Big Red Mouse Pointer

domingo, 11 de mayo de 2014

NH2: Capítulo 030 - Desconfianza

Encarcelada como un criminal… Así era como se sentía Dyssidia durante su interminable espera en aquella sucia y mugrienta habitación de hospital que había sido designada por el propio Puma como su despacho. El lúgubre tono carente de vida que recubría las paredes junto con la inexistente iluminación que provenía de un diminuto ventanal la hacían sentir en la mismísima celda de una prisión. Como si fuera un animal. Como uno de aquellos tipos inhumanos con los que se había visto obligada a enfrentarse hasta que fueron detenidos.
No tardó en evadir aquellos pensamientos impropios de su mente. Para ella no eran más que otra de las tantas gilipolleces que se le había ocurrido mientras esperaba a que quien la había salvado se dignase a aparecer por la puerta que vigilaba constantemente. Su objetivo había sido el mismo desde el principio. Ella sólo estaba allí por su hermana.
Aunque pudiese resultar egocéntrico, no le importaba lo más mínimo cual fuese la vida de su antiguo compañero de piso en aquel momento del apocalipsis, ni el porqué de que su residencia fuese en un hospital militar junto a decenas de delincuentes peligrosos. Más allá de todo lo que pudiese haber sido en su pasado, Puma era una fuente de información muy privilegiada. Averiguaría el paradero de Maya aunque tuviese que arrancarle las pelotas con sus propias manos si era necesario.
Un desagradable chirrido de bisagras anunció la llegada que supuso el reencuentro con su aguardado jefe felino, quien se presentó con una actitud entremezclada con impotencia e indiferencia general, exhalando el humo de un cigarrillo de una manera insólita que nunca antes había visto. Sin embargo, aquel comportamiento estratégico nunca jamás funcionaría en ella. Embaucar a aquella mujer de personalidad insólita era casi una misión imposible.
—Veo que sigues manteniendo los buenos hábitos, gatito. Ni en pleno apocalipsis dejas de fumar esa mierda, ¿eh? —se burló con diversión Dyss haciendo referencia al tabaco que se sostenía entre sus labios—. Vale, ahora que ya hemos roto el hielo, quiero que contestes a mi pregunta sin rodeos si no quieres que arranque alguna cañería podrida de este sucio lugar y empiece a romper otras cosas mucho más dolorosas. ¿Dónde… está… mi hermana?
—Definitivamente, puedo asegurar que eres la misma Dyssidia de siempre. Sin embargo, creo que deberías tranquilizar un poco esos humos antes de exigirme ninguna respuesta. Te encuentras demasiado a la defensiva, y yo no soy ningún enemigo tuyo —enunció Puma un mensaje pacificador que indicaba su intención de cooperación mientras apagaba su cigarro consumido en el cenicero de su escritorio. Por desgracia, su acompañante reinterpretó la información de una manera errónea que resultó fatal.
—Respuesta equivocada —le soltó Dyss antes de agarrar una lámpara de noche situada relativamente cerca de ella que estampó con fiereza y sin ningún tipo de remordimiento en el deteriorado rostro de Puma, quien tras acontecer el inesperado ataque se tambaleó unos metros hasta aterrizar con sus caderas en uno de los reposabrazos de su silla giratoria. Fue el hecho de tentar cuidadosamente su mejilla izquierda que corroboró lo que él ya estaba comenzando a sospechar. Un par de puntiagudos cristales se habían incrustado en su carne, provocando que algunos delicados hilillos de sangre se resbalasen hasta sus labios.
—Veo que, efectivamente, no has cambiado nada. La tradición de aporrearme con todo tipo de objetos se sigue manteniendo después de tanto tiempo —bromeó Puma olvidando la importancia que debería suponer el asunto de la agresión a la vez que se incorporaba.
Con un último atisbo de rabia interna dominante, Dyssidia arrojó la lámpara en dirección a la superficie del despacho, destruyéndola en una lluvia de vidrios que no tardó demasiado en expandirse a lo largo de la habitación. Aquel acto ocasionó que su violencia comenzase a retorcerse en alguna clase de esfuerzo respiratorio que no pasó desapercibido para quien la observaba. Parecía que se estaba calmando.
—Lo siento. Joder, lo siento. Llegó aquí y empiezo a destrozar el mobiliario como si fuera una puta loca de manicomio. Lo siento. Y siento haberte golpeado con la lámpara, aunque Mister Indoloro ni se haya inmutado —se disculpó Dyss con un destacable aumento de su relajación manifestado en sus palabras.
—Mira, Dyss, sé mejor que nadie que cuando te pones tan violenta, es porque te ocurre algo, así que cuéntame, ¿qué es lo que te pasa? Yo te escucho —se ofreció Puma a servir como una persona con la que pudiese desahogarse al mismo tiempo que él indagaría en el porqué de su desaparición con cautela.
—Ya te lo he dicho, joder. ¿O es que acaso no te he preguntado? Es por Maya. Siempre es por Maya. Todo es por Maya. Después del accidente con Nika, yo siempre le decía que me buscaría alguna avioneta tirada por ahí que todavía tuviera gasofa y me piraría a Hawaii. Mira tú por donde los guardias que protegían nuestro pueblo tenían una, y como ya sabes que soy tan sumamente gilipollas, porque lo soy, la robé y me largué sin que se enterasen. Fue la peor decisión que he tomado nunca. He pasado más de un año buscando la manera de volver a Estados Unidos, pero lo máximo que he llegado ha sido aquí, a esta mierda con nieve llamada Canadá, y es obvio que sigo sin encontrarla. Pensaba que tú lo sabrías, gato. La culpabilidad me está matando por dentro. ¿Y si está muerta porque yo la dejé?
—Maya está aquí —la interrumpió su felino para comunicarle una noticia que raptó casi instantáneamente el aliento de la persona que la recibió.
—¿Qué… qué… cómo… cómo que está aquí? ¿Acabas de decir que está aquí? ¿Me tienes aquí sufriendo para que te diga lo que quieres oír sobre lo que paso y ahora me sueltas que está aquí? ¡Llévame con ella! ¡Ahora! —se exaltó Dyss ante la inesperada novedad positiva, fustigando al escritorio con un puñetazo tan potente que retumbó en toda la sala.
—Creo que me he precipitado un poco. Es cierto que Maya ha decidido quedarse a vivir en este hospital por el momento, pero justo ahora no está aquí. Alice, M.A, Inma y ella han salido a recoger los restos cadavéricos de Nait para darle un entierro digno, según ellos. No tardarán demasiado en volver. Hace unas pocas horas que se marcharon.
—Espera, espera, espera, espera, espera… ¿Alice viva? ¿Nait muerto? ¿Y quién cojones es Inma? Estoy superperdida —le interrumpió Dyssidia con fatiga asaltada por la confusión de su aclaración.
Puma ya había recolectado en su memoria una serie de explicaciones exclusivas para la hermana de Maya, pero un trío de estruendos que indicaron unos disparos impidieron que los transmitiese. Fue cuestión de segundos de procesamiento lo que tardó en desenfundar su arma y correr hacía el lugar del que habían procedido los estampidos, desentendiéndose de la conversación fructuosa con Dyss.
—Quédate aquí —ordenó con su imperatividad de general justo antes de abandonar su despacho definitivamente.
—Ni de coña —se negó ella esquivando la puerta que había intentado cerrar para poder perseguirlo.
Nicole apretó los dientes cuando la ambulancia se desestabilizó durante su viraje con un estremecedor derrape que derribó a todos los pasajeros del vehículo, incluyendo el cadáver cubierto por las sábanas. El volante estaba fuera de control. Sus habilidades conductoras ya eran completamente inservibles. Lo único que se le ocurrió hacer para salvarlos a todos fue pisar a fondo el freno mientras rezaba para que no se matasen en el inminente impacto contra el voluminoso pilar hacia el que se dirigían.
—¡Nicole! —gritó una voz masculina perteneciente a Davis como advertencia a lo que se avecinaba.
Pero eso ella ya lo sabía desde hacía tiempo. El chillido que se introdujo en su oído sólo consiguió enaltecer todavía más el nerviosismo que la dominaba justo antes de que la parte frontal de la ambulancia quedase destrozada en una retorcida pieza de acordeón alumínico, precipitando velozmente a todos sus ocupantes hacia la zona anterior, que en su mayoría fueron detenidos de manera brusca por una gran cantidad de obstáculos que interferían entre ellos. Simultáneamente, el par de airbags que resguardaban la seguridad del piloto y del copiloto se activaron, evitando que Nicole y Davis sufriesen un desenlace fatal.
