Ese chico se quitó la vida porque él pensaba que no había otro camino. Estaba convencido de que tenía que morir porque nunca podría enfrentarse a este mundo, y cuando llegó el momento, en vez de luchar por que aquello no sucediese, se lo provocó a sí mismo. Su cabeza no paraba de decirle que debía ser así sí o sí, pero no era cierto. No tenía por qué serlo. Él no tenía por qué morir. Sucedió sólo porque él hizo que ocurriese. Inma, tú puedes pensar que tu único camino es depender de los demás y ser un estorbo para todo el mundo porque eso es de lo que tú estás convencida y lo que tú misma te has obligado a pensar para no enfrentar tus miedos y encontrar otra alternativa a hacerlo, tal y como pasó con ese chico. Puede que ahora mismo no veas esa alternativa de la que te estoy hablando, y que tampoco la hayas visto nunca en estos dos años, pero llegará el momento en que algo muy importante ocurra, y simplemente, te levantes un día cualquiera y comiences a contemplar otras posibilidades de encaminar tu vida distintas a la que habías establecido en un principio. No debes forzarlo, pero tampoco puedes negar su existencia, porque entonces te estás asegurando de que no aparezcan jamás. Si quieres convertirte en alguien que no dependa de los demás para su propia protección, sólo necesitas mantener esa vía que tú deseas en tu interior hasta el momento en que optes por escogerla. Es lo que yo llamo aprender a estar preparado. Y cuando por fin decidas como encaminar tu vida, tu buen amigo Nait estará ahí para ayudarte a progresar en el camino, ¿de acuerdo? Siempre…

"Siempre..."


Aquella palabra fue la única con la que el caprichoso Morfeo se había dignado a cederle finalmente la salida de su reino. Siempre... ahora se había convertido en Eternidad... ya que, ese hecho, ese recuerdo, ese instante permanecería inmaculado dentro del espacio más profundo de su alma hasta el último de sus días.

—Bien... ya es hora.

Abandonó el colchón, enérgica, y haciendo caso de las recomendaciones de Eva, procedió a ejecutar los estiramientos matutinos para poner su cuerpo a funcionar a plenitud. Se dobló un poco hacia la izquierda, un poco hacia la derecha, giró su torso a cada lado también y una por una flexionó sus rodillas. "Hoy no..." No pasaría dos veces por la misma vergüenza de quedar como una completa pereza por ser la última en levantarse, o más bien... la penúltima. Su adorada prima, por otro lado, seguía arropada hasta el cuello, en el séptimo sueño y sin pretensiones de volver pronto. La dejaría estar unos minutos más, necesitaba descansar bien. Levantó la cortina de la ventana desde donde observó un resplandor azul emergiendo del horizonte. Ya llegaba un nuevo amanecer.

La visión del panorama que se exhibía como un exótico lienzo le producía entusiasmo, nervios, miedo... No tenía idea del porvenir pero sabía que el camino no seria blando y debería estar lista para lo que fuera.

La joven Inma llenó sus pulmones de aire y luego exhaló vehemente deslizándose rauda por la habitación deseosa de estar afuera para recibir al resto del grupo cuando despertasen, pero, tan solo poner la mano en el picaporte escuchó tres azotes que hicieron chillar la madera de la puerta. Alucinando, la castaña dudó en abrir ¿Cómo era posible que alguien estuviera tocando?

—¿Chicas? ¿Inma, Maya? —una voz masculina al otro lado de la puerta la aclamaba a ella y a su prima.

—¡M.A! —suyo fue el asombro al ver al rubio cuando por fin abrió la puerta. Estaba completamente equipado y con aspecto ajetreado.

—Ehh... Ya vamos saliendo. El general retirado amaneció algo eléctrico hoy.

—Okey, okey. Sólo dános un minuto —dijo Inma impotente volviendo a las entrañas de la habitación tragando el amargo sabor de la derrota.

—¿Maya todavía está durmiendo?

—Sí... Pero no por mucho —la europea arqueo los labios en una mueca pícara. Después de todo alguien debería pagar por aquella injusticia que sufría, aunque fuese una tierna inocente...

En un breve instante ya todos estaban listos para zarpar hacia las calles. Habían dado incluso un par de vueltas para asegurarse de no dejar nada atrás.

—¿Adán? —Eva buscaba incesante al niño que con increíble astucia se había escapado de su vigilancia de halcón.

Había agotado todas sus posibilidades sobre la ubicación de su hermano... a excepción de una, que por más improbable que fuera seguía siendo una posibilidad. Tendría que ir a los aposentos del mismísimo anfitrión para verificar sus dudas. Recorrió rápidamente el largo y tendido corredor. Y en cuanto la castaña pisó el primer peldaño de la escalera que le llevaría hacia Hawk, el viejo hombre apareció en el rellano superior junto al pequeño Adán.

—Bueno, parece que te han venido a buscar —Hawk y Adán estrecharon manos amigablemente—. Ha sido un placer, jovencito.

—¿Nos vamos? —solicitó el niño a su hermana mientras descendía con prisa pasando por la vera de la mujer. Eva por un instante se sintió ridiculizada.

—Espero puedan alcanzar a su... amigo —deseó el de cabellos plateados, sonriendo como él lo hacía.

—Adios, Hawk —dijo Eva cortésmente y este hizo un gesto de despido con su mano antes de marcharse por donde había venido.

La castaña imitó los movimientos del viejo pero en la dirección contraria, tenía la misión de llegar a la salida, posiblemente todos la esperaban a ella y a su hermano con poca paciencia.

—¡Rápido, rápido! —gritaba Crow obstinado desde la entrada del edificio tratando de que Adán acelerara el paso.

Un breve instante más tarde, Eva, quien venía muy cerca tuvo que enfrentarse a la mirada más lasciva que Crow tenía en su repertorio. Ni siquiera se molestó en devolverle algún gesto, no le daría el gusto, aunque juraría que había visto por el rabillo del ojo al de la cara tatuada morderse el labio mientras le ojeaba los glúteos. "Qué asco..." bramó la mujer en sus adentros conteniendo las ganas de clavarle los nudillos en las bolas tan sólo por presevar la paz.

—¿Ya estamos todos? —preguntó Nicole dando una mirada en derredor-. Bien, pues nos vamos.

Alice, quien iba a la vanguardia, fue la que de una vez por todas dio el primer paso que iniciaría el viaje de los supervivientes.

La rubia mientras caminaba entre el embotellamiento de vehículos sólo podía oír sus propias botas triturando piedras, cristales y cualquier otro maltrecho material desperdigado por la avenida. Siendo aquella orquesta de fastidiosos ruidos apoyada por un coro de fondo producto de la respiración de sus compañeros a través de las máscaras que llevaban para filtrar el aire, cortándolo. Rematando la escena con la imagen de la calle que no la reconfortaba en absoluto; el caos la había arrasado y el alba la arropaba con nada más que desolación. Se había acostumbrado a sentirse así de incómoda pero esta vez algo era distinto... indiferentemente de que tenían un rumbo, se encontraba perdida y le mortificaba no saber el por qué. Necesitaba una distracción. Miró hacia atrás repentinamente y se dio cuenta que se le había adelantado unos metros al grupo, así que se detuvo.

—Oigan, ¿en serio planeamos caminar todo el día? No es que me de flojera sino que nos convendría conseguir transporte si queremos alcanzar a Payne —dijo.

—Pienso igual pero el problema es que si nos desviamos y no conseguimos nada, sería tiempo perdido —contestó Nicole destellando cierto tono de resignación en sus palabras cuando se acercaron a Alice.

—Uhm, yo... Cuando venía de camino aquí —todos observaron a Jessica—, vi una agencia de envíos y tenían un camión bien guardado detrás de una verja. Sí se me ocurrió tratar de, pues, tomarlo 'prestado' pero el lugar estaba lleno de infectados y de verdad no me sentía en condiciones de hacerlo sola... —explicó. Todos rápidamente comenzaron a meditar sobre la posibilidad.


—Creo que vale la pena —dijo Davis muy convencido—. Si está bien guardado... Es mejor que nada.

—Guíanos —pidió Puma a la pelinegra cuando vio que tras varios segundos de silencio nadie parecía pensar en oponerse a ir a echar un vistazo.

—Claro. Serán unas cuantas cuadras en esa dirección —contestó la chica iluminándolos con su sonrisa y enseguida desviándose completamente del trayecto que pretendían recorrer, levantando su dedo hacia un lado para indicar el nuevo camino.

—¿Más o menos de cuántos infectados estamos hablando? —preguntó Alice con mucha curiosidad, casi entusiasmada.

—Podrían ser unos diez... o veinticinco —para algunos fue alarmante la inseguridad de Jessica—. Es que están todos dispersos... De todas maneras por aquí no creo que tardemos mucho en llegar y la agencia se puede ver desde lejos. Si aún así, ustedes creen que no se puede, simplemente nos devolvemos.

—No. Si da igual cuántos sean, nosotros tenemos una Maya... —Alice sin parar de caminar se giró hacia la castaña y le guiñó el ojo en señal de broma. Esta sencillamente le devolvió una sonrisa complaciente.

La caminata, indudablemente, se hizo muchísimo más larga de lo prometido incluso para la misma Jessica. Las calles y los edificios adolecían aún la falta de luz y con una fría penumbra azulada acogían a los forasteros que se movilizaban esperanzados de poder llegar a aquel camión antes de que la creciente neblina se hiciese demasiado densa.

—¿Cuánto más? —preguntó Alice que seguía desde muy cerca a la chica de ojos azules.

—Casi llegamos —aseguró Jessica a punto a subir una escalera hacia una pasarela que cruzaba un pequeño centro comercial.

Cuando la chica llegó al rellano finalmente alcanzó a ver la agencia del otro lado de la calle y como grata sorpresa, la grave congestión de muertos vivientes frente al edificio se había disuelto.

—Miren —Jessica ahora podía contar a los infectados con los dedos de sus manos—. Son mucho menos de los que había ayer.

—Y allí está nuestro tesoro —Davis sostuvo el hombro de Jessica. No podía negar sentir cierto orgullo por el descubrimiento de su chica.

—A mi me parece que para facilitar las cosas podríamos despachar a unos cuantos desde aquí —Alice sacó su pistola y apuntó al cráneo de uno de los cadáveres que se tambaleaban por la calle. Sin embargo Puma puso su mano sobre el arma evitando que le diera algún uso.

—Espera —el moreno entonces se fijó en Adán—. Alguien más puede hacerlo de una mejor manera.

—¡Eh, sí! —el niño rápidamente se quitó el arco olímpico que llevaba al hombro y sacó una de las flechas de fibra de carbono para apoyarla contra la cuerda.

—Relájate un poco... —le susurró Inma al oído suavemente. Al chico le pesaba la responsabilidad de demostrar su valía frente a todo el grupo y eso se había reflejado en la posición de todo su cuerpo— Levanta tu codo, vamos.

Adán acató sin chistar lo que le iba indicando la castaña. Él ya sabía qué hacer, pero dada la circustancia estaba desconcentrado. Respiró profundo y jaló la cuerda con la flecha aprisionada entre sus dedos índice y medio, elevando a su vez el pulgar para acomodar la punta sobre la montura. El tiro que debía realizar no era sencillo, su objetivo estaba más lejos que de costumbre sin añadir que se movía de forma irregular

—Dale —Inma pensó que no importaría si fallase el primer tiro, eso le serviría para probar el peso de la flecha en relación a la distancia. De todas maneras no sucedería lo que ella tenía en mente.

La flecha salió disparada con mucha elevación que rápidamente fue contrarestada por la gravedad, dirigiendo el proyectil directamente a la cabeza del infeliz muerto andante. Los espectadores asombrados, prefirieron guardar silencio ante la increíble hazaña para no desconcentrar al muchacho. Adán cogió otra flecha y repitiendo el proceso perforó otro cráneo, cumpliendo así la secuencia multiples veces con gran maestría, cada vez más rápido.

—Es suficiente, Adán. Lo hiciste muy bien... —declaró Eva mostrando mucha menos satisfacción de la que sentía en realidad por el alucinante progreso de las habilidades de su hermano. El niño sonrió al ver los ojos orgullosos de la castaña adorarle.

—Demasiado bien —espetó Inma con alegría.

—Te toca —Eva de su mochila sacó su puñal y lo colocó al alcance de la española.

La chica miró muy bien la empuñadura del arma que le era ofrecida. Aún quedaban tres no muertos de los que había que hacerse cargo. "Debo hacer lo que sea que me pida, sin chistar..." recordó ella la condición más importante que Eva le había puesto para darle entrenamiento. Inma inhaló y recibió el puñal sujetándolo firme. A un par de metros se hallaba la escalera por la que bajó a lo que parecía ver por un segundo como una arena de combate. Sus compañeros la siguieron en el descenso atentos a cada paso que daba yendo hacia el primer infectado, un varón alto y muy obeso que por suerte, estaba de espalda. Inma notó al instante la posición ventajosa que tenía y optó por preservarla aligerando la fuerza de sus pisadas. La distancia se acortó en cuestión de segundos, devolvió la mirada y supo que estaba sola en aquello al ver a sus amigos muy lejos como para brindarle ayuda inmediata.

Una vez más se centró en su objetivo ya extremadamente cerca, así, apretó el puñal y los dientes retrayendo su brazo para dar la estocada justo en la nuca. Escalofríos recorrieron su espina como una carrera de caballos desbocados. Sentía cierto... poderío. Levantó su otra mano para asegurarse de inmovilizar a la víctima cuando la ejecutara y contuvo su respiración.

"Te tengo..."

Un segundo antes de que Inma actuase, súbitamente, Eva empleó toda la capacidad de sus pulmones con un silbido que se esparció por la calle alertando al inmenso cadáver que estuvo a punto de ser eliminado por la chica. La castaña inconscientemente volteó a ver desconcertada a su entrenadora personal descuidando fatalmente al infectado que ya se había enterado de su presencia. Inma jadeó al ver a la gran mole de carne pútrida abrir sus inmensos brazos para atraparla.

Estaba muy cerca, demasiado para reaccionar.

Cuando el monstruoso ser atrapó los hombros de la chica, esta no pudo hacer más que interponer sus brazos para mantenerlo a raya.

¡¿Estás loca?! —le exclamó M.A incrédulo a la hermana mayor de Adán.

—¡¡¡Inma!!! —gritó Maya aterrada haciendo un ademán.