—¡Agh, agh! ¿Qué ha sido eso? —preguntó Inma quejicosa, utilizando una camilla como apoyo para levantarse mientras chirriaba por su cuello dolorido y el palpable agravamiento de su dislocación.
Todavía arrodillada sobre la superficie de la ambulancia, recuperando algo de oxígeno, Alice advirtió por una de las ventanas como cuatro sujetos se encaminaban hacia ellos con un equipamiento distinto. No fue capaz de distinguir exactamente lo que estaban cargando, pero parecía algo automático. Desde luego, nada bueno.
 —¡Cuidado, cuidado! ¡Al suelo, al suelo! —fue la advertencia que dictaminó ésta antes de arrastrarse escasos metros para intentar cubrirse.
Un festival de disparos comenzó a resonar en el exterior del vehículo, complementando a la primera alerta de la superviviente. El resto de los miembros no tardaron en localizar un punto de cobertura factible, inclusive Inma y M.A, a quienes les resultó más dificultoso por la falta de espacio. Ametralladoras. Fusiles. Tal vez el AK-47, que había sido siempre el más famoso. No había forma de saberlo con seguridad, pero lo que todos ellos podrían haber afirmado con seguridad era que las ráfagas parecían ser infinitas. El miedo se expandía con rapidez en el sonido traqueteante de la munición. No podían resguardarse eternamente en una ambulancia tan inservible como muñeco de hojalata, pero tampoco podían exponerse a salir corriendo para que les matasen. No estaban suficientemente armados para combatir en una guerra. Jamás lograrían vencer. Las balas perforadoras terminarían por alcanzarles en algún momento. Y cuando aquel momento llegase, no serían benevolentes.
Un cuarteto de estallidos de mayor calibre hizo que se detuviese el huracán de tiros que pronto habría evolucionado a una masacre, rescatándoles de su muerte. Sus salvadores no tardaron demasiado en cobrarse la mayoría de su atención, siendo M.A el primero que se aproximó hasta la ventana más cercana para observar quienes eran. Su expresión tranquila mutó rápidamente a otra de furia cuando contempló a un numeroso grupo de presos, entre los cuales aparecía Puma por la retaguardia. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Acaso se estaba burlando de ellos? La rabia comenzaba la posesión de su cuerpo cómo ya solía ser costumbre en él.
—¡M.A, no! ¡Espera! —trató de detenerlo Inma inútilmente cuando éste le propinó una rencorosa patada a las puertas traseras de la ambulancia, saltando sobre el carril exclusivo con intención de enfrentarse alocadamente a sus atacantes.
Puma contempló con desconcierto los cuatro cuerpos ensangrentados por las múltiples heridas desparramados frente a sí una vez se hubo abierto camino entre todo el tumulto de presos que se interponían en la escena apaleando o insultando a los cadáveres al tacharlos de basura traidora. ¿En qué momento se había distraído lo suficiente como para permitir que aquellos desgraciados se pusiesen a pegar tiros a los suyos? ¿Debería haberlo previsto? Algunas personas habían tratado de advertírselo, pero no había llegado a suponer que algo de tal calibre podría suceder. Tuvo la suerte de sentirse aliviado al comprobar que aquellos tipos no habían ocasionado ninguna víctima mortal. Debería haber sido más previsor.
Dirigió su vista hacia la ambulancia inutilizada sólo para encontrarse con M.A caminando con desorbitante velocidad hacia donde se encontraba. Su ceño fruncido y los movimientos tensos de sus extremidades delataban su inexistente actitud hacia una vía pacífica. Puma lo descubrió instantáneamente, pero al contrario de él, decidió adoptar una predisposición al dialogo, ofreciéndole la oportunidad de resolver el problema sin necesidad de violencia.
Como ya había deducido, aquello no fue ni remotamente posible. Los nudillos del único puño que M.A mantenía se clavaron en los pequeños cristales de la mejilla de Puma mucho antes de que pudiese pronunciar vocablo explicatorio. El puñetazo le pareció de magnitud tan insignificante que le produjo una sonrisa al recordar el lamparazo. Irónicamente, Dyss le había pegado con mucha más fuerza. Y desde luego, con mucha más elegancia.
Los reos no se retrasaron en contraatacar con una veloz formación defensiva apuntando sus escopetas hacia la persona que había atacado a su general, pero éste los detuvo con un gesto autoritario de impedimento.
—A ti si te la puedo devolver —le aclaró respondiendo con un gancho derecho en mitad del tabique nasal que desplomó todo el peso de su cuerpo sin concederle posibilidad alguna de evitarlo.
—¿Pero qué estáis haciendo? ¿Y qué ha pasado? ¿Por qué nos han atacado? —preguntó Inma horrorizada, quien había abandonado la ambulancia para perseguir a su acompañante ruborizado.
—Chicos, ya podéis volver dentro. Habéis hecho un buen trabajo. Podréis doblar vuestra munición general como recompensa —felicitó Puma a sus subordinados tras el dictamen de una orden tan clara como concisa, que fue posteriormente confirmada por el preso Crow antes de que se dispusiesen a realizarla.
—General, me gustaría hablar con usted un momento en privado, si no es molestia. ¿Le parecería bien en la 422? Es un asunto importante —consultó éste precavido de que nadie excepto su receptor deseado pudiese captar el mensaje.
—Estaré allí en unos minutos. Ahora vete —confirmó su superior su acuerdo, siéndole finalmente permitido al reo subordinado regresar al interior del edificio junto con el resto mientras otro sujeto femenino atravesaba las puertas traseras de la ambulancia.
—¿Pero qué mierdas? ¿Qué cojones? Puma, más te vale tener una buena explicación a todo esto o vas a estar cagando plomo hasta la semana que viene. Ya puedes empezar —le amenazó Alice cuando hubo alcanzado su ubicación apuntando con su pistola directamente a la frente.
—Vamos a tranquilizarnos un poco, ¿queréis? Siento que os hayan disparado. Es verdad que como líder de este hospital debería haber evitado que esto ocurriese, pero no siempre se puede controlar absolutamente todo. Los que os han atacado no han sido más que unos pocos tipos que estaban molestos con vuestra presencia y se han puesto a dispararos como locos sin pensar en las consecuencias de sus acciones. También me ha ocurrido con algunos de ellos que quisieron ver mi cabeza en una pica. Pero creedme, no hay nada que temer. La gran mayoría no se atreverá a acercarse a vosotros. Y ya habéis podido ver que las minorías las eliminamos con bastante rapidez.
—¿Y pretendes que nos traguemos toda esa mierda después de lo que ha pasado? —le rebatió M.A una vez se hubo puesto en pie con el apoyo de Inma—. No le escuchéis. No es capaz de soltar más que mentiras por su boca. ¡Joder, nos han intentado matar! ¡Igual que lo intentaron con los nuestros aquellas personas por las cuales Selene y Nait están muertos! ¡Exactamente igual! ¡¿Y quieres que hagamos la vista gorda?! ¡Vamos, no me jodas! ¡Ni de coña, Puma! ¡Ni de coña! Hoy ha sido un intento de asesinato, pero a lo mejor mañana nos quieren trocear para el almuerzo o les apetece violarnos un poquito…
—Créeme, nadie querrá violarte, M.A —interrumpió el general cansado de las continuas acusaciones infundadas de aquel individuo que se esforzaba cada vez más por contrariarle. Alice no pudo reprimir una risilla estúpida—. Mirad, no os voy a decir que esta gente es lo más civilizado que existe en el mundo, pero hoy en día, ¿qué es civilizado? ¿Tenéis acaso la más mínima idea de lo que puede haber ahí fuera? Si unos policías optaron por el secuestro en lugar de por la negociación, os podéis imaginar cómo están las cosas en el exterior. M.A, tú estuviste viviendo en Almatriche antes de llegar aquí. Inma, tú estuviste en España antes de terminar en el país con el grupo seguro que te saco de allí. Tal vez seas la que mejor me comprenda. Y Alice, éste es el primer lugar en el que éstas viviendo conscientemente. Os lo aseguro. No tenéis ni la más mínima idea de lo que os podéis encontrar lejos de esta ciudad y de este hospital, pero yo sí. Si alguien quiere abandonar este lugar porque no le parece lo suficientemente seguro e intentarlo mediante sus propios medios, yo no tengo intención de detener a nadie. Pero quien se quede tendrá mi protección garantizada. Llegaremos a algún acuerdo con los presos para que no haya molestias entre los unos y los otros. Lo prometo.