—¡Alto ahí, Maya! —ordenó Eva severamente—. Ella tiene que defenderse... y aprender a lidiar con las sorpresas.

—¡¡N-No puedo dejar...!!

—¡Es por su propio bien! —la castaña de inmediato se puso entre un dilema. Tenía la necesidad, el impulso, de ayudarla a pesar de que en lo más profundo de su ser sabía que Eva tenía la razón...

El infectado gruñía desesperado por hincarle el diente a la chica sin parar de tirar de ella, agitando su mandíbula esperando saborear sus carnes mientras Inma empujaba con fuerza el pecho de la abominación que no la dejaba escapar. El pavor que quemaba su piel por ver de tan peligrosamente cerca aquella cosa era indescriptible. Las evidencias del efecto de la radiación sobre la deformidad intentando devorarla se exhibían atroces. Uno de sus ojos exageradamente hinchado había perdido los párpados y con el ajetreo daba la sensación de que fuese a estallar en cualquier momento. Así como sus brazos repletos de escamas y protuberancias carnosas que secretaban un inconsistente líquido viscoso amarillento.

—¡¡Concéntrate!!

Inma escuchó a Eva gritar en la lejanía. Quería acatar su orden pero era mucho más difícil de lo que sonaba... "Es-Es demasiado... No puedo". Su desesperanza se catapultó en el instante que vio a los otros dos infectados de la zona emprender recorrido hacia ella. Aunque eran lentos estaban muy cerca, no les costaría alcanzarla. Necesitaba concentrarse, necesitaba... calmarse.

Maya volteó a mirar a Eva, la mujer también estaba tensa y lo demostraba mientras extraía su pistola al ritmo que el otro par de infectados se acercaban a Inma. Saber que Eva tampoco parecía confiar en que la situación saliera bien, no le ayudaba a contenerse. Sus puños cerrados se apretaban a sí mismos cada vez con más fuerza y el corazón amenzaba con salirle del pecho... "No, no, no. No puedo quedarme sin hacer nada... No puedo dejar que Inma acabe como Dyss..."

Maya emprendió carrera finalmente, determinada a acabar con los malditos podridos que querían arrebatarle a la única familia que le quedaba.

—¡¡Atrás!! —la castaña se quedó paralizada a pocos metros por el vehemente mandato. En cualquier otra ocasión no hubiese hecho caso de lo que le había dicho; la diferencia era que esta vez su prima no había hablado, sino rugido...

Inma se flexionó y jaló al inmenso cadáver hacia ella para derribarlo utilizando su propio peso, escurriéndose por debajo del gran brazo del infectado atravesó la pierna y le hizo tropezar. El gordinflón cayó de bruces como un saco de papas y la española no dudó un solo segundo en echársele encima y clavarle el puñal exactamente en la parte occipital del cráneo. Cuando vio que no se movía más, resopló aliviada... pero sabía que aún no se había acabado. Dio media vuelta estando todavía de cuclillas justo para recibir al segundo infectado y se dejó caer sobre sus posaderas. La nueva amenaza no era sino una mujer, bastante corpulenta y deformada también. A pesar de que suponía tomarse un gran riesgo, Inma decidió sólo esperar a que la fémina se le abalanzara para efectivamente incrustarle el puñal por debajo del mentón.

Fue costoso, pero en pocos segundos consiguió quitarse el cadáver de la mujer de encima para ponerse de pie y así confrontar a un hombre escuálido que pesadamente se movía hacia ella. Inma de pronto comenzó a dar saltitos, manteniendo sus manos a la altura de su rostro. El resto del grupo le observaba con curiosa diversión, especialmente Maya, que aunque sabía que seguía enfrentando al peligro podía ver claramente que tenía la situación bajo control. Relajada, sonrió agraciada por los absurdos movimientos de boxeadora que hacía su prima.

Inma entonces llegó al infectado y con todas sus fuerzas le propinó una patada en la esquelética rodilla que la deformó en un sonoro crujido. "¡Ugh...!" La chica resistió a duras penas aquel asqueroso sonido, arrepentida de haber hecho lo que hizo. El sujeto, como lo esperaba ladeó su postura en un tambaleo dejando libre el camino a su acero... Sosteniendo el puñal con ambas manos la castaña atravesó la sien del pobre despojo de hombre frente a ella en un fúrico grito de guerra, eliminando así al último de sus problemas...

—Victoria... al fin... —aclamó exhausta, apoyándose sobre las rodillas cuando el cuerpo del infectado cayó, inerte... El estómago se le había revuelto y los pulmones apenas dejaban entrar aire. Pensó en un momento dado que vomitaría pero ningún fluído extraño había siquiera intentado subir por su garganta. Entonces entendió que solo eran los nervios, fastidiándola.

—¿Estás bien? —Maya se le acercó veloz con una cara de preocupación única. Inma asintió rápido repetidas veces. Daba la sensación de que la chica estuviese en proceso de parto, por como utilizaba su boca para respirar—. ¡Casi me matas del susto!

Maya la estrujó en un intenso abrazo. La felicidad que la embriagaba de poder sentir a su prima sana y salva después de tan amarga situación era incomparable.

—M-Ma-ya, Ma-y-ya —Inma le daba toquecitos en el hombro.

—Perdón —la chica le soltó al instante permitiendo que recobrara el aliento.

—Uff... Tu amor... me asfixia —dijo burlona, con una sonrisa de oreja a oreja ganándose unas cuantas carcajadas de parte de su prima.

—Impresionante, Inma —felicitó M.A. El rubio hubiese querido dedicarle un aplauso pero... prefirió dejarlo para otro día.

—Sí, muy impresionante... —los tres miraron a Eva que se aproximaba en compañía del resto del grupo. Tanto M.A como Maya le observaban un tanto disgustados.

—Mira, Eva... Esto fue demasiado peligroso y-.

—No, Maya. No pasa nada —Inma interrumpió la reprimenda de su prima, mostrándose sonriente para aligerar la tensión—. Fue una experiencia iluminadora... Sólo espero que para la próxima dejes que yo sea la que silbe —le pidió encarecidamente a Eva, y esta ladeó su cabeza y levantó sus manos en señal de rendición.

—Bueno, bueno... Aún tenemos algo que hacer, niños —alentaba Crow a que pasaran página y se enfocaran a lo que habían venido—. ¿Dónde está el bendito camión?

—Justo ahí —señaló Jessica. El vehículo de carga permanecía escondido en un estrecho estacionamiento detrás de dos grandes verjas.

—Por aquí no vamos a pasar tan fácilmente —determinó M.A tras tomarse la molestia de examinar la forma en que la primera de las verjas estaba bloqueada. Con su única mano sostuvo uno de los barrotes para agitar el gran obstáculo y el resultado fue que este no se movió ni un centímetro—. Y la entrada al local está más que cerrada.

—Puma —Alice golpeó suavemente el pectoral derecho del pelinegro para atraer su atención—. ¿Ves ese borde? Podría ir cuidadosamente por ahí hacia el estacionamiento y ver si puedo abrir el paso ¿Qué tal si me haces patita de gallina?

—Bien... —Puma se colocó de espalda a la pared que planeaba trepar Alice y entrelazó los dedos de las manos. Al pelinegro se le hizo imposible no recordar a Ley, cuando había ayudado a la salvaje pelirroja de la misma manera para alcanzar una vieja e inestable escalera de incendios...