El silencio se eternizo en el carril al ritmo que la información expedida comenzaba a ser procesada de distintas maneras por mentes de índole muy diferente. Alice e Inma parecían mostrarse bastante dudosas ante aquella explicación prometedora, sin que ninguna de ellas dos encontrase una respuesta a la cuestión sobre si lo correcto sería creer o no creer. Sus miradas cargadas de emociones hacia los cadáveres de sus atacantes confirmaron las que eran sus mayores sospechas.
Por el contrario, M.A se resignó a no escuchar ni una única palabra más de lo que aquel personaje tuviese que decir, limitándose a regresar con impotencia hacia la ambulancia. Se había aferrado con tanto ímpetu a su convicción que, definitivamente, no lo convencería ni en un millón de años. Y mucho menos después del reciente espectáculo presenciado.
Un continuo trote de pasos acelerados informó de la inminente aparición de una figura completamente fatigada por la velocidad cuando ésta dobló la intersección con la entrada principal del hospital. Los rostros de Inma y Alice se convirtieron instantáneamente en una composición anímica indescriptible cuando se percataron de la identidad del recién llegado.
—Me cago en todos tus muertos indígenas, gato. Hay que ver lo que corres. Casi me da un puto infarto —blasfemó ella mientras recuperaba el aliento, sin cerciorarse todavía de la presencia de la que hacían gala en el lugar sus antiguos amigos y su prima.
—No puede… no puede ser… ¿Dyssidia? —tartamudeó Inma perpleja por su espontánea aparición. Puma debía haber estado esperando a que se tranquilizasen para comunicarles la noticia, pero como de costumbre, ella se había adelantado, ocasionando una sobresaliente palidez en su piel.
La susodicha parpadeó para aclarar su visión cuando percibió ligeramente el susurro de su nombre entre el silencio sepulcral. No sabía con seguridad quien lo había pronunciado ni porqué, pero podía afirmar que aquella tonalidad de voz casi angelical no era ni por asomo de Puma.
Alzó sus ojos hacia el horizonte del carril dos segundos antes de que todo su organismo se detuviese abruptamente por el impacto tan emocional como aturdido que la invadió. No podía ser posible. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Qué demonios hacía su prima española en tierras canadienses? ¿Cuándo había atravesado todo un mar? Sus manos se dirigieron de manera involuntaria a su cabeza, como si aquel acto fuese a confirmarle que no se trataba de otra de sus alucinaciones con las que tanto le gustaba jugar a su mente.
No, no lo era. En otra ocasión probablemente no se habría atrevido a afirmarlo, pero su intuición le indicaba que era ella realmente. Notó que se encontraba muy nerviosa. Lo más probable era que quisiese esprintar a su reencuentro y no volver a soltarla nunca jamás en lo que le quedaba de vida. Lo estaba deseando. Podía verlo en sus ojos vidriosos a punto de derramar lágrimas.
No quiso alargar mucho más su sufrimiento. Dyssidia corrió milagrosamente recuperada del cansancio hacia su prima e Inma se sintió libre para hacer lo propio hasta que su vínculo de sangre se unió en un caluroso abrazo que alejó durante unos momentos todos los males de sus alrededores.
—Joder… joder… ¿pero eres tú esa Inma? ¿La que ha mencionado Puma? Dios, no me lo puedo creer. No me lo puedo creer. ¿Qué haces tú aquí? —habló Dyss tras unos segundos,  separando un poco el cuerpo de su prima del suyo para permitirle hablar.   
Inma trató de contestar por todos los medios posibles, pero las respuestas se atascaban continuamente en las profundidades de su garganta cada vez que pretendía hacerlo. Alice fue quien le permitió descansar a aquel suplicio cuando apareció con intención de saludar a un pasado que parecía perdido.
—Pero mira quien está aquí. Si es la señorita boxeadora Proyecto Alice. ¿Tú no deberías estar siendo devorada por los gusanos? —bromeó con una felicidad que nunca antes había percibido en su persona desde su extinto noviazgo con la fallecida Nika. 
—Cambio de planes. Ya sabes que nadie se libra de mí tan fácilmente —respondió ella con chulería acompañándose con una sonrisilla picaresca—. Espero que hayas estado bien todo este tiempo, Dyss. Al menos dentro de lo que cabe.
Sin embargo, la aludida vislumbró entre el espacio bloqueado por los cuerpos de las dos jóvenes cercanas lo que anteriormente había sido un medio de transporte útil pero que en aquellos instantes no era más que una ambulancia inservible junto a la cual se hallaba M.A. Sus pupilas se iluminaron como un resplandor de ilusión. Puma, Inma, Alice, M.A… ¿Quién sería el siguiente? No lo dudaba. Su hermana Maya.
—¿Dy… Dyssidia? ¿Eres tú? —preguntó M.A absorto por su aparición cuando ésta hubo alcanzado su ubicación con una velocidad exorbitante.
Le ignoró. No era su auténtico propósito hacerlo, pero la interminable espera que sufría por abrazar a su hermana la estaba devorando interiormente. Ya se encargaría de saludarle más tarde. Tendría tiempo de sobra una vez la hubiese visto tras dos años sin haber sabido nada de ella. Las puertas traseras estaban cada vez más cerca. Su excitación se desbordaba.
Se aferró a uno de los dos tiradores y estiró con tanta fuerza que todos los huesos de su brazo crujieron rabiosos ante el brusco movimiento, pero no le importaba en absoluto. Ella no quería más que echarse a unos brazos que no se encontraban disponibles. La decepción fue instantánea cuando dos desconocidos observaron con extrañeza su sonrisa difuminada. Dos personas que no le importaban lo más mínimo la contemplaban sin comprenderla, al mismo tiempo que Inma se aproximaba con una expresión de decepción marcada a fuego en sus facciones. Aquello no hizo más que aumentar su desilusión. Ya ni siquiera le apetecía gritar a los cuatro vientos o golpear las ventanas de aquella basura hasta destrozarlas. Sólo quería derrumbarse en mitad de aquel carril y proclamar su derrota. Y así lo hizo. Ya nada le importaba si Maya estaba muerta.
Presionados por el dramático espectáculo, Davis y Nicole se vieron forzados a salir junto con el resto del grupo al exterior. M.A intentó detenerlos por su propio bienestar, pero ya era demasiado tarde para ello. Puma se había percatado muy rápidamente de la intrusión y se encaminaba velozmente hacia ellos dos, probablemente con el propósito de expulsarles de su hospital.    
Inma no se demoró en auxiliar a Dyssidia cuando ésta cayó. Se agachó para nivelar sus alturas y la agarró con delicadeza de sus hombros para reincorporarla parcialmente.
—Hey, Dyss, hey, mírame —exigió agitando cuidadosamente sus brazos para conseguir captar su atención. Ella debió acatar la orden simplemente por puro respeto entre primas, a pesar de que no le apeteciese hacerlo. El resplandor de sus ojos había sido exterminado por la acción del líquido lagrimal. ¿Sería aquella la primera vez que la viese llorar? Esperaba que no—. Maya está viva. Está bien. Iba a venir con nosotros, pero decidió quedarse atrás para ayudarnos a escapar de una horda de zombis. Dijo que vendría aquí con nosotros en cuanto le fuese posible. Probablemente ahora mismo esté viniendo. No tienes que preocuparte. La esperaremos hasta que venga, y si tarda demasiado, saldremos a buscarla.
La joven moralmente hundida resopló impotente. Para cualquier otra persona aquello habría supuesto un símbolo de indiferencia con respecto a la información expuesta, como si no se hubiese molestado en escucharle siquiera, pero Inma sabía que no era así, sino que se  encontraba bastante más tranquila gracias a ello. Se permitió relajarse tras la efectividad de su discurso. Su prima en estados extremos reducía la peligrosidad de un grupo de mutantes a la altura del betún.
—Inma, Alice, M.A, ¿puede alguien explicarme porque dos personas que no he visto en mi vida están pisando las puertas de mi hospital? —reclamó Puma una respuesta inminente al mismo tiempo que reducía distancia con Davis y Nicole empuñando su arma de fuego.
—Tranquilidad, Puma. No hay nada que temer —se interpuso Alice tratando de evitar la posibilidad de un conflicto abierto—. Los encontramos escondidos en el hotel. Acababan de llegar a la ciudad y se habían refugiado allí sin saber que aquello estaba repleto de zombis. Nos ayudaron a recuperar el cuerpo de Nait y a regresar entre cientos de muertos vivientes.
—No somos ninguna amenaza, si es lo que está pensando —se atrevió a intervenir Davis con las manos en alto como método de moderación—. Nosotros dos somos supervivientes de Stone City, exactamente igual que vosotros. De hecho, sabemos que los responsables de este desastre eran miembros de una compañía llamada Esgrip, los cuales experimentaron con varias personas de vuestro grupo, provocando su resurrección como superhombres. Mi nombre es Davis, y mi compañera es Nicole.