Alice, diferente a aquella ocasión no tomó impulso, simplemente se apoyó del moreno. Puso un pie en sus manos y luego otro sobre su hombro para llegar con facilidad al borde sobresaliente del edificio.

—Esto está más estrecho de lo que creía —advirtió Alice en voz baja mientras se deslizaba pegada a la pared.

Su complicación más grande apareció fue al tratar de girar en la esquina donde había estado a punto de caer.

—¡Estoy bien, estoy bien! —aseguró la chica al llegar al otro lado de la pared tras un peligroso resbalón—. Pan comido.

Alice sobrepasó rápidamente ambas verjas. Sin embargo, en vez de dejarse caer prefirió continuar deslizándose por el borde. Había una ventana llegando casi al final del edificio, una ventana que era imposible de ver para los demás desde donde estaban.

—¿Alice? —le llamaba Puma. Ella simplemente continuó sin prestar atención—. ¿Alice, qué encontraste?

Nadie respondió. Miradas de preocupación se repartieron entre el grupo... Crecía la expectación a cada segundo y el silencio se perpetuaba. Puma cansado de esperar le propinó un manotón a la verja, frustrado. El de apodo felino, fríamente acosó a sus compañeros con su mirada depredadora durante unos segundos, maquinando algo.

—Ey, rubio —el pelinegro se dirigía hacia M.A esa vez—. Esta es tu oportunidad para sentirte útil.

—Okey... —asintió el joven hombre tras dudar un segundo—. Iré a ver en qué se ha metido —Puma se preparó para repetir el proceso de soporte. "Esta rubia es mucho más pesada que la otra..." pensó el ex general cuando M.A pisó sus manos para alcanzar su hombro.

—¿Lo tienes? —preguntó Puma listo para estirar las piernas y que así M.A llegara al bendito borde.

—Sip —contestó él liberando de una vez por todas al pelinegro de su peso. A pesar de que le faltaba parte del brazo, había conseguido monearse muy hábilmente. De la misma manera se deslizó hasta la esquina y consiguió girar en esta sin percance alguno. Continuó moviéndose por la pared hasta que vio al final la ventana por la que se había escurrido Alice—. Hay una ventana al final, ¿me oyen?

—¡Sí!

—Voy a entrar.

Mucho antes de llegar a la dichosa ventana, M.A observó el camión aparcado bajo un techo de concreto; se conservaba en perfecto estado, era hermoso. Llegando a la entrada que buscaba saltó al techo y luego ingresó en el local tras los pasos de Alice.


Fue a parar a una oficina, muy oscura. Todo estaba en completo orden a excepción de una incontable cantidad de papeles que posiblemente hubiesen sido arrastrados por el viento... Se sentía extraño entrar en un lugar tan impecable después de pasear por las caóticas calles. Daba igual, tenía que encontrar a cierta mujercita imprudente. Allí, la única puerta que existía entre esas cuatro paredes estaba abierta y le invitaba a entrar en un pasillo aún más falto de iluminación... Definitivamente le desagradaba el lugar, resultaba un escape demasiado brusco a la realidad.

—¡Bingo! —allí estaba la extraviada.

M.A cruzó el pasillo de unas zancadas atraído por el grito victorioso y se encontró de frente con la puerta que daba a la oficina del gerente. A punto de sujetar el pomo esta se abrió de golpe dejando salir un haz de luz.

—¿Qué haces aquí...? —la chica apuntó su pequeña linterna al rostro del rubio.

—Yo... Me enviaron a ver qué había pasado contigo —dijo él honestamente, desviando un poco la cabeza. El joven observó los alrededores, de pronto sentía que había muy poco espacio allí—. ¿Y bien?

—Andaba buscando las llaves para quitar los candados de las verjas. Encontré el cajetín. También estaba la llave del camión... —contó muy poco centrada en lo que decía.

—Entonces, ya podemos irnos... —dijo el rubio, consecuente. Dio un par de pasos titubeantes hasta que finalmente decidió volver por el corredor.

—¿Eso es todo? —M.A se detuvo en seco—. ¿Estamos aquí, solos, y... y no se te ocurre nada qué decirme?

—¿Y qué...? —el rubio se volteó cuando escuchó los suaves y lentos pasos de la chica tras de sí—. ¿... quieres que te diga?

Alice se le detuvo enfrente, muy cerca. Esta bajó la cabeza y sonrió con tristeza, M.A había puesto el mismo semblante, distante, que solía ofrecerle desde que se habían reencontrado. La chica se paró sobre la punta de sus pies un par de veces, algo dentro de su pecho no paraba de revolotear. Incluso, le faltaba el aire.

El grupo en las calles seguía impaciente. Ya se habían esfumado varios minutos que no volverían jamás y ninguna noticia había llegado. El que menos se aburría durante la espera era Adán quién se dedicaba a ir de infectado en infectado recolectando las flechas incrustadas en las cabezas de todos los cadáveres que había derribado debido a la insistencia de Eva en que fuese él únicamente el que se encargase de la labor. "Si estás dispuesto a clavar una flecha, debes también estar dispuesto a sacarla..." continuaba recordando Adán las palabras de su hermana; le sonaban a reprimenda. Definitivamente no estaba pasando por una experiencia muy agradable... las flechas no salían con la misma limpieza con la que entraban.

—Dios, es que... nada de nada —Florr era la que con más facilidad se había fastidiado. La jovencita no paraba de golpear el suelo con la punta de su bota mientras sujetaba su cintura con ambas manos.

—Sólo un poco más, Florr... —el único que parecía llevar bien lo de la demora era Puma, recostado de manera muy relajada contra la entrada de la agencia de envíos.

—¿A ti qué te pasa hoy? —acusó su hermana profundamente intrigada—. Estás de un raro...

—Calumnias —rebatió el pelinegro dándole la espalda. La adolescente no pudo sino entrecerrar sus ojos de plata, sospechando.

—Gente... Pónganse las pilas —advirtió Crow. el grupo entero miró en la dirección que el reo había levantado su arma.

Algo se acercaba.

M.A miró una vez más en todas las direcciones, le urgía la necesidad de liberarse de ese encierro. No era claustrofóbico pero empezaba a sentirse como uno.

—¿Qué tal si me respondes algo? —Alice levantó la mirada. De sus ojos emanaba un deseo que no se atrevía a manifestar—. Aquí, solamente entre tú y yo.

—Está bien...

—¿Aún significo algo para ti...? —M.A le observó... En esas pupilas se reflejaba una devastadora ilusión. Intentó ponerse firme pero no podía... ni necesitaba hacerlo. Así que suspiró.

—Ese es el problema, Alice... —contestó finalmente. El corredor seguía achicándose... inexorablemente.

—¿Pero por qué es un problema?

—Porque aún... dudo que seas real —Alice dejó caer su cabeza una vez más. Estaba agobiada, y lo seguiría estando si no... Respiró hondo. Agitó un poco el manojo de llaves y lo guardó en su bolsillo. También, apagó el bombillo de su linterna y se la colgó del cinturón.

—Hace unos días... me hiciste una pregunta que no te pude responder. Unas simples palabras que, que no encontré en ninguna parte de mi cabeza —recordó ella aún mirando el suelo, intentando combatir su desdicha—. ¿Sabes qué pienso? Que a veces las palabras no valen nada, que se las lleva el viento...