—Matt, un amigo de Davis, fue uno de ellos —se introdujo en la conversación Nicole sin demasiada certeza en lo que pensaba añadir—. Otra chica llamada Ashley. Maya. Alguien llamado Puma… No hemos venido a hacer daño a nadie. No pertenecemos a Esgrip, si es lo que estás pensando, ni tampoco somos violentos. Sólo estamos sobreviviendo, como todos. De hecho, traté de advertiros hace unos meses de que la compañía todavía os estaba vigilando después de lo de la ciudad, tal y como hice con Davis, pero no pude encontraros. Aunque eso ya no importa, porque está completamente muerta. Nosotros nos encargamos de eliminar a los dos últimos miembros que quedaban. Lo único que queremos ahora es un lugar medianamente seguro en el que poder continuar con lo que queda de nuestras vidas.
Se produjo un silencio de espera en el que se aguardaba la respuesta por parte de Puma, pero éste había desviado su interés hacia un objeto en cuestión desde el instante en que lo había vislumbrado. El maletín que portaba Davis encajaba exactamente con la descripción que el doctor Payne le había proporcionado sobre ellos. No le había hablado exactamente sobre las propiedades que contenía aquello que estuviese custodiando, pero sabía que era de un valor incalculable en el nuevo mundo.
Por supuesto, no podía permitir que dos desconocidos como aquellos se introdujesen en el hospital sin conocer las verdaderas intenciones que pudiesen tener, pero tampoco podía permitirse perder el maletín, y no era la opción más viable asesinarles a sangre fría delante de todo el mundo. Tendría que establecer algún tipo de acuerdo benefactorio para él.
—Mirad, tengo algunos asuntillos de los que ocuparme, así que por ahora vais a esperar en el vestíbulo hasta que yo esté libre para hablar con vosotros en profundidad. El resto del grupo se encargará de vigilaros mientras tanto. Y será mejor que no me estéis mintiendo, por vuestro propio bien —concluyó Puma marchándose al interior del hospital utilizando un acceso lateral que solía servir como salida de emergencia.
—Hey, Dyss, ¿quieres que vayamos a esperar a Maya al vestíbulo? Venga, vamos —fue la instancia de Inma a que se pusiese en pie para caminar con lentitud y algo de serenidad hacia el espacio indicado.
Fue justamente cuando los cuerpos de Dyssidia y Davis se cruzaron cuando la sangre del joven pareció estancarse en sus vasos sanguíneos, impidiéndole continuar la caminata. No. ¿Era realmente ella? Sólo le había bastado observar su rostro con más detenimiento para cerciorarse de que era idéntico al que recordaba haber visto en la cámara de seguridad de Stone City. El mismo que aparecía continuamente en sus pesadillas para asesinar una y otra vez sin descanso a Allen y Riliane. Cualquier otro rostro le habría dado lugar a confusiones, pero el suyo había sido siempre tan identificativo que no cabía duda. Sus dos amigos habían estado con su grupo. No podría haber sido otra más que ella. Sintió como sus órganos más internos comenzaban a hervir, fruto del profundo odio que estaba aflorando.
—Davis, ¿te encuentras bien? —preguntó Nicole preocupada cuando se percató de que se había detenido.
—Sí, sí, no es nada, tranquila —la despreocupó éste tratando de apartar sus problemas personales de los de Nicole momentáneamente—. Venga, sigámosles hasta ese vestíbulo. Espero que podamos hablar pronto con ese tipo y nos acepte. Estoy algo cansado de tanto ajetreo últimamente.
Todavía no podía hablar con Dyssidia. No era el momento idóneo. Pero pronto lo haría.
La mente de Puma era incapaz de contener las múltiples reconsideraciones de diversos asuntos mientras caminaba rumbo a dormitorio 422 en el que se sucedería su encuentro con Crow. La aparición repentina de Dyssidia, la desaparición simultanea de Maya, aquellos sujetos de dudosa confidencialidad que probablemente portasen una gran fuente de poder en aquel maletín sin saberlo y mucho más. Aquello eran sólo una pequeña parte de todas las cosas en las que debía preocuparse constantemente. Como capitán de aquel barco, no había ni un solo segundo en que pudiese sentarse a descansar de las preocupaciones. Lo  peor de todo era que Florr continuaba en cama por el fuerte resfriado que la había atacado poco después de volver de su último viaje en ambulancia y todavía no había tenido tiempo para hablar con Eva sobre el preocupante tema de su cáncer. Ambos problemas le parecían preocupantes desde su punto de vista, especialmente el último, pero su libertad siempre se veía reducida por las responsabilidades. Para colmo, la figura de una Selene zombificada en algún lugar perdido se repetía constantemente en su cabeza, martirizándole por obligarse a olvidarse de ella después de que había muerto por su culpa. Definitivamente, necesitaba algo de tiempo libre que disponer para su uso personal.
Todavía se encontraba parcialmente distraído cuando alcanzó su destino, pero visualizar a su subordinado sentado cómodamente en una silla mientras aguardaba su llegada activó su concentración de manera instantánea. Aclaró su garganta para la discusión que estaría a punto de producirse con total probabilidad antes de internarse en la lúgubre habitación.
—Ya me estaba preguntando si vendría o no, ¿sabe, general? Llevo dos días tratando de hablar con usted, pero últimamente no ha hecho más que ignorarme. Siéntese, por favor —le invitó el preso a que descansase junto a él sobre una mesa improvisada. Su voz le resultó algo más extraña de lo habitual, como si sus cuerdas vocales necesitasen urgentemente una afinación. Por un momento habría llegado a pensar que se trataba de preocupación en caso de que hubiese sido cualquier otra persona, pero en el reo era cuanto menos extravagante.
—El tiempo que he tenido estos últimos días para atenderte ha sido prácticamente nulo. He venido en cuanto he podido —se excusó Puma antes de acompañarle sentándose sobre una de las sillas vacías de la estancia sin desviar ni un segundo su mirada de la imponencia que intentaban transmitir sin éxito los penetrantes ojos de Crow, obviamente inofensivos para su persona.
—No quiero hacerle esperar mucho más, así que le voy a ser breve —comunicó el preso recolocándose en una postura de mayor formalidad. Su lenguaje no verbal le había acabado de delatar. Todos los indicios indicaban que había acudido allí en cualidad de subordinado, no de sublevado. Aquello pareció evadir la escasa tensión que sentía Puma—. Mis chicos me han informado de que no están nada cómodos con la situación actual. Este lugar ha sido desde el primer momento nuestro hospital. Ya sabe, exclusividad absoluta para los presos que lo tomaron cuando éste sólo estaba ocupado por un tío chiflado. General, nadie estará dispuesto a que ahora todas esas personas que ha traído compartan nuestro espacio. Lo de hoy no ha sido más que un preludio de lo que vendrá después si la situación continúa cómo hasta ahora.
—¿Acaso intentas proponerme algo? —conjeturó su líder con sabiduría interrumpiendo sin remordimiento alguno aquel reducido monólogo.
—Sabía que no tardaría en comprenderlo —afirmó Crow exhibiendo una escalofriante sonrisa victoriosa—. Mi gente ha estado muy irascible desde que sucedió aquella matanza del hotel en la que perdimos a unos veinte de los nuestros. Personas como Crane o Lock, mi segundo al mando, ejercían mucha influencia en todos ellos. Y ahora que están muertos, no podrán impedirles que se revolucionen con facilidad. La solución que voy a proponerle es la siguiente. Dividir el hospital. Nosotros nos quedaremos con todas las plantas superiores a la quinta, los sótanos en donde trabajamos con los vehículos, la zona sur donde se encuentran los prisioneros y el parking de la zona oeste. Su grupo puede quedarse con el resto de los lugares. No habría ningún tipo de contacto entre nosotros y ellos, pero en el caso de que alguien pusiese un pie en alguna de las áreas restringidas, aunque fuese por error, habría permiso absoluto para tirar a matar en el caso de que no se encontrasen acompañados por usted. Todo el mundo está de acuerdo con esto. Sólo falta su opinión. 
Puma se mantuvo dubitativo por primera vez durante la conversación. Aquella idea que le estaba proponiendo le resultaba realmente interesante, a pesar de su promesa personal hacia su moral de no aceptar ninguno de los planes que sus subordinados organizasen para su beneficio. Dadas las circunstancias, la división propuesta era justo lo que necesitaba para conseguir que el grupo permaneciese en el hospital sin verse acechados por el miedo que aquellos sujetos les provocaban. Los unos nunca jamás tendrían que cruzarse siquiera con los otros. Le estaba ofreciendo una organización que rozaba la perfección. ¿Cómo iba a ser capaz de negarse? Podía permitirse una excepción por pura conveniencia.
—Está bien. Acepto vuestras peticiones —cedió finalmente, esforzándose por preservar su estado constante de serenidad ante el diálogo.
—En ese caso, me parece que aquí hemos terminado, general. Agradezco que hayamos podido llegar a un acuerdo fructuoso para ambas partes. Es mejor evitar derramamientos de sangre innecesarios —concluyó el preso con aquel estrambótico comentario mientras se disponía a su salida del punto de reunión.  
—No, espera. No te vayas todavía, Crow. A mí también me gustaría comentarte algo —lo detuvo Puma aprovechándose de aquella situación generalmente favorable en su propio beneficio—. Cuando estuvisteis examinando el supermercado hace unos días, atrapasteis a dos individuos más que estaban acompañando a la chica rubia. Un padre y su hijo pequeño. Quiero que los liberéis. Serían los últimos a los que me llevase.
—Sabe que nuestros esclavos no entran dentro de su jurisdicción, ¿verdad, general? —le aclaró el preso negando incesantemente con la cabeza de manera jactanciosa—. Lo siento, pero ya nos ha arrebatado a la rubita del burdel y a la amargada de la puerta. A mis chicos no les gustará que libere parte de su mano de obra. Sin embargo, si realmente se los quiere llevar, podemos llegar a un acuerdo muy sencillo. Hay mucha gente que todavía tiene ganas de probar un buen pedacito de esa pibita rubia. Ya sabe, no suelen aparecer muchas carnes jóvenes por estos lares. Pero usted ha prohibido que se la toque, y ha dejado los huevos de medio hospital en carne viva. Lo único que tiene que hacer es entregárnosla. Intercambiarla por sus amigos. Por supuesto, no crea que van a ser agradables. Usted sabe a dónde estaría enviándola perfectamente. Va a necesitar tiempo para pensarlo, así que le voy a dejar solo. Ya va siendo hora de que me marche.
Puma ni siquiera pestañeó durante la reflexión de aquella opción impuesta sucedida de forma simultánea a la escapatoria de Crow del inhabitado dormitorio 422. No necesitaba tiempo para pensarlo, sino todo contrario. La elección que escogería era indudable. Ni loco se atrevería a cambiar a una persona de tanta utilidad como Alice por algún inútil integral que no sabría ni apretar un gatillo y un mocoso que no pararía de llorar, además de que no le interesaban lo más mínimo. Estaba decidido. Enrique y Félix tendrían que continuar entre criminales un tiempo más. Ya descubriría algún punto débil en el muro de sus subordinados donde poder presionarlos para que los liberasen. Siempre lo había.
Dyssidia reposaba abstraída en uno de los sofás de cuero del vestíbulo en el que Inma la había dispuesto tras transportarla. Todavía no había murmurado palabra alguna desde que había abierto las puertas de la ambulancia solo para encontrarse con el vacío de la nada, y aquello comenzaba a ser bastante preocupante para Alice, que había relevado el puesto de  vigilancia que su prima se había visto forzada a desatender. Se sentía un poco idiota por no entenderlo, aunque tal vez ni siquiera debía poder hacerlo. Sabía que Maya seguía con vida, pero tal vez aquella noticia no había sido suficiente para combatir el shock tan potente que su imaginación había originado. No podía saberlo. De igual manera, su interés se centraba regularmente en las figuras de Davis y Nicole descansando en un par de sillones alejados de ellas mientras conversaban sobre cuestiones desconocidas. Mantenía constantemente un ojo en ellos por expreso deseo de Puma. Lo cierto era que a simple vista no le parecían ser ninguna posible amenaza, pero después de todo lo que había ocurrido, no necesitaban más sorpresas. Debían asegurarse de que no les clavarían ningún cuchillo en la espalda mientras estuviesen durmiendo.  
Una serie de pasos les alertó de que alguien se aproximaba por uno de los corredores que conectaban con la región norte del hospital. Era Puma quien acababa de aparecer.
—¿Dónde están Inma y M.A? —consultó con Alice tras percibir su ausencia una vez hubo finalizado su exhaustiva examinación de la disposición existente en la estancia.
—Han ido a preparar el entierro de Nait en el tiempo que tarde Maya en regresar. Yo me he quedado para cuidar de Dyss por petición de Inma. Bueno, y podría decirse que también para que tus sospechosos no estuviesen sin vigilancia. ¿Vas a encargarte de ellos de una vez por todas? —contestó Alice con pretensión de que se solucionase el problema de confianza con los nuevos inquilinos. Si realmente contaban la verdad, terminarían por convencerlo. Si eran descubiertos en alguna clase de mentira, se podrían tomar medidas efectivas antes de que ocurriese algo inevitable.
Puma se disponía a efectuar la petición de Alice cuando las dobles puertas de la entrada principal se abrieron abruptamente como si hubiesen sido empujadas por una fuerte ráfaga de viento helado. El rostro de la joven chica se iluminó en cuanto contempló una figura tan jadeante como sudorosa que hacía gala de su simple comparecencia pese a su descuidado aspecto. Maya había vuelto.
—Bueno, he tenido que atraer a una horda gigantesca de zombis hacia mí para después ser capaz de esquivarlos, me han mordido infinidad de veces, me he roto más de un par de huesos y me he caído en un charco lleno de barro, pero por fin estoy aquí. ¿Cómo os fue a vosotros? ¿Llegasteis todos bien?
Aquella voz tan pura, tan perfectamente inmaculada, sólo podía pertenecer a una única persona en toda la faz de la tierra. Dyssidia comprendió al instante quien era aquel sujeto y se encaminó con más ilusión que nunca hacia el espacio del cual había procedido aquel canto celestial. Allí estaba. Un sueño inalcanzable que se estaba cumpliendo. No podía ni respirar. Maya detuvo estrambóticamente sus piernas. Sintió como una arteria le explotaba en las profundidades de su corazón. Como si de una actuación de pura genética se tratase, aumentó excesivamente la constancia de su parpadeo, pretendiendo evadirse de lo que le resultaba simplemente una mera ilusión. Pero no lo era.
—¿Dyss…? —murmuró en un liviano sollozo casi imperceptible. Aquello no era posible. No después de tanto tiempo en unas circunstancias tan surrealistas. Le era costoso asimilar aquella verdad como realmente cierta. Se preguntó si no seguiría inconsciente por la acción de la corriente eléctrica. Si no sería más que otro sueño que sumar a la interminable lista de reencuentros imaginarios con Dyssidia. La realidad podía llegar a ser muy confusa.  
La hermana mayor no se contuvo ni un segundo más y desató sus músculos. Necesitaba sentirla cuanto antes para que no se evadiese entre sus pensamientos, como había hecho siempre que la había deseado. No alcanzaba a comprender como le era posible efectuar aquella carrera tan acelerada con sus pulmones al borde de la asfixia, pero no era ninguna falsedad. Su cuerpo parecía alcanzar misterios incompresibles cuando se trataba de aquel irremplazable amor fraternal.
Y sucedió. Dos carnes fundidas de nuevo en una sola cayeron envueltas en el manto de sus brazos, resquebrajando finalmente el cristal de su imaginación. Aquello era real. Ambas rompieron a llorar desconsoladamente.
—¡Dyss, te quiero, Dyss! ¡Te quiero! ¡No me dejes nunca más! ¡Te quiero! —rogó Maya aferrándose fuertemente al cabello de su hermana para que no se escapase nuevamente.
—¡No! ¡No! ¡No iré a ningún lado sin ti! ¡Jamás volveré a dejarte, Maya! ¡Jamás volveré a dejarte! ¡Yo también te quiero mucho!
Davis contemplaba aquella afectuosa escena completamente absorto. ¿Aquella chica era realmente la misma asesina fría y calculadora que había presenciado en el video? No podía creerlo.
Inma y M.A compartieron sus fuerzas en una colaboración mutua para introducir todavía envuelto en la sábana al que había sido su amigo antes de que la muerte le devorase en un voluminoso agujero cavado en uno de los jardines laterales del hospital utilizando una pala que habían encontrado en un pequeño cobertizo improvisado de algún antiguo trabajador botánico.  
—Aún falta una cosa—comunicó la joven apropiándose un objeto de índole desconocida en el que se discernía un notable grosor y una destacada longitud a través de la manta que lo encubría antes de depositarlo junto al cuerpo cadavérico de Naitsirc—. Es su pierna. No quería enterrarlo incompleto, así que la recogí antes de marcharnos del hotel.