Alice vasta de delicadeza procedió a, con sus pequeñas manos, remover la máscara de M.A. El rubio parecía estar helado, pero en realidad, hervía.

—Sin embargo, hay cosas que son irrefutables... inolvidables.

La chica... lentamente, muy lentamente, acarició su mejilla calentándola con su suave tacto, hasta que sus dedos llegaron hasta su cabello y a un ritmo insoportablemente pausado se deslizaron por detrás de su oreja. M.A, casi que como un acto de reflejo dio un paso adelante y suavemente sujetó la cintura de Alice para estrechar la distancia. En ese instante el rubio se inclinó.

Podía sentir el calor de su respiración... y ella el de él.

Fue imposible darse cuenta para cuando sus labios rozaron, durante una milésima y a la vez durante una eternidad... Alice se levantó sobre la punta de sus pies y nuevamente alcanzó a probar el néctar de su boca. El rubio entonces, le tomó con más fuerza mientras con creciente intensidad la besaba...

Cuatro... no, "Son cinco...". Cinco figuras cuadrupedas desplazándose por el final de la calle fueron avistadas por el ojo de Nicole a través de la neblina.

—¿Qué son esas cosas? ¿Perros?

—Lobos —le respondió Davis a Florr—. O al menos solían serlo —el pelinegro desplegó su lanza ubicándose lenta y cautelosamente a un lado de Jessica.

Nicole detallaba y analizaba escrupulosa a las bestias. Desde siempre el exótico diseño de los canes salvajes le parecía particularmente interesante, la forma en que la naturaleza durante años de evolución los había esculpido con tanta belleza y poder. Ahora... los animales habían sido obligados a renunciar a casi todo lo que les diferenciaba e identificaba. La radiación nuclear se había dedicado a esculpirlos a su excéntrico gusto y los retrataba como demonios, habitando la tierra como si fuese su propio infierno.

—¿Andarán de cacería o simplemente de paso? —preguntó Florr poniendo a punto su escopeta.

—Saca cuentas. Yo dudo que haya mucho por aquí qué cazar. Podríamos ser la única carne no podrida que hayan visto en días... —estimaba Davis.

—Igual somos más que ellos... —Eva disparó tres balas de las cuales la primera hizo chillar a uno de esos animales. Escasamente aliviado el general presenció la pronta retirada de los veloces lobos.

—Parece que todavía les funciona el cerebro —dictó Florr cargándose la escopeta al hombro.

—No cantemos victoria, pueden haber más —advertía Nicole caminando hacia la verja del estacionamiento—. ¡Alice! ¡M.A!

Justo después de llamar a ambos rubios con todo el poder de su voz, Nicole observó complacida cómo Alice caía ante sus ojos seguida muy de cerca por el otro joven de abellera dorada.

—¿¿Qué pasó?? —preguntó Alice con desespero aferrándose a los barrotes de la verja.

—Mutantes —anunció Nicole muy poco alegre de ser la portadora de la noticia—. Necesitamos apurarnos un poco ¿Tienes alguna novedad? ¿Encontraron algo?

—¡Sí, sí! Conseguí unas llaves —la chica las mostró en alto, orgullosa.

—Los mutantes... ¿eran como los que atacaron el hospital? —preguntó M.A rebosando de preocupación.

—Si fueran los del hospital esto no se hubiese terminado con tres balazos... —dijo Nicole mientras Alice le daba uso al llavero en sus manos removiendo el primero de los candados—. Eran lobos, grandes y feos...

—Ahh... Más nos vale largarnos de aquí cuanto antes —M.A recalcó la necesidad que ya ardía dentro de todos, mientras, Alice pasaba al otro candado para que él se encargase de mover la verja recién desbloqueada fuera del camino.

Nadie más dijo una sola palabra. En lo que la segunda verja fue removida, el grupo entró en el estacionamiento con un desespero muy justificado. Alice en persona se encargó de entregarle a Puma la llave del camión en sus manos y este la recibió con un gesto de agradecimiento entremediado con una pizca de resignación. Al pelinegro no le hacía mucha ilusión manejar algo tan grande y tosco, suponía una responsabilidad algo molesta que sin embargo no se atrevía a rechazar por no 'despreciar' la confianza de la chica. Exceptuando al conductor y al copiloto todos ingresaron al camión por las puertas traseras y se ubicaron lo más cómodamente posible en la fría cabina para el cargamento. El rugido del motor en breve les sirvió de advertencia de que estaban por comenzar a moverse, directo hacia las calles.

El ambiente dentro del vehículo de pronto sufrió un vuelco, varios fueron los que suspiraron. Se les venía un mundo poco amigable encima y ninguno podía admitir que estuviese absolutamente preparado para asumir la travesía.

—¿Qué haremos cuando encontremos a ese señor? —preguntó Inma, dubitativa.

—Averiguar todo lo que sepa sobre la piedra del maletín —dijo Davis, determinado. Jessica quién estaba a su lado prestó particular atención a sus palabras.

—¿Así que había una piedra en el maletín? —la chica había sido muy vagamente informada de lo que estaba haciendo Davis y el resto de grupo... no comprendía aún por qué razón estaban persiguiendo a ese misterioso hombre.

—Sí. Aparte, también tiene en su poder una especie de... baliza que de alguna manera mantiene lejos a los infectados —le contestó el pelinegro. De entrada le costaba creer posible que lo que Davis le contaba fuese real. La seriedad en el rostro de los presentes fue lo que le probó que su querido no intentaba tomarle el pelo.

—Nosotros teníamos el hospital asegurado con esa cosa —afirmó Crow desde el fondo del camión—. Desgraciadamente, no nos sirvió para ahuyentar a la horda de mutantes.

Un silencio deprimente se forjó inmediatamente después de que Crow hablara. La mayoría se había dejado llevar por el incómodo recuerdo de la desesperante situación que habían sufrido en el hospital. A duras penas habían podido vivir para contarlo.

—¿Y después? —Jessica quebró el mutismo con su suave voz, desconcertada. Aunque nadie parecía haber entendido su incógnita—. Después de sacarle la información a ese hombre y recuperar lo que buscan, ¿qué pasará?

—Un paso a la vez, ¿no? —sugirió M.A. El rubio aún se estaba mentalizando para lidiar con el problema actual, al igual que muchos.

—Es que... creo que vamos a estar mucho tiempo rodando antes de llegar a él y no estaría mal discutirlo —explicó Jessica algo tímida y preocupada de que los demás no se tomaran tan bien que lo dijera abiertamente por ser una recién llegada.

—Es un tema complicado. Yo al menos no te puedo responder eso. Lo que sí puedo decir es algo que me he estado preguntando —Nicole intervino, dispuesta a sembrar en los demás la intriga que la acosaba—. ¿A dónde se dirige Payne? Porque no me cuadra que solamente ande por ahí intentando sobrevivir, si fuera así nosotros éramos su mejor opción y es obvio que no nos necesita, sino Davis no tendría un balazo en el abdomen —todos observaban a la rubia con suma afición mientras hacía la mayor gala de sus habilidades detectivescas.

—Es verdad —habló Alice dándole la razón a la ex policía—. Y también me parece extraño que con todo el tiempo que llevaba en el hospital, le haya dado la espalda a Puma.