Comenzó a percibirse un coro de murmullos repentino que atrajo su concentración. De la dirección de la cual habían provenido aquellos sonidos comenzaron a surgir una serie de individuos que reconocieron inmediatamente, diferenciados en dos grupos. Con una actitud más acorde a su comportamiento en la normalidad y un desplazamiento de mayor lentitud se encontraban Puma y Alice acompañados por Davis y Nicole, quienes lo más probable es que hubiesen acudido coaccionados para no perderles de vista. Delante de todos ellos se distinguía a Dyssidia y Maya caminando con sus manos entrelazadas. Su sonrisa compartida era tan deslumbrante que habría eliminado la negatividad de hasta el más pesimista. Se las veía felices. 
M.A no tardó en percatarse de que si Maya había vuelto, lo más probable es que todos ellos estuviesen acudiendo al entierro, por lo que se ayudó de su antebrazo para comenzar a esparcir exactamente el mismo montón de tierra originado durante la excavación sobre el difunto mediante el uso ininterrumpido de su pala.
—Sabía que lo conseguirías. Me alegro de que estés aquí —saludó Inma con un abrazo afectuoso a su recién llegada prima menor—. ¿Ves como no mentía cuando te dije que iba a venir, Dyss? No sé exactamente porqué, pero estoy feliz por vosotras. Tal vez sea porque ahora os volvéis a tener la una a la otra.
—Y tú también nos tienes a nosotras, españolita. Para cualquier cosa que necesites, tu Dyss está aquí. Que no se te olvide, ¿eh? —añadió la susodicha golpeándola con cariño en el hombro al mismo tiempo que le brindaba un gesto afectivo.
Maya desvió la atención momentáneamente de su prima para aproximarse en dirección a la improvisada tumba, contempló la sabana cubierta casi por completo en consecuencia de la efectividad del trabajo realizado por M.A. Un sentimiento de culpabilidad recorrió su organismo cuando recordó el maltrecho estado de su cadáver. Pensó que no debería haber abandonado nunca el fuerte, pero en aquel caso, el muerto habría sido probablemente el rubio. Ninguna elección era plenamente correcta.
Su hermana se posicionó junto a ella como una fuente de apoyo. No conocía demasiado sobre la muerte de Nait, pero podía imaginarse que aquel entierro era en su memoria.  
—¿Qué le paso? —consultó observando con curiosidad el irregular agujero parcialmente recubierto
—Zombis. Como a muchos otros —respondió Maya omitiendo los detalles de la horrible escena que su prima le había transmitido con pretensión de desahogarse. No era necesario que los conociese. Había sido una muerte demasiado dura.
El orificio funerario finalizó su conversión en el lugar que salvaguardaría el descanso de Nait con un conclusivo conjunto de materia inorgánica desmenuzable al mismo tiempo que el resto del grupo alcanzaba finalmente sus posiciones. Ya estaban todos allí.  
—Si alguien quiere decir unas palabras, adelante. No se me dan bien ese tipo de cosas —anunció M.A apartándose de la tumba para permitir aproximarse a quien lo desease.
La mayoría de ellos permanecieron unos instantes en silencio, sin exhibir ningún tipo de voluntad participativa en el acto fúnebre, excepto la recién llegada Maya, quien no mostró duda alguna cuando se adelantó con un único paso antes de aclarar su garganta.
—Nait… ¿Sabéis una cosa, chicos? Me resulta curioso cómo incluso después de vivir día a día en este mundo infestado de muerte y desolación por todos los rincones, la muerte de alguien cercano a nosotros nos sigue doliendo como la que más. ¿Qué tipo de sentimiento se supone que es ese? ¿Humanidad? ¿Significa que todavía no nos hemos inmunizado ante todo aquello en lo que se ha convertido este planeta? Si es así, me alegro. Con Nait hemos compartido mucho más que un apocalipsis. Sueños, ilusiones, alegrías, esperanza, tristezas, penas, desolaciones… La lista es interminable. Sólo por eso me gustaría que buscarais en el interior de vuestro corazón lo que él significaba para vosotros y lo preservéis por siempre. Quienes le hemos conocido, de una forma u otra, le hemos querido. Y eso es lo importante. Ese sentimiento nunca desaparecerá. Cuida de Selene ahí arriba por mí, Nait. Descansad en paz.
—Yo querría entregarle algo, si no os importa —comunicó Inma extrayendo un anillo de su dedo anular que contenía inscrito su propio nombre para depositarlo junto a los cúmulos de tierra que conformaban aquella estancia imperturbable, los cuales empleó para encubrir la visión de aquella pieza tan especial—. Este anillo me lo regaló mi padre el día que cumplí los dieciséis años. Él no tenía ni idea de que nunca me ha gustado mucho la joyería, pero lo he llevado puesto siempre por el valor sentimental que suponía. Hasta hoy. Prefiero que te lo quedes tú, Nait. Es una gran parte de mí, así que trátala bien, ¿vale? Descansa en paz.
Se produjo un mutismo inquebrantable. Todos los presentes expresaban consternación en sus gestos faciales, incluidos aquellos dos que ni siquiera habían conocido al fallecido. Al fin y al cabo, la muerte de alguien nunca era un acto agradable. Como solía ser costumbre, la única excepción fue Puma, quien se aproximó con intención de pronunciar unas palabras. Pero no eran las que nadie habría esperado, desde luego.
—Bien, ahora que estáis todos aquí reunidos, me gustaría aprovechar para comunicaros las nuevas noticias. Sé que tenéis miedo de los presos. Es un hecho. No os mentiré. Ellos no se encuentran demasiado contentos con vuestra presencia. Es por eso que hemos llegado a un acuerdo en el que ninguno de vosotros tendrá que volver a cruzarse jamás con ellos. Lo único que debéis hacer es respetar la división organizada. Las zonas prohibidas serían todas aquellas plantas superiores a la quinta, todos los sótanos, toda la zona sur que se encuentra a partir de los quirófanos y el parking oeste. Sé que se tratan de unas medidas plenamente radicales, pero sé que sentías mucha preocupación por su estancia en el hospital, por lo que si no pueden acercarse a vosotros, no pueden haceros daño. ¿No es eso lo que queríais? De todas formas, se está haciendo tarde, así que os recomiendo que vayáis a descansar. Quien quiera saber más podrá hablar conmigo mañana en mayor profundidad.
Sus interesados oyentes permanecieron en estado juicioso. Debían reconocer que razón no le faltaba. Aquella solución era precisamente lo que necesitaban para poder permanecer en el hotel sin que se produjesen conflictos como el anterior tiroteo siempre que se hiciese cumplir. Incluso M.A reconsideró la idea a pesar de su conocida rivalidad con aquel sujeto. Tal vez podrían dejar de correr por el mundo para recuperar lo que había sido Almatriche.
 Tampoco querían pensarlo demasiado en las circunstancias del momento. La noche ya les impregnaba y se encontraban lo suficientemente agotados como para dormir durante lo que aun faltase de apocalipsis, por lo que los distintos miembros del grupo se dispusieron a regresar a sus respectivas habitaciones en la primera planta.
—Hey, Puma, ¿se sabe algo sobre el tema de Enrique y su hijo? ¿Van a dejarles libres? —consultó Alice con una notoria expresión facial de preocupación. Probablemente aguardaba que la respuesta fuese afirmativa.
—Estoy haciendo todo lo posible, pero no es fácil, Alice. Controló muchas cosas en este lugar, pero los prisioneros no son una de ellas. Ya cometí una falta un tanto grave cuando te liberé a ti de su burdel personal. Por el momento estamos en proceso de negociación, pero todavía no hemos acordado nada. Habrá que esperar —mintió éste con descaro, ocultando a la joven su propio derecho a la elección de aceptar o no la única condición que suponía la liberación de sus amigos.
—Muchas gracias por todo lo que estás haciendo por ellos, Puma. Realmente lo valoro. Es muy importante para mí. Hasta mañana. Espero que puedas descansar —se despidió ella antes de acompañar al resto de sus compañeros hasta el interior del edificio.
—¿Y qué hay de nosotros? ¿Vas a dejarnos entrar? ¿Nos vas a echar? ¿O vamos a hablar ahora? —preguntó Davis cansado por la indiferencia que aquel individuo ejercía de manera constante en ellos.
—Justo detrás vuestro encontrareis un parking a unos cuantos metros que se encuentra separado por completo del edificio hospitalario, pero que permanece a él. Acomodaros allí. Y por si se os ocurriese alguna idea perversa contra los míos, os advierto de que siempre hay alguna patrulla de guardias custodiando los alrededores durante la noche. Y he de decir que son de gatillo muy fácil. Mañana hablaremos los tres más relajados. Tengo preguntas que haceros —concluyó Puma con formalidad antes de perseguir a Alice en su regreso.
—Davis, ¿estás seguro de que deberíamos permanecer aquí? No te veo muy satisfecho con la supuesta protección de este hospital. Podemos irnos si quieres. Encontráremos otro lugar —propuso finalmente Nicole tras haber percibido en él una incesante irritabilidad que no solía ser de su propiedad desde que había bajado de la ambulancia.
—Sé que no te sentirás cómoda conviviendo con criminales potencialmente peligrosos, pero ya escuchaste lo de la separación, ¿no? Este lugar no es la octava maravilla del mundo, pero quiero establecerme por un tiempo en algún refugio, y este hospital ni siquiera tiene zombis en las cercanías. Conseguiremos la confianza de ese tipo y podremos vivir aquí con los suyos. Y esos presos no se atreverán a tocarnos ni un pelo. Venga, vamos a ese parking. Estoy muerto de sueño. Con un poco de suerte encontraremos un par de asientos traseros  que sean cómodos. Serán una delicia después de haber probado el suelo.
Nicole no alcanzaba a comprender su comportamiento estrambótico. Davis no era de los que le agradaba permanecer donde no aceptaban su presencia ni confiaban en su palabra. Precisamente aquel había sido uno de los motivos por los que había accedido sin rechistar a separarse del grupo de Jessica. ¿Por qué insistía tanto en aquella ocasión? ¿Acaso buscaba algo especial en el corazón de la ciudad? ¿O tal vez su interés se centraba en alguno de sus miembros? No lo sabía, pero tenía pensado averiguarlo.
Maya abrió repentinamente los ojos sólo para descubrir una serie de paredes adornadas con objetos propios de una habitación de hospital en torno a ella y el tacto de un relajante colchón en el su hermana continuaba durmiendo mientras emitía sonoros ronquidos.
Se incorporó sobre su lecho para examinar con una amplia sonrisa de felicidad la figura desarreglada de Dyssidia. Su mente rememoró la conversación mantenida durante la noche anterior mediante la cual habían conocido todo aquello que había acontecido durante los dos años perdidos. Sabía que su regreso provocaría muchos cambios en la vida de ambas. Ya no tendría que volver a estar sola nunca más. Un rayo de esperanza entre las tinieblas en las que se había sumido el caos mundial.
La repetición de unos golpes que impactaron en el cristal de la puerta la abstrajeron de sus pensamientos, recordándole el motivo por el cual se había despertado. Velozmente, Maya se orientó hacia la entrada del dormitorio, permitiendo el acceso a su interior a una persona completamente inesperada. Su prima.
—Hey, hola, Inma. ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? No son más que las ocho —preguntó desorientada por su imprevisible aparición.
—No es tan temprano, Maya. Ya sabes que siempre me ha gustado mucho madrugar. De todas formas, venía para preguntarte si voy a necesitar seguir usando el cabestrillo, porque si te soy sincera, últimamente notó mi hombro bien, y empieza a ser un poco molesto llevar este cacharro a todas partes. 
Formulada aquella interrogación, la joven con ligeros conocimientos médicos examinó el aspecto de su dislocación antes de enunciar veredicto alguno. El progreso de rehabilitación era elevado, pero todavía podría conllevar algunos riesgos muy mínimos. Inevitablemente, aquella comprobación la hizo recordar cómo su brazo solo había necesitado ser recolocado para recuperarse. Un aspecto positivo que le otorgaba su condición.
—El hombro está prácticamente recuperado. Si estuviésemos en una situación normal, te recomendaría que mantuvieses el cabestrillo durante una semana más por precaución, pero sé que un solo brazo en este mundo es un peligro constante. M.A casi no sobrevive cuando se marchó en solitario del fuerte —anunció retirando el instrumental improvisado para reposarlo sobre una mesita de noche cercana a ella. Inma rotó ligeramente su hombro describiendo una trayectoria semicircular. Por fin podría volver a utilizarlo después de todo aquel tiempo inmovilizado. Ya se encontraba dispuesta para llevar a cabo su objetivo.
—Bueno, tengo que irme. Muchas gracias, prima. No te molesto más. Sigue disfrutando tu hermana —comunicó ésta alegremente antes de partir hacia el pasillo, ocasionando un mínimo de desconcierto en el entendimiento de Maya.
Nuevamente, dormir había sido un anhelo inalcanzable. Y aquel era el segundo día. ¿Por qué su organismo insistía en resistirse a su propio descanso? La presión acumulada no era ninguna excusa para ello. Aquello sólo conseguía agravar su malestar general.
Sentado en el escritorio de su despacho, Puma dedicaba su tiempo a contemplar uno de los dibujos que había realizado con sus propias manos hacía ya meses. Los apolíneos trazos conformaban uno de los rostros más bellos que sus miserables labios hubiesen disfrutado. Eriel.
Suspiró con pesadumbre antes de guardar la foto en uno de los cajones. No le resultaba demasiado agradable rememoras las malas experiencias de su pasado en las circunstancias en las que se encontraba. Recuerdos como aquel eran los que le martirizaban durante sus eternas noches, por lo que optó por olvidarse de ellos.
Un sonido retumbante en la puerta le indico que alguien reclamaba de su atención. Era muy extraño. No esperaba que apareciese nadie a aquellas horas de la mañana. Ya le había invadido la curiosidad cuando al girar el pomo de la entrada, Inma apareció en mitad de su campo visual. De todas las posibles personas que habían aparecido en su pensamiento, ella ni siquiera se había considerado como una posible candidata.
—Hola, Puma. Sé que es un poco temprano para venir aquí, pero, ¿puedo hablar contigo un segundo? —solicitó la chica con un tono de amabilidad tan dulce que ni el más cruento de los seres humanos podría haberse negado.
—Adelante. Siéntate en el sofá. En seguida estoy contigo —la invito Puma al acceso a su espacio personal, obedeciendo ésta la orden dictaminada. El varón se apropió de una silla que empleó para sentarse frente a la joven. La diferencia de altitud entre ambos establecía una sensación en la conversación de liderazgo por parte del general —. Bien, tú dirás.
—Verás, lo que te voy a pedir que hagas por mí no es demasiado sencillo, pero sé que tú serás capaz de ayudarme. ¿Puedes enseñarme cómo defenderme? Te he visto luchar. A ti y a Florr. Os he visto a los dos. Aquella vez en la gasolinera, cuando ella inmovilizó a un zombi y tú le rompiste el cuello fue espectacular. Vosotros sabéis hacerlo de maravilla, mientras que yo no soy más que una inútil. Necesito saber que la próxima vez que suceda algo grave podré reaccionar ante ello de alguna manera y no quedarme parada como una estúpida, tal y como hacen todos los demás. Es algo que necesito aprender. Nadie más sabe tanto sobre el tema como tú. Nadie puede enseñarme mejor que tú.
—Mira, Inma, voy a ser claro. Si esto es por las muertes de Selene y Nait, te recomiendo que lo olvides. Que hubieses sabido defenderte en aquellos momentos no habría cambiado nada, así que no te tortures por ello. Y si lo que realmente deseas es aprender, creo que has recurrido a la persona equivocada. Que me llamen general no significa que yo sea ninguna especie de soldado entrenado. Sé algunas nociones básicas de combate y defensa personal centralizadas principalmente en cómo eliminar a un muerto viviente, pero yo nunca he sido más que un adolescente que convertía cualquier filete en un pulmón carbonizado. Quien realmente conoce el tema en profundidad es la persona que nos enseñó a mí, a Florr y a su propio hermano. Eva. Recurre a ella.
Inma se estremeció ante aquella información. Si ya le había resultado suficientemente costoso reunir el valor necesario para pedirle aquel favor a Puma a pesar de que poseía una estrecha relación con su prima Maya, hacerlo con una persona cuya relación con todos ellos era prácticamente nula le resultaría imposible, por no hablar de su carácter volátil. Estaba segura de que no aceptaría ni aunque se lo rogase de rodillas. El sudor comenzó a recorrer su frente, descubriendo el elevado nerviosismo que se había apoderado de su cuerpo. 
—¿Por qué no se lo pides tú? A mí me va a decir que no, pero si lo haces tú, a lo mejor acepta. Por favor, Puma. Hazlo tú —le imploró en un gesto de debilidad que no originó más que un aumento del convencimiento de éste de que ni siquiera merecía la pena intentarlo. Aquella chica se había acostumbrado a que los demás la protegiesen. Tal vez su intención fuese la de remediarlo, pero mientras mantuviese aquella cobardía, jamás superaría ni la primera lección de la instrucción.  