—No eran los mejores amigos pero Puma hablaba con él mucho más que cualquiera de nosotros —reafirmó Crow la teoría—. Parecían "tramar" cosas.

—¿Puma? —Alice luego se inclinó hacia el asiento del conductor, donde estaba el moreno—. ¿Tú sabes algo que-...?

—¡¡¡Cuidado!!!

Evitando que la chica culminara su pregunta, el camión, muy cerca de impactar contra un montón de chatarra que ni siquiera llegaba hasta la calle, pegó un frenazo que hizo chillar las llantas y que casi le hace estampar la cara a la rubia contra el parabrisas. Los demás pasajeros se conmocionaron al instante por la terrible maniobra del chofer haciendo salir una que otra vulgaridad de sus bocas.

—¡¿Qué coño haces?! —la primera en reclamar fue Florr, quien tampoco la había pasado muy bien en el puesto del copiloto. La adolescente sin embargo intercambió disgusto por espanto al ver a su hermano con la cabeza apoyada del volante, tembloroso—. ¿Qué te pasa?

Sin hacerle caso a la jovencita, el pelinegro abandonó el camión, abriendo la puerta dificultosamente y apartándose tambaleante del vehículo. El moreno muy lentamente comenzó a desplazarse por la calle, desorientado, confuso, prácticamente ciego. Alguien le estaba llamando. Cerró sus ojos mientras intentaba recuperar control de sus sentidos pero le fue imposible. Cada vez era más difícil mantener los pies sobre la tierra puesto que esta giraba como se le antojaba. Míseros segundos después Puma cayó sobre sus rodillas, y luego, sobre su cuerpo entero, quedando tendido en el asfalto como un monigote sin alma. Voces eran escuchadas a su alrededor, pero no era capaz de distinguir ni una sola... Pequeñas pero fuertes manos lo atraparon para colocarlo cuidadosamente boca arriba.

—Está sangrando.

—¿Puma? ¿Me estás escuchándo?

—¡Está sangrando demasiado! ¿E-Es... normal? N-No puede serlo.

—¡Florr, calma! Ayúdame a sentarlo.

Las dos féminas que hablaban a su lado parecían estar muy lejos, pero sabía que estaban allí, a sólo un puñado de centímetros. Podía percibir cómo volvía a apoderarse de su propio cuerpo poco a poco.

—Préstame un pañuelo —Eva, sí, era ella. Tuvo pena de no haber reconocido su inconfundible voz... De no identificar las palabras que despedían sus labios como notas melodiosas... "Soy un desastre".

—Sí, sí, ten —y su hermana... Florr, Florr, Florr... De no haber escuchado su nombre nunca habría notado que estaba allí junto a él, ocupándose de auxiliar a su penoso ser. No tenía una verdadera idea de por qué le consternaba tanto no poder darle forma a su imagen pero lo odiaba. Lidiar con ese estado tan patético de casi absoluta inconsciencia era demasiado frustante.

Rápidamente, Eva procedió a removerle la máscara protectora. Puma le miró. Inevitable fue que se sintiera como un estúpido mientras la castaña le limpiaba los tramos de sangre incolora que bajaban desde su nariz.

—Si pudiera guardar tiempo en una botella... Lo primero que me gustaría hacer, es guardar todos los días hasta que la eternidad se desvanezca... —Florr y Eva se miraron entre sí, extrañadas—. Sólo para pasarlos contigo...

—¿Está delirando? —preguntó la jovencita sujetando la frente de su hermano.

—Me gusta esa canción —murmuró Puma—. Es lo que necesito... Tiempo en una botella.

—¿Una canción de los 70? —decía Eva levantando ligeramente las cejas—. Tú como que eres más viejo de lo que dices.

—Yo... —el pelinegro apretó los ojos, la reciente experiencia le había aturdido—. Solía escucharla en el discman, de pequeño.

—¡Hey! ¿Hola? ¡Hace un minuto casi estrellas el camión porque te estaba dando una moridera! —Florr se irritó infinitamente frente a la indiferencia de ambos.

—Puma, ¿es la primera vez que te pasa esto? —le preguntó Eva, recuperando la seriedad por el asunto.   

—Sangrar no... —contestó.

—Una vez leí algo sobre la leucemia —Maya anunció su presencia, junto con la de Adán, Alice, Nicole y Crow; aunque este último estuviese más pendiente de vigilar los alrededores. Puma miró avergonzado hacia los ojos la chica—... y debo decir que tu caso es MUY ANORMAL.                 

—Tú dirás —invitó Eva a que la más experta en medicina del grupo comentara.

—Leucemia significa "sangre blanca", curiosamente. Sin embargo sabemos que la blancura de tu sangre se debe al Agua Gris, no a la enfermedad. Los pacientes de la enfermedad algunas veces pasan a través de esta, indolentes. Curioso también —la castaña hizo una pausa y meditó—. Pero lo más extraño de todo es que la leucemia crea un exceso de leucocitos inmaduros o disfuncionales, es decir, el individuo se vuelve muchísimo más vulnerable a cualquier tipo de infección oportunista y tú por el contrario te has enfrentado a la peor infección de este planeta: una mordida... y sigues aquí. Y no se trata de una inmunidad específica, porque dentro de lo que cabe eres una persona 'sana'. Ninguno de nosotros pudo haberse imaginado que estabas pasando por esto.

—¿Cómo se produce? ¿Podría ser contagiosa? —preguntó una Florr muy inocente, preocupada.

—El por qué se produce, exactamente, no lo sé. Y no se contagia de ninguna manera porque es un cáncer, o más bien, varios cánceres, está en los huesos, en la médula y más que nada afecta la creación de glóbulos blancos, leucocitos —Maya juntó las manos, arrepentida por algo que estaba por decir—. Hmm. No quiero parecer una científica loca pero, Puma, tu cuadro clínico está lleno de muchas contradicciones. Tu caso por alguna razón se me hace... fascinante.

—¡Tssss! ¡Esto es lo último...! De verdad que ya perdiste la cabeza —reprendió Florr a la chica. Los demás también la miraron con recelo, algo preocupados por la visión que tenía Maya sobre la enfermedad del pelinegro—. Alejate de mi hermano antes de que sientas la necesidad de abrirlo para ver cómo funciona, ¿estamos?

—No, n-no, yo... Disculpa —Maya frotaba sus manos deseando no haber abierto la boca. Debió suponer que nadie entendería las razones que tenía para pensar aquello—. Sólo me gustaría saber desde cuándo te enteraste que tienes esta enfermedad... si no es mucha molestia.

—Desde antes que comenzara todo esto.

—¿Cómo, cómo? —a Florr pareció no gustarle en absoluto la noticia—. Dos años enteros y nunca se te ocurrió decirme nada...

—No quiero la lástima de nadie, Florr... ni siquiera la tuya.

Aquello no hizo sino que la muchacha hundiera más las cejas, torciendo la boca en desacuerdo.

—Calculando, sin el tratamiento adecuado, yo debería estar muerto... Por varias razones —Puma se llevó la mano en puño al pecho, recordando el día en que 'murió'.

—Mi vida... es prestada —Puma tomó su máscara protectora y muy torpemente se la volvió a colocar. De la misma manera, con una torpeza inigualable trató de ponerse de pie.

—Déjame ayudarte —Florr sujetó el brazo de su hermano y lo pasó por encima de su cuello. Del otro lado, Eva realizó la misma acción.

—Esto no es necesario... —dijo él.

—No seas testarudo, que te basta con ser idiota —acusó la joven de ojos grises, con aire autoritario.

—Preste atención a lo que dice su hermana, Pumita —recomendaba Eva mientras hacía un esfuerzo por apoyar al ex general. "Bueno, podría ser peor" pensó el pelinegro ya que por lo menos Maya no había tomado la iniciativa de cargarlo en brazos.

—Yo conduciré, por hoy —espetó Maya, muy dispuesta. El resto de manera unánime estuvo de acuerdo en que ella ocupara el volante, aquella vez.

—Florr, ve adelante y ayuda a Maya con las direcciones —le pidió Puma una vez tenía medio cuerpo dentro del camión. La chica hubiese preferido permanecer con él pero sabía que sería más útil en el asiento de copiloto y tampoco quería rechazar una tarea encomendada por su hermano, le parecía una buena oportunidad para reforzar la confianza que había entre ellos.

—¿Podríamos irnos ya? —sugería Crow con agobio. No quiso comentarlo con nadie pero en la lejanía había alcanzado a ver algo merodeando... algo cuadrúpedo.
 

Tampoco hizo falta una excusa para que cumplieran el deseo del ex convicto, a nadie se le hacía precisamente cálida la calle en la que estaban parados así que en una cortísima cantidad de tiempo ya se volvían a encontrar en movimiento.

Silencio, un profundo silencio inundó el camión. La tranquilidad, sin embargo, no era absoluta. Los pasajeros se hablaban con miradas intercambiando señas incluso... enfocándose en particular sobre una persona, una persona que se daba cuenta de lo que estaba sucediendo a su alrededor.       

—Muy bien. Nuestra situación es pésima. Tenemos a un manco, a un baleado y a... un esperpento. Parece que el único hombre en plenas facultades que queda para proteger a todas estas damas es Adán —dijo Puma muy repentinamente creando caras poéticas entre los pasajeros.

—¿Y yo estoy aquí pintado? —el orgullo de Crow fue maltratado por las palabras del pelinegro y este no dudó en replicar.

—Disculpa, Crow. Creí que eras una mancha en la puerta —Puma aparentaba tener dificultades para respirar.

—Vete a la mierda...

—¿Es idea mía o te estás haciendo el graciosillo? —susurró Eva quien estaba sentada a su lado, cuidándole. No podía negar que estaba divertida y sobretodo sorprendida.

—¿Qué más puedo hacer si todos me miran así? —pensó él en voz alta. Puma de pronto se sentía como un payaso de los tristes—. Podré estar desahuciado pero no me voy a morir hoy.

—Nadie dice que estés desahuciado... —reprimió Eva observando de lejos la inclinación pesimista que el moreno quería tomar.

—De todas maneras... No importa —Puma le mostró un semblante algo más despreocupado a la castaña con el objetivo de desviarla del tema.

—¿Qué tal si retomamos la pregunta que te quería hacer? Antes de... ya sabes —sugirió Alice que se encontraba justo enfrente—. ¿Qué sabes de Payne, la baliza y la piedra?

—Algo —respondió más bien seco.

—¿Y por qué no lo compartes con nosotros? —insistió ella.

—Preferiría esperar a que encontremos a Payne. Sería más grato explicarles con los artefactos a la mano —toreó Puma a la chica, de momento, ya debería hablarles luego sobre la información encriptada en su cabeza—. Payne me contó una cosa o dos. Además de que también estuve husmeando entre sus archivos.

—Okey —dijo Alice conforme—. ¿Entonces, de qué hablamos mientras tanto?

—Yo tengo otra pregunta para ti —Florr a través del retrovisor observó recelosa la manera en que Nicole se reacomodó en su lugar, encarando así al pelinegro—. ¿Estuviste en alguna academia militar o algo?

—No. Sí fui 'entrenado'... por esta mujer —Eva sintió la punzante mirada de Puma encima de ella... Casi, casi era capaz comprender la admiración que él le guardaba—. Todo lo que me ha servido para sobrevivir en este mundo me lo enseñó ella. Le debo muchas cosas... Espero que no me pida mi vida, porque me veré obligado a entregársela —la castaña escondía una sonrisa mientras su cabeza negaba en un suave movimiento lo que decía él.

—Entonces, ¿a qué te dedicabas? —volvía a inquirir Nicole inclinándose sobre las rodillas al cruzar las piernas, para demostrar su interés.

—Sicariato, oficial Collins —aquella respuesta le había sentado un tanto amarga, o más bien, muy amarga. La rubia frunció el entrecejo y sus ojos se entrecerraron analizando la postura del pelinegro—. Pasé suficiente tiempo entre interrogatorios policiales como para saber que algo raro estabas sospechando de mí.

—No precisamente... —refutó ella haciendo de manera inconsciente la cara que solía poner cuándo trabaja en el departamento de policía y se encontraba tratando con un criminal muy molesto—. A ver, todos ustedes comienzan de alguna manera... ¿Cuál fue tu primer asesinato?

—Nicole, creo que esta conversación se debe dejar hasta aquí —dijo Eva intercediendo abruptamente disgustada por la dirección tan delicada en la que se encauzaban las cosas. Puma sin embargo realizó un gesto de aceptación que le hizo saber a su compañera que 'no había problema'.

—No le contaré sobre el primero, Collins, sino sobre el segundo.

—Ajá... Soy toda oídos.

—Fue en la madrugada. La puerta no estaba asegurada y justo como me lo esperaba, mi encomienda estaba sentada en un sofá mugriento pasando la borrachera.

—Suena a una película de terror barata...

—Y eso parecía, oficial. Se suponía que debía aparentar ser un ajuste de cuentas así que lo hice como 'ellos' querían que fuera. Fue una experiencia 'iluminadora' —Puma miró indiscretamente a Inma—. Le crucé la cara y el cuello con la navaja, en ese mismo orden.

—¿Y eso fue todo? —Nicole estuvo algo escéptica frente a la pobre narración del pelinegro al que no parecía importarle mucho lo que contaba. Algo cierto era que la historia se le hacía familiar, como las tantas de las que se había enterado trabajando en la fuerza policial.

—Yo tenía 14 años, oficial. Dejé los panqueques del desayuno sobre la alfombra a medio digerir en el momento en que me di cuenta de lo que había hecho —Puma le miró profundamente—. Al tipo le llamaban Perro Caliente.

—Oh... ¡Fuiste tú! —la rubia finalmente colocó la última pieza del rompecabezas. Fue una verdadera sorpresa—. Después de todo este universo es más pequeño de lo que creemos...

—¿Lo conocías?

—Leí el informe una vez. También me llegaron a las manos las fotografías de su cara —la mujer hizo un especial énfasis en sus últimas palabras.

—Bueno... Nunca aprendí a cortar el pan —declaró Puma en su defensa. Nicole levantó la mano, asintiendo para hacerle saber que eso era algo que no le importaba de verdad.