—Regla básica de defensa personal. Si no lo haces tú, nadie lo hará por ti. Eso es lo que te diría Eva si te escuchase decir eso. Si quieres entrenar con ella y no morir en el intento, vas a necesitar mucho más coraje del necesario para simplemente pedírselo. Si ni siquiera puedes llegar a eso, igual no deberías ni intentarlo. Tú misma. Podrás encontrarla a cuatro habitaciones de aquí.  
Si se detenía a meditarlo, lo cierto era que no le faltaba ni un mínimo de verdad. ¿Cómo pensaba aprender a protegerse si luego se acordaba a la hora de hablar con quién debía ser su entrenadora? Tal vez no fuese a acceder en un principio, pero debía encontrar la manera de convencerla. Necesitaba de su inteligencia. Y esa solía ser una de sus especialidades.
El olvido siempre era una auténtica tortura para su cerebro. No era la primera vez que su arma se escondía en el rincón más recóndito y ella no recordaba donde se encontraba. Su memoria empeoraba cada vez más por el maldito efecto de las pastillas. Era un aspecto inevitable de la medicación, pero resultaba verdaderamente molesto. 
—Esta ahí —señaló su hermano pequeño, tumbado en el colchón superior de una litera, hacia una silla ubicada en una esquina del dormitorio.
—Agh, sí. Gracias —se lo agradeció con cierta amargura hacía ella misma por no haber sido capaz de localizarla antes de recogerla para devolverla a su funda.
Se escucharon unos golpes de nudillos en el marco de la puerta abierta que percibieron instantáneamente ambos residentes. Era aquella chica que les había acompañado hasta el pueblo. A Eva no le agradó demasiado su sorpresiva aparición, pero pese a ello, le permitió la entrada.
—Hola, Inma —saludó el chico amablemente. Ésta tuvo intención de contestar, pero su garganta se inmutó por la tensión a la que se encontraba sometida.
—¿Qué haces aquí? ¿Quieres algo? Porque no tengo absolutamente nada que tú puedas querer —advirtió Eva con brusquedad debido a la incomodidad que sentía en su presencia.
—Bueno, eso no es así, exactamente. Puma me dijo que tú le enseñaste hace un tiempo defensa personal. Y estoy aquí porque a mí también me gustaría aprender —expresó Inma con semejante dificultad que las palabras de su mensaje se entrecortaban continuamente. 
—Estás bromeando, ¿no? Si pretendes comparar la capacidad que él tuvo para aprender con la que tienes tú es que estás loca. Además, no tengo tiempo para estar enseñando a nadie ahora mismo. Y menos a una persona que se dedica a dar volteretas para esquivar un grupo de zombis —se negó ella con férreos argumentos en su favor exactamente como la joven novata había supuesto, por lo que recurrió definitivamente a su estrategia.
—¿Y si hacemos un intercambio de conocimientos? Si tú me enseñas defensa personal,  yo puedo enseñarle algo a tu hermano que le gustará —batalló ésta atacando al que era su punto más débil para convencerla. Adán se alertó tras escuchar aquello.
—¿Y qué es lo que puedes enseñarle? Sorpréndeme —la probó la militar considerando que aquella propuesta no superaba el estatus de farol.   
—Tiro con arco. Sé que tiene uno y que lo utiliza como arma. Cuando era pequeña, solía practicar mucho con profesionales. Participé en algunos torneos e incluso llegué a ganar en uno de ellos. Tu hermano no dispara mal, pero puedo enseñarle a hacerlo mucho mejor.
—Mira, no voy a negar que es un intercambio un tanto jugoso siempre y cuando no me estés mintiendo, pero respecto a lo que he podido observar de ti, puedo predecir que una corderita como tú no va aguantar ni una hora. Si quieres que te entrene, ten en cuenta que todo lo que yo te ordene se cumple sin rechistar. Si yo te ordeno levantarte a las siete de la mañana, lo haces sin rechistar. Si te ordeno que entrenes hasta las tres de la madrugada, lo haces sin rechistar. Si te digo que corras entre un grupo de zombis, corres entre ellos como si no hubiera un mañana. Si te digo que mates a uno, le destrozas el cerebro. Y si te pido que intentes golpearme, vas a tratar de partirme la cara con todas tus fuerzas. ¿Crees que vas a ser capaz de soportarlo? Porque si es así, te puedo poner a prueba ahora mismo.
—Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de aprender. Quiero dejar de depender de los demás para mi protección. Si es necesario hacer todo eso por mi seguridad, entonces que así sea —reiteró Inma con un ligero añadido de temor en su expresión.
—Muy bien. Por lo menos eres alguien insistente. En ese caso, tenemos un trato. Ahora tengo que ir a ver a Puma a su despacho, pero cuando vuelva, comenzaremos tu primera clase en el parking de la zona este, y me demostrarás de lo que realmente eres capaz. Adán, cariño, espérame aquí. Ahora mismo vuelvo. Vigila que la chica no haga nada raro —solicitó Eva justo antes de marcharse de la estancia con paso apresurado.
Lo había logrado. Iba a entrenarla. Pero aquello solo era el principio. Debía prepararse mentalmente. Lo más duro estaba a punto de llegar.
—Entonces, ¿me vas a enseñar tiro con arco? Que guay —añadió Adán sumamente feliz por el acuerdo que había percibido. Le gustaba aprender.
—Sí, bueno, en teoría, ese es el trato. ¿Qué estás haciendo? —preguntó con curiosidad Inma tratando de entablar conversación durante el tiempo que tardase Eva en volver.
—Florr encontró un juego de magia y me lo regaló. Estoy practicando un poco. ¿Quieres que te haga un truco? Espera, que me preparo —habló el niño apoderándose de algunos de los objetos situados sobre su cama antes de bajar de la litera para sentarse en el suelo de la estancia. La joven no dudó en acompañarle.
Adán dispuso tres vasos opacos bocabajo formando una línea recta vertical, bajo uno de los cuales se encontraba una diminuta bola de cristal, y comenzó a alternar sus posiciones repentinamente con la intención de confundirla sobre su ubicación exacta.
—A esto en mi país le llamamos ser un trilero —comentó Inma observando cómo movía los múltiples vasos con cierta dificultad en su técnica.
—Ya está. Escoge uno —solicitó el pequeño alejándose una determinada distancia para permitirle efectuar su selección. La chica se decantó por el vaso localizado a su izquierda. Su rostro mutó a un aspecto extravagante cuando contempló la respectiva bola bajo él. 
—Ouch. No me ha salido —se excusó Adán decepcionado mientras retiraba el material  utilizado y se apoderaba de una baraja de cartas cercana—. Bueno, no pasa nada. Vamos a probar con otro, ¿vale? Elige una carta, por favor.
El pensamiento de Inma no se retrasó demasiado en ordenarle cual debía seleccionar en concreto, y su mano ejecutó instantáneamente la orden con maestría. 
—¿Es el as de corazones? —preguntó el mago fingiendo dotes de adivinación como si se tratase de un auténtico profesional.
—Ehhh, no. Es el tres de picas —comentó ella entrecortada por aquel segundo error. No era su intención arrebatarle la ilusión al niño—. Lo siento. Éste tampoco te ha salido.
—Mira en tu brazo —requirió éste con una sonrisa victoriosa de falsa soberbia.
A pesar de resultarle extremadamente extraña aquella petición, la joven acató la orden introduciendo su mano en el interior de su manga derecha. La sorpresa fue desmesurada cuando descubrió allí escondida la bola de cristal que había empleado en el truco anterior.  
—Ta-da. Es el poder de la magia. ¿Sorprendida? Deberías estarlo. O al menos eso dice el libro de instrucciones.  
Aquello era impresionante. ¿Cómo había realizado aquella estratagema sin percatarse lo más mínimo? Por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo se sentía íntegramente en paz, como si nada estuviese pasando en el mundo en aquellos momentos. Tal vez podría no solo  aprender algo de defensa personal instruida por su hermana, sino también de la actitud del niño hacia las circunstancias en las que vivía. Quizá la vida sí que mereciese la pena después de todo.




#Naitsirc
                                                                                                                                                        

1 comentario:

  1. Por fiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin!!!!! Ya esperaba yo con ganas el regreso de este gran personaje,ya era hora,aunque lo bueno se hace esperar,por fin pasan cosas en este fic,cada vez esta mejor chicos,felicidades,ni me imagino que será lo proximo con lo que nos sorprendereis.

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