—Okey, yo... no te pienso juzgar por eso, por ahí dicen que "ladrón que roba ladrón...". Perro Caliente era una basura y la única razón por la que ese sujeto seguía en las calles se debía a que le daba información a unos policías corruptos del departamento, que, aunque 'ayudaban' en algunos casos, los tipos se preocupaban sólo por forrarse con las requisas —a Nicole le hizo gracia el haberse irritado por recordar a esas alimañas. "Tonta que soy..." Probablemente ninguno habría sobrevivido al creciente apocalipsis y en realidad deseaba que así fuera aunque no habituaba a permitirse concebir ese tipo de pensamientos, ya que ni ella misma creía que fuese algo que encajase en su noble alma.

—Y por eso me mandaron a matarlo —el semblante de Puma ensombreció.

—¿Quién lo hizo? ¿O quiénes...? —la rubia captó la expresión y se afincó mientras aquellas palabras seguían calientes en el aire.

—Escuché el rumor de que Perro estaba metiendo drogas experimentales en el barrio, a muy bajo precio —el moreno no se sintió muy cómodo al considerar lo que estaba por decir—. Dichas drogas, se las conseguía un cierto miembro de Esgrip...

—¿¿Tú trabajaste para la compañía?? —Nicole esa vez verdaderamente molesta le acusó. Pronto sintió precipitarse en señalarlo como si fuese un funcionario de Esgrip.

—Yo no era un nombre más en la nómina de ellos, Collins. El proveedor de las drogas... era mi hermano —espetó Puma con pesar, cerrando los puños—. Y esa asquerosa rata comenzó a pagar los favores a la policía a costilla de él. Alguien tenía que silenciarlo antes de que lo metiera en un problema del que no pudiese salir.

—Con todo respeto, Puma... Ese no era asunto tuyo, tu hermano se lo tenía merecido. Debió haber pensado mejor cuando decidió meterse en ese mundo y relacionarse con esa clase de persona —el sermón de la mujer era más que válido, pero para un chico de su edad en ese entonces no era una razón de peso.

—Oficial Collins, ¿cree que a mí me importaba si se lo merecía o no? Un maleante le estaba haciendo daño a mi familia. Todas las noches no hacía más que soñar con reventarle el cerebro —Puma a pesar de que lucía calmado, su voz vibraba por el rencor que le reservaba a aquel hombre incluso después de haberlo matado.

—O sea, no fue un contrato de sicario... Por lo que dices —dedujo Nicole. De alguna manera se compadecía por él.

—No precisamente... Fue personal. Igual, ese día me convertí en un 'recadero mal pagado' de Esgrip. Oficial, ¿sabe cuál fue la diferencia entre la primera vez que le quité la vida a alguien y la vez que le abrí la garganta a ese tipo? —el pelinegro se tomó un buen respiro—. Cuando maté por primera vez me liberé de un peso, pero cuando lo maté a él comencé a cargar con otro mucho más pesado.

—¿Y... Nunca te paraste a pensar por tan sólo un segundo en lo que estabas haciendo...? ¿Tenías siquiera idea del mal que estabas causando? Porque sé que como sicario de esa gente en algún momento debiste encargarte de personas buenas, gente que en su mayoría fuese un obstáculo para ellos.

—No lo sé... Yo solamente era un muchacho, demasiado joven e ignorante como para entender qué significaba la muerte. Lo que hacía terminó siendo una costumbre, de la que no estoy orgulloso ni avergonzado —Puma se encogió de hombros, recuperando su casi natural serenidad—. Las cosas simplemente pasaron así... oficial.

—Bueno... —Nicole se recargó sobre su propia espalda—. Supongo que en el fin del mundo eso ya no importa. Pasado es pasado, ¿no...? Y no tienes por qué decirme oficial, esto tampoco es una sala de interrogatorio —la rubia finalmente dejó que una de las esquinas de sus labios se levantase. Estaba agraciada por todo el asunto de la interrogación y la actitud del moreno para con ella.

—Muy bien, Collins.

Cada uno de los pasajeros observaba con expectación a los principales participantes de la conversación mientras iban procesando todo lo captado por sus oídos. Nicole y Puma notaron aquello al romper la 'conexión' que les había aislado casi completamente de la presencia de sus compañeros al enfrascarse en resucitar viejos recuerdos. No negarían que tenía su chiste meditar sobre todo el esfuerzo que habían puesto en su pasado por arreglar los problemas que se entrometían en sus vidas cotidianamente... problemas que ahora estaban muertos como la mayoría de las personas que los ocasionaban.

—¿Será que vamos bien? —preguntó una Maya muy desconcertada a su copiloto. Debido a las dudas la castaña incluso aminoró la velocidad.

—Sí, sí, sí. Según lo que dijo el viejo deberíamos ya estar por llegar justo a... Hmm... —la joven Florr examinó intensamente un pequeño mapa de una especie de folleto turístico en el que apenas se podían ver las delgadas líneas que representaban a las calles—. ¡Sí, aquí! Gira aquí a la derecha, en el prostíbulo.

—No es un prostíbulo, Florr... —reclamó Maya en voz baja tirando suavemente del volante para efectuar el cambio de dirección—. Es el club de stripers de... "Las Deliciosas" —leyó en el grandísimo letrero de inservibles bombillos azules.

—Pfft... No hay ninguna diferencia.

—Claro que no, decir 'club de stripers' tiene más... hmm... tiene más clase —la castaña hizo un puchero sintiéndose bastante de acuerdo con la definición que había logrado darle—. Podría abrir un restaurante y ponerle "El Club de las Deliciosas". ¿Tú que piensas? —Florr trató inútilmente de no carcajearse de la absurda ocurrencia.

—Sí, claaaro. Suena muuuy elegante —respaldó sarcástica.

—Podría también poner a tu hermano como jefe de cocina... —Maya le arrojó una mirada de complicidad. Florr sin embargo no sentía la más mínima por lo que había dicho la castaña—. Vamos... dime algo.

La jovencita comenzó a mover de un lado a otro la cabeza, apretando los labios hasta que finalmente resopló. Florr echó un vistazo preventivo a través de la estrecha entrada que daba hacia la cabina del camión, donde se hallaban los demás.

—No tienes ni puta idea de lo que he tenido que soportar con los improvisados 'platillos de supervivencia' —murmuraba la chica, apesadumbrada—. Hay zombis, bandidos, mutantes, radiación... Pero, todo eso va después de sus pequeños y mortales egendros gastronómicos... esos a los que llama comida.

Maya esbozó una media sonrisa, apenada al mismo tiempo por lo que había tenido sufrir la niña... Pronto, a incontables metros al frente se erguía un puente que sin importar la distancia y la espesa neblina era más que visible la condición tan azotada de la que se engalanaba.

—¿Ese es?

—Eso creo... —respondió Florr ojeando el pequeño mapa para estar completamente segura.

—Mejor recemos porque no se caiga mientras lo cruzamos...

Maya soltaba gradualmente el acelerador maniobrando entre la chatarra de las calles cuanto más próximo veía el puente. Debían moverse despacio así como lo suficientemente rápido para no concentrar el peso del camión en un punto demasiado frágil por demasiado tiempo. Súbitamente Florr toqueteó muy insistente el hombro de la conductora balbuceando unas palabras que ni ella misma entendía. Sobre la acera, casi incrustado dentro un pequeño edificio permanecía una de las ambulancias del Santa Sara Abelló torpemente aparcada.

—¡Payne! ¡Es Payne!

#Puma

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